Horacio corría convertido en lobo, rodeando el perímetro de la manada con una sensación apremiante que no lo dejaba en paz. Una angustia indescriptible se apoderaba de él, un presentimiento oscuro que lo conectaba directamente con Julieta. Algo malo le estaba ocurriendo a su mitad. Lo peor de todo era que ella no confiaba en él, y esa distancia lo estaba destruyendo por dentro.
Sus patas golpeaban el suelo con fuerza mientras avanzaba a toda velocidad hacia las zonas más alejadas del territorio. Y justo cuando alcanzó una de esas áreas apartadas, sus instintos lo frenaron en seco. Algo en el aire había cambiado, un hedor nauseabundo invadía sus sentidos.—¿Estás sintiendo ese olor, Horacio? —le preguntó su lobo, Hor, en un tono claro de alarma.—Sí, Hor, son vampiros —respondió Horacio con rapidez, compartiendo la misma inqNo había nada como un buen descanso acompañado de una deliciosa comida para recuperar las energías. Ese día, la nana se había superado a sí misma. Sus manos llenas de experiencia habían preparado un banquete que no solo complació el paladar, sino también el espíritu, transportándolo de inmediato a los fastuosos banquetes del palacio de su infancia. Mientras saboreaba cada bocado, una cálida sensación de nostalgia lo envolvía, recordándole esos días más simples y llenos de risas. Sin embargo, no podía demorar más. Había llegado el momento de prepararse para ver a su Luna. Se sentía renovado, vitalizado, y con determinación se dijo que esta vez pasaría más tiempo con ella. El consejo de Amet aún resonaba en su mente. A pesar de lo arriesgado que parecía, estaba convencido de que esa
El eco de su voz resonó en el despacho, dejando en el aire el peso de su decisión. Bennu asintió sin dudar, listo para seguir la orden al pie de la letra. Antes de que el Alfa pudiera continuar, Horacio dio un paso adelante, visiblemente preocupado. —Perdón, mi Alfa —dijo con urgencia—. Mi mitad, Julieta, probablemente necesite regresar a su trabajo en un par de días. Y los amigos de Netfis... ellos también tienen sus propias vidas entre los humanos. El Alfa sostuvo la mirada de Horacio por unos segundos antes de responder, con voz firme pero sin vacilar: —Los hombres no tendrán problemas. Ya lo viste, llevan una semana en el resort y nadie los ha molestado —aclaró rápidamente, haciendo un gesto para no dar pie a más preocupaciones. Luego, suavizando el tono, añadió—. En cuanto a tu mitad, Horacio, tienes mi permiso para ll
Isis estaba muy ruborizada y no podía mirar al Alfa Supremo a los ojos. Sabía que él se había percatado de que estaba realmente celosa, pero, en el fondo, deseaba saber a quién estaban elogiando. No podía reprimir los celos que la consumían.—¿Pensaste en lo que te pedí, mi luna? —preguntó el Alfa, que había ido con un objetivo ese día; no quería seguir demorando la integración de su luna completamente.Por su parte, Isis no respondió de inmediato. Levantó la mirada para observar los ojos de su Alfa, que le había hecho esa pregunta sin contestar la suya, lo cual la llenó de más recelo. ¡Mira, mi Alfa, cómo cambia el tema! Ahora sí que estaba muy celosa.—¿Qué cosa me pediste? —No recordaba en ese momento las conversaciones anteriores; estaba ciega de celos—. ¡No
Después de la última visita del Alfa Supremo, Isis se quedó aburrida y pensativa. Quería idear un plan para que él se quedara más tiempo con ella. No sabía si era correcto lo que iba a intentar hacerle a su Alfa, pero cada vez que lo veía acercarse, sentía como si sus entrañas se contrajeran. Debía tener mucho cuidado. Por lo tanto, no quería aceptar su propuesta de ser su novia. En su lugar, planeaba proponerle que fueran amigos con derechos.—¡Isis, estás jugando con fuego!— le gritó su conciencia al escuchar su plan.Desde que tenía uso de razón, Isis había conversado con la voz en su cabeza, a la que atribuía ser su conciencia. Y ahora era una de esas ocasiones en que sostenía una conversación consigo misma, lo cual era común cuando sabía que iba a hacer algo contrario a las enseñanzas.<
Isis sabía que tenía que dejar claro ese punto; ya casi estaba a punto de darle la razón a la voz de su conciencia: no estaba bien jugar con el Alfa Supremo.—Nosotros no somos humanos, mi luna —la interrumpió el Alfa con seriedad, afirmando su posición—. Somos lobos. Los lobos, cuando encontramos a nuestra mitad, la reclamamos, y ella nos acepta. A partir de ahí, podemos besarla todo lo que queramos.—¡Estoy realmente impresionada con tu lobo, Isis! —escuchó la voz de su conciencia, y esta vez no sonaba burlona. Todo lo contrario; sonaba realmente impresionada con el Alfa.—¿De qué parte estás tú? —preguntó molesta. Había empezado a odiar que el Alfa todo el tiempo le recordara que no era humana, insistiendo en lo que era ahora.—¡Yo no soy una loba, es Ast! ¡Yo soy humana! —gritó, exasperada.
Isis se quedó observando al enorme ser que era el Alfa Supremo, detenido delante de ella, mirándola con un amor que jamás había visto en los ojos de un humano. La duda comenzó a atormentarla.—No le creas, Isis —se apresuró a advertir la voz en su cabeza al notar cómo empezaba a dudar.—¿Por qué? Parece sincero —respondió Isis, decidida a besar al Alfa Supremo. Avanzó hasta estar frente a él y, con voz firme, le pidió: —Está bien. Cierra los ojos.—¿Qué piensas hacer? —se asombró la voz. —Tú no tienes ni idea de cómo besar, Isis.—Puedo hacer lo de siempre —replicó Isis, reconociendo que era cierto lo que le recordaba su conciencia.El Alfa Supremo quería reírse de la discusión que mantenía Isis consigo misma. No escuchaba con clarida
El Alfa Supremo se encontraba visiblemente afectado, con una tristeza palpable reflejada en su rostro, mientras las palabras de Isis resonaban en su mente y el lobo Mat gimoteaba en su interior.—¡No he dicho eso! —replicó rápidamente Isis, intentando aclarar la confusión. Acto seguido, declaró con firmeza y un rubor visible en sus mejillas—: ¡No quiero ser tu amiga con derechos, porque acepto ser tu novia!La confesión de Isis, tan directa como inesperada, logró detener la inmensa tristeza y desilusión que invadían al Alfa Supremo. Pero también traía consigo nuevas emociones; de alguna manera, Isis podía sentirlas. Aunque no entendía cómo, sentía en su interior todo lo que él experimentaba. En su mente, una voz resonó nerviosa y algo burlona:—¡Isis, ahora sí te volviste loca!Intentó
Isis, sin embargo, bajó la mirada, arrepentida de haber preguntado. No quería decir nada más sobre ese hecho. Después de todo, su beso le gustaba mucho.—Por nada, mi Alfa —respondió rápidamente, con un dejo de evasión en su tono. Su mente y la voz en su cabeza parecían coincidir por primera vez. ¿Para qué averiguar ahora? No iba a ganar nada con eso; sería mejor dejarlo para más adelante.El Alfa Supremo, aunque disfrutaba de las sutilezas de ese juego entre los dos, tenía en mente un propósito distinto para aquella ocasión. Ese día, estaba decidido a ayudar a Isis a recordar una parte crucial de su vida. Los años antes de los cinco, esos en los que había sido una loba. Su mirada se tornó más seria entonces. Se acercó a ella, observándola con decisión y ternura. Isis, a su vez, lo mir&oacut