CAPÍTULO 75.- tercer fragmento

Alan quedó en blanco por un instante, sintiendo cómo el mundo a su alrededor se desmoronaba. Un dolor indescriptible lo acometió, atravesándolo como una daga que giraba lenta y cruelmente en su pecho. Sus piernas flaquearon y comenzó a caminar tambaleante, como si cada paso fuera una lucha contra la gravedad misma, hasta llegar donde yacían su sobrino y su hijo. Cuando sus ojos se posaron en el cuerpo inerte de su pequeño niño, una oleada de desesperación lo paralizó. Con manos temblorosas, se inclinó sobre el cuerpo, pero no tuvo el valor de arrebatárselo de los brazos de Junior, quien estaba en medio de una crisis nerviosa, sus sollozos desgarrando el aire.

El cabello rubio platinado de su hijo brillaba tenuemente bajo la luz pálida, sus rasgos suaves y delicados le recordaban tanto a su amada esposa. Era el más dulce y calmado de todos sus hijos, tan diferente a él, y por eso lo adoraba con una devoción profunda.

Alan intentó usar todos sus sentidos, aferrándose a la esperanza de q
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