Capítulo Ocho

En la calle oscura y ventosa, la pregunta en sí no era quién los había matado sino qué estaba haciendo su marido allí. Andrea observó cómo Ricardo cogía el teléfono y a regañadientes, informaba del incidente a las autoridades y luego esperaba, con el corazón latiendo con fuerza en el pecho. A pesar de todo lo que habían pasado juntos, no podía evitar preocuparse por las consecuencias de sus acciones y lo que podrían significar para su futuro. El peso de sus errores pasados amenazaba con aplastarlos a ambos una vez más, pero ella se aferraba a la esperanza de que de alguna manera pudieran encontrar un camino a seguir juntos.

—Oficial García a sus órdenes.

El solo hecho de escuchar la voz del hombre que había irrumpido en su mansión le hizo sentir un fuerte dolor de estómago una repulsión instantánea la cual tuvo que aguantarse porque la situación lo ameritaba.

—Soy Ricardo detective. Necesito su ayuda.

Su corazón se aceleró mientras escuchaba la súplica desesperada de Ricardo, sabiendo
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