Desperté con la silueta de un rostro que debido al azul brillante del cielo no podía distinguir ,el viento que me envolvió de repente y erizó mi piel me despertó por completo,haciéndome dar cuenta de que estaba empapada y que los labios de aquel rostro estaban sobre los míos brindándome calor y transportando aire hasta mis pulmones.
Sintiendo como el vómito empezaba a subir por mi garganta me apresuré a apartarme para expulsarlo,sin embargo sólo había sido agua. Cuando me volteé encontré al pelinegro más cerca de lo que había estado antes,mirándome a los ojos de una forma intimidante, peligrosa,con los mechones de cabello cayendo sobre sus pestañas,goteando. Su camiseta blanca se había pegado a su cuerpo como una segunda piel traslúcida, dejando ver su torso.
-¿Aún no he hecho nada contigo y ya intentas matarte?- habló con voz muy calmada pero aún así podía distinguir el peligro en aquel tono,por otro lado agradecí que pensara que había intentado morir
El trance en el que estaba se esfumó en el momento en que crucé la puerta,eché a correr con todas mis fuerzas,mirando a todos lados, tratando de ubicarme,pero era imposible,no había nombres de calles ,direcciones o letreros.-¡Oye!- miré de reojo al chico extraño acercándose rápidamente pero seguí corriendo, doblé la esquina esperando perderlo pero me quedé sin aliento. La calle era exactamente igual a la anterior, las mismas casas grises de dos plantas,los mismos jardines impecables,la misma calle solitaria.¿Qué era este lugar?El miedo y la desesperación me estaban carcomiendo rápidamente. Seguí corriendo con la intención de llegar al final de la calle y volver a cruzar,sin embargo sentí que mi alma había salido de mí cuerpo y regresado al oír el rugido de un motor en cólera detrás de mí,
"No volveré a repetirlo,no me subestimes"Ahogué una exclamación y mi vista se nubló por las lágrimas,mi celular ya no estaba. Descubrí las prendas en el suelo. La sudadera gris y los pantalones ajustados.No había sido un sueño.Mientras recogía la ropa observé la hora en el reloj de pared. Solté la ropa y corrí al baño a toda prisa.-¡ Ariana corre!- en la entrada del colegio logré ver a Nina. Los portones se cerraron justo detrás de mi- ¡¿Puedes decirme donde estuviste estos días?!- traté de pensar en cualquier cosa pero mi mente estaba en blanco-Te lo diré luego,vamos tarde a clase.-No creas que lo olvidaré- advirtió dirigiéndose
Un leve golpeteo en la puerta me trajo de vuelta. -¿Ariana?- abrí la puerta con cuidado,descubriendo a Luca del otro lado. -¿Si?- sólo pude verlo a los ojos por un segundo antes de apartar la mirada. -Ven conmigo- me limité a seguirlo escaleras abajo- Costas- le oí llamarlo antes de terminar de bajar los escalones y verlo salir de la cocina. Sentí que me miraba pero no me atreví a hacer lo mismo. -¿Qué haremos?-preguntó finalmente Luca, acabando con la tensión y el silencio. -¿Hacer? Ella decidió irse. Fué su decisión. -¡Costas! ¡No puedes dejarla ir así!- le recriminó elevando la voz -Si tanto te preocupa, llévala a tu casa. -Sabes que no puedo- le recriminó irritado. -Entonces la mata- - ¡Costas!- le riñó impidiéndole terminar -Me matarán...- Murmuré completando la frase,sintiendo la mirada de ambos- No soy estúpida- suspiré conteniendo las lágrimas - no te suplicaré por ayuda- mascullé mirando a Costas a los ojos- y te agradezco todo- miré a Luca - pero ya no quiero esto
Luego de comer en un puesto de comida,los guié hasta una tienda de ropa totalmente diferente que conocía muy bien. Pequeña, simple y acogedora. El humilde negocio de una vieja costurera. Cómo había ocurrido en el centro comercial, Costas se quedó afuera pero esta vez Luca le hizo compañía. No tardé mucho en pedir un par de uniformes de mi talla para la escuela. Apenas volvimos a la casa, Luca tiró las bolsas sobre el sofá y me llevó a la cocina. - Toma- reaccioné a tiempo para atrapar el delantal que me había lanzado en el aire -¿Sabes cocinar?- preguntó mientras se anudaba el suyo a su espalda baja. - Un poco- Luca rió al verme llevar la mano a mi nuca y rascarlo incómoda. - Pues deberás aprender, recuerda que no estás aquí de gratis- sentí un retorcijón en el estómago- ¿Sabes cortar verduras?- asentí rápidamente, no quería que creyera que era una inútil- Bien, corta esto- me ordenó, dejándo sobre una tabla de picar tomates, cebolla, ají y diversos montes. Me apresuré a cortar
Cuatro sombras pasaron velozmente, eliminando la franja de luz que se filtraba. Contuve la respiración. De repente podía sentir hasta el más mínimo movimiento de Costas, sus dedos sobre mis hombros, su respiración profunda y sus mechones de cabello, haciendome cosquillas en el rostro. De alguna forma era atractiva esa sensación de adrenalina y peligro, tan fuerte como el impulso de empujarlo y salir corriendo.Sin quererlo levanté la mirada solo un poco, detallando su rostro, miraba a la nada pero no tardó en clavar sus ojos en los míos. Me paralicé pero no aparté la mirada, su rostro aunque era fiero y aterrador, estaba acelerando mi corazón, haciéndolo palpitar con fuerza. Era atractivo.Intenté dar un paso atrás para recobrar el aire pero las repisas de un estante con utensilios de limpieza me lo impedía, clavándose en mi espalda. Su rostro se aproximó bruscamente obligándome a mirar a la nada.-Dije que no te movieras- habló entre dientes, haciendo más firme el agarre sobre mis
El brillante suelo de mármol sin duda abrumaba. No entendía como aún siendo casas idénticas por fuera, sus estructuras internas eran tan diferentes. Mientras la casa de Costas era sobria y algo rústica, la de este chico parecía un palacio romano, con columnas sosteniendo de manera elegante una segunda planta. A parte de eso, la frialdad y sensación de abandono en el aire, así como la alberca, eran exactamente iguales a los de la casa de Costas.Hacía un rato el muchacho había desaparecido sin más por uno de los corredores. Me abracé a mí misma tratando de conseguir algo de calor e intentando no temblar, pero el frío calando en mis huesos lo hacía imposible.- Matteo- miré al frente de golpe, el muchacho estaba extendiéndome una toalla- Me llamo Matteo - alterné la mirada entre la toalla y él, confundida. Finalmente pude reaccionar para extender la mano pero la toalla se había alejado con rapidez, como si le hubiera desagradado la idea de secarme. No tardó en caer sobre mis hombros su
El reloj del microondas marcaba las 11:40 de la noche, subí mis piernas a la silla y las abracé contra mi pecho mientras observaba la pasta que había servido, ya fría. Costas no había vuelto y por alguna razón me sentía nerviosa. Me levanté finalmente cuando dieron las doce y apagué las luces de la casa, dejando solo la de la cocina encendida. Clavé la mirada en la puerta a la espera. Él debía volver, debía estar en casa... Los rayos del sol golpearon mi rostro y aunque intenté volver a dormir,el sueño ya se había ido. Bufé y me levanté de mala gana,fulminando al sol mientras que me dirigía a las escaleras. Froté mis ojos con pereza pero al instante en que toqué la manilla de la puerta me detuve. Golpeé un par de veces pero no recibí respuesta del otro lado, así que abrí más aliviada pero volví a detenerme, como si mis pies se hubieran pegado al suelo, me volteé y miré la cama de Costas.Estaba perfectamente tendida. Él no había vuelto. Suspiré y entré al baño arrastrando los
- Espera...- Desde su altura, me miraba a los ojos atentamente, inmóvil, con su cabeza ligeramente inclinada, como un perro curioso. Lo detallé por un momento. Su cabello estaba peinado hacia atrás de forma prolija y en general, tenía una apariencia elegante pero peligrosa, de alguna forma. Lo que parecía ser parte de un tatuaje, se dejaba entrever por su cuello y descendía, perdiéndose en el inicio de su abrigo negro. - ¿Cómo sabes mi nombre?- logré articular, pero él no respondió, sólo siguió caminando. Aún no entendía como había terminado siguiéndolo, una parte de mí no me permitía detenerme y alejarme, pero otra parte sabía que algo malo pasaría. Podía sentirlo. - No puedes salir sola tan tarde, es peligroso ¿lo sabes?- Tragué saliva sin responder, clavando las uñas en las mangas de mi suéter. - ¿Quién eres?- No respondió. Llevábamos algunos minutos andando y parecía que caminabamos en círculos, aunque sabía que era el efecto que causaban la similitud de las calles. Comen