Capítulo 57: Confesión inesperada.

La habitación se encontraba en penumbras cuando Celine cruzó la estancia sin molestarse en llamar antes a la puerta. Enzo giró su cabeza viendo una silueta que se movía en medio de la oscuridad, entornó su mirada pero no distinguió de quién se trataba hasta que escuchó su voz.

—Enzo, ¿Estás dormido? —inquirió la joven acercándose sigilosamente. Enzo se encontraba recostado en la cama, con la mirada perdida y la voz entrecortada por el alcohol que había consumido.

—¿Celine? —dijo mientras encendía la pequeña lámpara de mesa cerca de la cama, iluminando la estancia.

Ella cerró los ojos por breves segundos encandilada por la intensa luz, al abrirlos se topó con un par de orbes grisáceos que la observaban curiosos.

—Sí, yo... —titubeó sintiendo de pronto las palabras atorarse en su garganta, carraspeó un poco incómoda de haber invadido su habitación sin permiso—. Supuse que no habías limpiado tus heridas, y he traído pomada.

Levantó el botiquín de primeros auxilios, y Enzo asintió lenta
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