¡Oh, Dios! Esta señora se las traia!!! Pobre Gala, herida. Es tan buena que no sabe toda la maldad que hay en el mundo. Pero eso esta por cambiar. Gracias por leer, recuerden comentar, reseñar y dar like.
— ¡Habla ya, muchacha! ¿Qué esperas?— Es que, María, yo… yo creo que cometí un error, uno muy grave, y por eso la señora ahora no sabemos dónde está.— ¡Dime de una buena vez que eso que hiciste, muchacha del demonio!— Bueno, lo que pasa es que… alguien llamó a la señora, y me dijo que era de vida o muerte que le pasara el teléfono, entonces yo lo hice, pero ya sabe lo curiosa que soy y me quedé escuchando detrás de la puerta — la muchacha jugaba nerviosa con sus dedos.— ¿Y qué escuchaste? — exigió María saber, con el corazón en la mano.— Pues es que ese es el problema, que no entendía nadita de lo que hablaban.María miró al cielo y volvió la vista a esa muchacha seriamente.— ¿Qué fue lo primero que escuchaste? — quizás de esa forma podía conseguir una pista que la llevara a esa pobre muchacha que, sospechaba, podía estar en peligro.— Bueno, la escuché preocupada, dijo algo como… “Nada, ¿Dónde estás?”María abrió los ojos.— ¡Continúa!— Después, hablaron de un tal simón, la señ
La búsqueda dio inicio, y de un momento a otro, había llegado a un punto crítico. Era una carrera contra el tiempo que Ramsés no estaba dispuesto a perder.Con cada minuto que pasaba sin que encontraran a Gala, su entereza se desmoronaba un poco más. Las horas avanzaban como una tormenta; lenta y agónica. Uno a uno, los jornaleros regresaban sin noticias. Las sirvientas que habían ido al pueblo también volvieron con las manos vacías. Nadie sabía nada. Nadie la había visto. ¿Cómo podía ser posible? ¡¿Cómo?!Cuando la tarde comenzó a caer, la noticia de la desaparición llegó más allá de los límites de la hacienda. Uno de los primeros en llegar fue Cristo Oliveira, un viejo conocido y vecino, acompañado de su esposa. Ramsés no esperaba verlo, especialmente después de la distancia que él mismo había impuesto desde aquel incendio que lo cambió todo. Cristo se desmontó de su caballo con una expresión seria.— Ramsés — saludó estrechando su mano. Enseguida supo darse cuenta de la angustia que
Ramsés nunca había tenido miedo como en ese momento, y es que de solo pensar que podía perderla, a él también se le iba la vida.— Vamos, mi amor, mírame, te lo suplico — rogó con voz rota, pegándola a su cuerpo y besando cuidadosamente su frente — ¡¿Qué pasa con el doctor?!— ¡Patrón! ¡Patrón! ¡Es el doctor! ¡Quiere hablar con usted! — le dijo un peón que entró corriendo a la casucha.Sin perder tiempo, Ramsés tomó el aparato y se lo llevó a la oreja.— Doctor, tiene que venir, es urgente. ¡Mi mujer está herida!— Lo sé, es lo que me acaba de informar uno de tus hombres, pero Ramsés, estoy lejos de la hacienda. Hay un virus que se ha propagado por los pueblos aledaños y me he ofrecido como voluntario para asistir a tanto como puedan. Pero escúchame con atención lo que harás, muchacho.Ramsés sintió que perdería el aliento. ¡La vida!— Doctor, mi mujer necesita asistencia. ¿Recomienda que la lleve al hospital en helicóptero?— No, no sabemos qué tanto ha afectado el golpe en la cabeza,
El sonido de la tormenta seguía afuera, las gotas golpeando rítmicamente el tejado de la casucha. La chimenea lanzaba destellos de luz cálida que iluminaban el pequeño espacio, haciendo que todo pareciera menos hostil. Fue en medio de ese ambiente tranquilo que Gala finalmente abrió los ojos.Al principio, todo era un borrón. La luz del fuego bailaba ante su mirada desorientada, y el dolor en su cabeza era punzante, casi insoportable. Intentó moverse, incorporarse, pero una mano cálida y firme la detuvo con suavidad.— Sí, soy yo, tranquila, no hagas esfuerzo.La voz profunda y tranquilizadora de Ramsés fue lo primero que reconoció con claridad, y ladeó la cabeza, encontrándose con sus ojos, aquellos ojos oscuros y llenos de preocupación que parecían escrutar hasta lo más profundo de su ser. Gala lo miró confundida, sin comprender del todo lo que sucedía.— ¿Qué... qué pasó? — murmuró con voz ronca, llevándose una mano temblorosa a la cabeza—. Me duele mucho...Ramsés suspiró, su mirad
— No, no digas eso.— Gala…— No, para, no me hagas más preguntas. No voy a responderlas. No quiero.Para ese punto, al brasileño le cabreaba que ella no pusiera de su parte. Sí, sabía que podía tener miedo, pero nadie más que él podía protegerla. ¡Protegerlos! ¡Él era el único!— Lo quieras o no, voy a dar con la verdad, y cuando lo haga, les haré pagar por esto que te hicieron — dijo en tono críptico.Gala negó, sus ojos llorosos estaban desarmándolo.— No, por favor, no hagas nada — le rogó. Temía las represalias. La humillación. El chantaje y la burla. Temía… romperlo más de lo que ya lo estaba —. Olvídate de todo esto, es lo mejor. ¡Olvídalo, Ramsés!— ¿Qué lo olvide? ¡Mujer, pudiste morir! ¿Entiendes cuán grave se vuelve esto? ¿Cuán… peligroso?— ¡Pero yo no estoy bien!— ¡Pero pudiste no haberlo estado!— ¡Pero ya no es así! ¡Mírame, esto aquí! ¿Por qué quieres complicarlo más?— ¡Porque si llegara a perderte, me muero, carajo, me muero! — exclamó, sincero, desde lo más hondo d
El resto de la noche pasó lentamente. Ramsés continuó al lado de Gala, cuidando de cada detalle hasta que el dolor de cabeza al fin cediera y pudiera quedarse dormida.Cuando el primer rayo de sol se asomó entre las nubes, Ramsés supo que la tormenta finalmente había amainado. Gala abrió los ojos después, parpadeando con debilidad mientras la luz iluminaba el rostro cansado, pero atento de su marido.— ¿No… has dormido nada? — preguntó con preocupación.Ramsés sonrió y besó su frente con sumo cuidado de no lastimarla.— Dormí lo suficiente, pero mentía solo para no angustiarla —. ¿Cómo te sientes?— Mejor — pero al intentar sentarle, su cuerpo se mostró débil, regresándola a la cama.— No te esfuerces, todavía estás débil — le dijo Ramsés enseguida, instándola a recostarse de nuevo.— Pero me siento mejor — dijo ella, aunque su voz apenas tenía fuerza. La cabeza volvía a dolerle y el mareo de hace días no la dejaba del todo en paz.— No lo necesario para esforzarte, así que no te muev
— ¿Ca…sarme? — preguntó Gala después de la lectura del testamento. Acababa de enterrar a sus padres y hermana mayor hace menos de veinticuatro horas y no había dormido lo suficiente, así que por la falta de lucidez, le fue fácil suponer que había escuchado mal.El hombre detrás del escritorio, con la mirada todo el tiempo gacha, repitió la cláusula para que no quedaran dudas, pero Gala negó, desconcertada.No, era una locura.¿Por qué razón sus padres la obligarían a casarse? No tenía sentido.— … y de no cumplir con dicho mandamiento, todo pasará a manos de su tía paterna, Beatriz de Lima.Gala giró la cabeza y miró a su tía con el ceño fruncido. Fue una sonrisa siniestra lo que la hizo volver la vista al hombre, y con voz dudosa, respondió.— De acuerdo, lo haré. ¿Cómo contacto a este hombre con el que… debo casarme?— No se preocupe, solo deberá presentarse en el registro civil a una hora estipulada. La señora de Lima la guiará en todo.— No necesito de ella.— Su padre así lo esti
La ceremonia se llevó a cabo de forma rápida y casi fría, y aunque Gala todo el tiempo mantuvo una sonrisa y su dulce optimismo, no sería hasta después de dar el “sí, quiero”, cuando descubriría su nueva realidad. Cruda y devastadora.Por supuesto, antes de firmar su destino, Gala tuvo preguntas, como de dónde se conocían él y sus padres, pero, ninguna de ellas fue respondida, a excepción de un “no tengo tiempo para tus preguntas. Continuamos o lo dejamos aquí. Tú tienes más que perder” de su parte. Por lo que Gala se vio en la obligación de asentir y unir su vida en matrimonio al hombre que estaría por conocer.— ¿Tienes tu equipaje contigo? — fue lo primero que le preguntó Ramsés a Gala luego de haberse convertido en marido y mujer. Ni siquiera hubo beso, lo que abochornó ante a todos a la pobre Gala.Con voz dulce, ella respondió:— No, no sabía que…— ¿Que qué? ¿Qué después de convertirte en la esposa de alguien te irías a vivir con él? — se burló Ramsés de forma cínica, y la cort