Ay Ramsés, sabemos que te enojas porque te preocupas por tu esposa!!! Espero les este gustando estos dos. Recuerden comentar, reseñar y dejar muchos likes para continuar leyendo de este par.
El resto de la noche pasó lentamente. Ramsés continuó al lado de Gala, cuidando de cada detalle hasta que el dolor de cabeza al fin cediera y pudiera quedarse dormida.Cuando el primer rayo de sol se asomó entre las nubes, Ramsés supo que la tormenta finalmente había amainado. Gala abrió los ojos después, parpadeando con debilidad mientras la luz iluminaba el rostro cansado, pero atento de su marido.— ¿No… has dormido nada? — preguntó con preocupación.Ramsés sonrió y besó su frente con sumo cuidado de no lastimarla.— Dormí lo suficiente, pero mentía solo para no angustiarla —. ¿Cómo te sientes?— Mejor — pero al intentar sentarle, su cuerpo se mostró débil, regresándola a la cama.— No te esfuerces, todavía estás débil — le dijo Ramsés enseguida, instándola a recostarse de nuevo.— Pero me siento mejor — dijo ella, aunque su voz apenas tenía fuerza. La cabeza volvía a dolerle y el mareo de hace días no la dejaba del todo en paz.— No lo necesario para esforzarte, así que no te mueva
Durante el siguiente par de días, Gala fue obligada a tener reposo absoluto, y aunque se aburría de estar en cama todo el día, las órdenes de su esposo eran existentes tanto como dulces. La consentía como nunca esperó ser consentida, y la cuidaba con esmero y preocupación.Ramsés se había asegurado de que nada quedara al azar, por eso no se quedó tranquilo hasta que el diagnóstico del doctor fuese claro y precioso. No había señales de complicaciones graves.— Ya escuchaste al doctor, estoy fuera de peligro. ¿Podemos dar un paseo corto?— Ni hablar, todo apunta que volverá la tormenta esta noche y no quiero correr ninguna clase de riesgos — decidió en tono firme pero cariñoso, varonil y protector.Gala exhaló, resignada, y es que, de no ser por sus continuas atenciones hacia ella, estaría perdiendo el juicio.De repente, una sonrisa triste llamó la atención de Ramsés.— Quizás, si mañana amanecemos con sol, podremos dar ese paseo que quieres.Los ojos de la muchacha se iluminaron en res
A la mañana siguiente, Ramsés fue el primero en despertar. Lo hizo al alba y gracias a una llamada importante que recibió.— ¿Tienes noticias? — preguntó en tono serio.— Estamos siguiendo algunas pistas, señor. Pero desde que no se les ve por el pueblo ha sido muy difícil.Ramsés suspiró y apretó los puños.— Bien, mantenme informado — después de eso, colgó.— ¿Pasa algo? — la voz de su esposa lo sacó de su broma. Se giró cambiando su semblante. Ella conseguía eso con demasiada facilidad. Se acercó con una media sonrisa y besó su frente.— No es nada importante, ¿Por qué no duermes un poco más? Todavía es temprano.— Me prometiste un paseo hoy.Ramsés rio.— Tienes razón. Entonces arriba. Desayunaremos primero — feliz, ella asintió, y saltó como un rayo de la cama, pero antes de entrar al baño, él la detuvo —. Será un paseo corto y sin desgastarte, ¿de acuerdo? — otra vez otro asentimiento. Se inclinó romántico contra sus labios y la dejó ir.Gala escogió un atuendo fresco, muy propio
— Tú jamás podrías parecerte a ella, Dios, es que… ni siquiera podrían ser iguales — le aseguró, pegando su frente a la suya, y es que a pesar del parecido físico que existía entre las hermanas De Lima, sus corazones eran completamente distintos, y Ramsés había comprendido eso después de conocer verdaderamente bien quién era su esposa.La mujer que amaba.— Pero ellas dicen que…— Son solo chismes de pueblo, solo eso — y la silenció con un dulce beso en los labios, logrando que con eso Gala dejara de preguntar, aunque la duda y la incertidumbre no abandonaron su pecho, y durante el camino, no dejó de preguntarse si él… había visto en ella a la mujer que una vez amó, y que no sabía si todavía amaba.Al llegar a la hacienda, Ramsés la obligó a descansar.— Por favor, prométeme que lo harás.— Pero me siento bien, en serio.— Gala, amor, necesito irme a trabajar sabiendo que vas a estar bien, no estaré tranquilo si no descansas — le pidió, entrelazando su mano a la suya.La dulce joven to
— No, María, yo no… — intentó decir la dulce Gala, contrariada por lo que acababa de decir María — ¿Por qué está diciendo es?María sonrió de forma suave y tomó las manos de la joven entre las suyas.— Muchacha, soy una persona vieja, y sé muy bien que dentro de ti, está formándose un pequeño ser.Gala negó, soltándose delicadamente de las manos de la mujer.— María, pero…— ¿Hace cuánto no menstrúas?En seguida, la joven hizo cálculos. Era muy regular en aquellos días del mes, y con lo que había estado pasando últimamente, había olvidado por completo que… ¡debió haber sido hace una semana! ¡Dios, una semana! ¡Era muchísimo! ¡Era…!— María… — se llevó una mano al vientre y otra a la boca para contener el asombro.— Tienes un brillo muy precioso en tu mirada, y tu cabello… luce más hermoso que antes. Además, ¿antes te gustaban las cerezas como ahora? — Gala negó, todavía temblando de susto, de miedo, de emociones encontradas en su pecho.— Dios, yo… esto es… María… ¿Qué se supone que de
El día de navidad llegó y la casa grande parecía otra. El ambiente vibraba con la emoción de los preparativos, propios de la fecha, y de la emoción de los empleados por al fin poder volver a celebrar aquella temporada tan especial. Por toda la casa grande se escuchaban risas, pasos apresurados y el eco de voces que coordinaban hasta el más mínimo detalle.Mientras tanto, en la habitación principal, Ramsés y Gala disfrutaban de un desayuno íntimo en la cama. La bandeja con panecillos, frutas y chocolate caliente quedó olvidada a un lado mientras ellos se perdían en besos y caricias. Ramsés no dejaba de sonreír mientras jugaba con un mechón de cabello de Gala.— Podía tenerte el día entero entre mis brazos — susurró el brasileño contra el hombro de su mujer.Gala rio dulcemente.— Aunque me encantaría, eso no podrá ser. Todos me esperan — comentó emocionada.Ramsés volteó los ojos, infantil.— Podrán arreglárselas sin ti.— Estoy segura de que sí, pero cuentan conmigo, y le prometí a Mar
Gala no supo cómo reaccionar, pero retrocedió intuitivamente, con los ojos empañados por la desilusión, y se llevó las manos al vientre, negando con la cabeza.Verla así lo destrozó.— Gala, mi amor, escúchame.— Ramsés, cariño… — la mujer que hace unos segundos lo rodeaba con demasiada familiaridad, se acercó a él, e intentó tomar su brazo, pero el rechazo fue demasiado esclarecedor.— Te pedí que te fueras.— Pero…— Lo digo en serio, retírate.La mujer, humillada y decepcionada por el rechazo del hombre que le gustaba, apretó los puños y salió de allí.En cuanto Ramsés volvió la vista al frente, descubrió que Gala ya no estaba.— No, no — se dijo a sí mismo. —. ¡Gala!Entró a la casa con la esperanza de alcanzarla, pero no la encontró, entonces escuchó un quejido.— ¡Ah! ¡Me duele! ¡Me duele!Los ojos de Ramsés se abrieron.— ¿Gala? — llamó, buscándola, y no fue hasta que alzó la vista cuando la vio sujetarse fuertemente de las escaleras que llevaban a las habitaciones. Corrió hacia
— ¿No… vas a decir nada? — preguntó Gala después de un largo y aterrador silencio. No podía descifrar nada en la mirada de Ramsés y eso la inquietaba.Ramsés se incorporó, atormentado, y se acercó a la ventana en busca del aire que de pronto le faltaba. Nerviosa, Gala se acercó a él a pasos tímidos.— Ramsés, por favor, di algo — rogó. Su voz de pronto llorosa.— ¿Qué tan… certero puede ser ese resultado? — preguntó en tono ronco, todavía sin mirarla —. ¿Hace cuánto debiste tener tu periodo?— Hace… dos semanas.Ramsés se pasó la mano por el rostro.— Entonces…. ¿no usabas ningún tipo de anticonceptivo?— No, pero, ¿Por qué estás preguntándome todo esto? ¿Es que… tú no quieres a este hijo? — preguntó destrozada. De pronto lágrimas bailando en sus ojos — Creí que esta noticia podría ser…Antes de que pudiera terminar de hablar, Ramsés se giró, acortó la distancia que los separaba y tomó sus mejillas antes de besarla profundamente.Gala ahogó un jadeo de asombro, pero se permitió saborea