Fénix se mordió el labio, sus lágrimas seguían corriendo por sus mejillas. Miró a Penny y negó.—Un lo siento no resuelve nada —murmuró. Con rabia, se limpió las lágrimas—. Te agradezco todo lo que has hecho por mí, nunca en la vida podré pagarte tanto apoyo, Penélope, y tal vez te suene malagradecida, pero habría preferido tu confianza.El corazón de Penélope se encogió de dolor, los ojos de Fénix era una ventana a sus emociones. La había herido y lo peor era que tenía razón. Nunca debió ocultarle lo que sucedía. Ella era su familia porque así lo había decidido, la apoyó y protegió, pero en esto sí que se había equivocado.—Fénix.—Ni siquiera soy capaz de pensar correctamente, Penny, y ya no quiero decir nada de lo que pueda arrepentirme, pero me siento fuera de tu vida. Entiendo que ya no eres la misma mujer que dejó California con la promesa de volver. Has encontrado a tu familia y tienes el amor de Theo. Me alegro mucho por ti, te mereces toda la felicidad del mundo; sin embargo,
Theo acompañó a Penélope hasta la habitación de Antulio. No eran los muebles que habían elegido para el pequeño en Santorini, estos, fueron elegidos en línea mientras pasaban el tiempo en el hospital.Penélope se lamentó no haber estado presente para decorar la habitación del bebé, pero las circunstancias no se lo permitieron. Lo importante era que ambos habían regresado a casa, uno de sus más grandes miedos había sido superado.—¿Crees que se despierte pronto? —preguntó Penélope luego de dejarlo en la cuna.—Es posible, pero estaremos atentos —respondió, mostrando el radio monitor que había comprado—. Dejaremos este encendido en la habitación y el otro estará en la sala para que podamos escucharlo.—Has pensado en todo, no pareces un papá primerizo —dijo Penélope. Ella se giró y lo miró fijamente, levantó su mano para acariciarle el rostro—. Eres un gran papá, Theo.Él negó, tomó la mano de Penny y le dio un beso en la palma.—He tenido tiempo de leer y de aprender —respondió. Theo s
Penélope se estiró sobre la punta de sus pies, sus manos se aferraron a la nuca de Theo y se apoderó de su boca, metió su pequeña y traviesa lengua entre los labios masculinos y lo besó con pasión desmedida.El corazón de Theo se sacudió con violencia mientras un hormigueo le recorría la piel al sentir el cuerpo desnudo de Penélope pegado al suyo. El deseo corrió como pólvora en sus venas.Era demasiada tentación tener a Penélope de esta manera, él había decidido darle tiempo, ahora dudaba salir victorioso de esto. No creía tener la fuerza de voluntad para apartarla besándolo como lo hacía.Penélope mordió el labio de Theo y lo lamió para calmar el reciente dolor; sin embargo, para Theo fue un combustible que alimentó las llamas de su pasión.—¿Qué haces? —preguntó. Sus manos acariciaban las mejillas de Penélope, temía que, si la tomaba de la cintura en ese momento, perdería el poco control que luchaba por mantener.—Te lo dije, Theo —respondió. Ella se pasó la lengua por los labios—.
Penélope se estiró entre las sábanas, era el mejor despertar en mucho tiempo, pero se negó a abrir los ojos. Buscó el calor del cuerpo de Theo muy dispuesta a volverse a enredar entre sus piernas; sin embargo, encontró su lugar frío y vacío.Ella gruñó, ¿a dónde podía ir luego de esa noche tan maravillosa que pasaron? Lo menos que esperaba, era no encontrarlo a su lado y volver a hacer el amor. A caso… ¿Se había enojado? Anoche no lo parecía, aunque se resistió un poco. Finalmente, le hizo el amor como si no hubiera un mañana, pero, entonces… ¿Qué sucedió?El gorgojeo que llenó la habitación le hizo abrir los ojos. Penélope se sentó casi de golpe, envolviendo su cuerpo con las sábanas, buscando al dueño de ese dulce y precioso sonido. Su mirada no paró hasta que lo encontró.—Buenos días —saludó Theo, que tenía a Antulio entre los brazos, sentado en la silla de la esquina—. Mira, quién vino a visitarnos porque se ha despertado muy hambriento —continuó Theo, poniéndose de pie, caminó h
Melina miró a los niños y luego volvió su atención a las mujeres, sentadas en las sillas. Su mirada se clavó en el abultado vientre de Callista. Cuando su padre se lo contó, no podía creerlo. Era impensable que una mujer de la edad de Callista pudiera salir embarazada.—¿Qué haces aquí, Melina? —preguntó Callista. Se puso de pie con una mano sobre su vientre, como si quisiera protegerlo de las miradas de la mujer.—Vine de visita, nunca te molestó mi presencia en esta casa, ¿lo recuerdas? —preguntó. La mirada de Melina cambió de Callista a Penélope—. Siempre me trataste como tu hija, me diste tanto amor —soltó con veneno. Su intención era hacer sentir mal a Penélope, restregándole a la cara que fue ella quien recibió todas las atenciones, el cariño y amor de Callista.—Tú lo has dicho, nunca me molestó tu presencia en mi casa, ahora es distinto. Ni siquiera deberías estar aquí, ¿acaso no conoces la palabra vergüenza? —preguntó Callista.El rostro de Melina se desencajó y la miró con o
La pregunta sin respuesta, le hizo estremecer. Ella no se sentía la mujer más hermosa del mundo, tampoco tenía el cuerpo perfecto. Estaba embarazada y el miedo de no gustarle a Apolo le hizo apartarse del caluroso beso.—¿Vamos? —le preguntó él, ajeno a sus miedos y dudas.—Apolo, no tienes que obligarte a…Él colocó un dedo sobre los labios de Callista y negó con un movimiento de cabeza.—Nada de lo que tenga que ver contigo, es una obligación. Tú eres un placer en cualquiera de los sentidos, ¿entiendes? —le preguntó. Delineó los labios de Callista con la yema de sus dedos, estaba seduciéndola.—No puedo gustarte —murmuró ella, deseosa de atrapar ese dedo entre sus labios. La estaba tentando.—Tienes razón —admitió, separándose de Callista. Apolo salió del auto y el frío se adueñó de ella al escucharlo. La decepción empezó a germinar en su corazón, se quedó quieta en el sillón sin saber qué hacer.Apolo bordeó el auto, maldijo a Melina Diamantis en cuántos idiomas conocía. Esa maldit
Theodoros jaló la silla y se sentó. Quedó frente al rostro serio y pétreo de Elián Kyriaskis. Él era todo, menos griego; sin embargo, era un hombre en el que se podía confiar. Así se lo habían asegurado Alexander Katsaro y la misma Callista.Confiaba en él y en sus habilidades para encontrar el hilo a la hilera; sin embargo, el tiempo que estaba llevando la investigación empezaba a desesperarlo. No tener noticias de manera regular le robaba la paz e interfería en su vida y su felicidad.Nadie merecía vivir con miedo, sobre todo, porque se trataba de su familia. Su mujer y su hijo. Los dos eran lo más importante para él.Theo volvió su atención al hombre, se había instalado un denso silencio entre ellos. Él comprendía que la tarea encomendada no era cualquier cosa; así que, no podía sentarse, golpear la mesa y exigir resultados. Elián era un cazador y no iba a fallarle.Sus miradas se encontraron y Theo supo que las cosas eran más complicadas de lo que esperaban, no necesitaba palabras
Callista miró a Apolo, él le sonrió y le dio un beso en los labios. Apolo no tenía ningún problema en demostrarle su amor y eso le hacía muy feliz.—Entonces, no se diga más. Confío en ustedes —declaró a Apolo.Penélope y Fénix asintieron, se miraron y sonrieron con complicidad. Tenían mucho trabajo por delante, pero ambas felices de poder ayudar a Callista en su boda. Era la primera que organizaban y querían que todo fuera perfecto.Unas horas más tarde, Apolo y Callista eligieron las tarjetas de invitación. No iba a ser una fiesta con toda la sociedad ateniense, sería algo íntimo con algunos amigos y conocidos.—Veo que se han reunido sin mí, ¿qué celebramos hoy? —preguntó Theo, entrando al estudio donde estaban reunidos. Penélope alimentaba a Antulio y el corazón de Theo le dio un vuelco, adoraba verlos así— ¿Olvidé alguna fecha importante?Él se inclinó sobre el rostro de Penélope, le dio un beso en los labios y luego, besó la pequeña frente del bebé.—No, no has olvidado nada, ca