Conduzco sin rumbo por la ciudad, no me atrevo a regresar a casa todavía; necesito calmar esta rabia candente que corre por mis venas.
«¿Cómo se atreve ese maldito?».
Quiero gritar. Gritar hasta desgarrar mi garganta.
«¿Cómo se atreve a amenazarme de esa forma tan vil?».
Por mi rostro caen lágrimas de frustración, dolor y furia. Mis nudillos están blancos de tanto apretar el volante y mi cuerpo lo siento tenso, demasiado rígido. Miro al frente sin atreverme casi a pestañear; muerdo tan fuerte mis labios que comienzo a sentir el dolor, pero no me detengo. Ni siquiera puedo saber si respiro con normalidad; es tanta la desgracia en la que me voy sumiendo, que no soy consciente de nada más. Solo recuerdo las palabras de ese enfermo. Las repito en mi mente una y otra vez.
—Maldito —murmuro entre dientes.
Tengo que detener el auto en un
La noche termina conmigo abrazada a mi hija, intentando dormir. Entre todos los recelos, la incertidumbre y los viejos recuerdos, no logro conciliar el sueño. Para nada influye el cansancio físico, menos el mental; para darle un poco de descanso a mi cuerpo.Tengo miedo y no puedo negármelo. No a mí misma.Puedo aparentar seguridad, puedo ser una perra orgullosa si hace falta; todo por mantener esa imagen de mujer fuerte e inalcanzable. Pero no soy de hierro, sangre corre por mis venas y siento temor, como todos. Sé cuales batallas puedo enfrentar y cuáles no; y la que se avecina, es una que debo jugar con cuidado. Tengo claro que no me rendiré ante nadie, mucho menos por el enfermo de Richard, pero debo aguantarme el carácter para no terminar perjudicada.Mañana será un día largo y duro. No sé para qué me quiera Richard en el club tan temprano, nunca antes me había
«¿Qué diablos fue eso?».Sacudo mi cabeza para concentrarme en lo que debo hacer y no prestar atención a la intensa mirada que siento ahora en mi espalda. Me centro en las chicas a mi alrededor que alaban mi presentación y trato de ignorar las crecientes ganas de girarme, para verificar que el desconocido se haya ido. Lo que sentí, al cruzar nuestras miradas, fue más allá que una simple atracción. No se sintió como cuando te encuentras con alguien increíblemente hermoso, que deseas mirarlo porque es un buen refrescador de pantalla; no, este hombre miró a través de mí. Y aunque debería decir que no me gustó la sensación, sería una vil mentirosa; se sintió como un subidón de adrenalina ser el foco de atención de alguien tan imponente.Muerdo el interior de mi mejilla para aguantarme la necesidad de volver a verlo. Vuelvo
Me alejo de ellos con aparente calma. No puedo demostrar ni un ápice de preocupación o desesperación; primero muerta, que darle el gusto a alguien tan sucio como Richard.Siento a mis espaldas la mirada del desconocido, de quién ni siquiera conozco el nombre. No puedo mentirme a mí misma y negarme a la maldita realidad. Ese hombre me encandiló. Entre su voz grave y profunda, su aspecto impresionante y el carácter seductor imposible de evitar, logró engañar a mis neuronas encargadas de negarse a todo lo posiblemente desestabilizador. Debido a eso, por un lado, me siento realmente tonta. Resulta que no soy ni tan dura ni tan lista como pensaba, si con solo una mirada profunda de sus oscuros ojos pudo hipnotizarme. Por el otro, siento una mezcla de sentimientos extraños; después de cuatro años odiando todo lo relacionado con el sexo opuesto, viene uno que de insistir podría lograr muchas c
POV: Adam Silver.—Señor, ya lo están esperando.—Gracias, Henry —murmuro, mirando por la ventanilla el exclusivo club que acabo de heredar.Sacudo una pelusa invisible en mi traje de diseñador hecho a medida y resoplo molesto, por tener que venir hasta aquí. Mi chófer y hombre de mayor confianza, baja del auto para abrirme la puerta en cuanto nos estacionamos en el frente de la entrada del club.—No demoro, pero ya sabes, nadie sabe quién soy yo o qué pretendo.—Sí, señor, no se preocupe.Le hago un asentimiento con la cabeza y hago mi camino hasta donde un hombre gordo y calvo, me espera impaciente. Al verme, una sonrisa sudorosa se forma en su boca y deja ver unos dientes manchados y picados. Tengo que aguantarme las ganas de hacer un gesto despreciable ante lo que eso me provoca. Si hace tanto dinero como se rumorea, lo mí
POV: Amaia. Cuando Jessie llega, poco antes del mediodía, me entrega el itinerario de la noche. Al parecer, serán los lunes otro día de trabajo como el resto de la semana. Mi presentación privada está planificada para bien tarde, puesto que antes tendré que bailar en conjunto con mi amiga en el salón principal. Nos ponemos de acuerdo rápidamente sobre el número que haremos y luego decido ir a la casa para comer algo; así aprovecho para pasar un tiempo con Audrey. Dejo todo listo para mi regreso y salgo del club sin decirle a nadie; de todas maneras, cumplí con la petición de Richard y en ningún momento me dijo que debía quedarme hasta la noche.Atravieso el salón y vuelvo a recordar al desconocido para quien bailaré en unas horas. Todavía no sé qué pensar sobre él. ¿Será uno de esos arrogantes millon
POV: Amaia.—¿Qué diablos fue eso, Amaia? —pregunta Jessie, enojada, una vez volvemos a la parte trasera de la pista.Se escuchan los aplausos y gritos de los clientes del otro lado, pidiendo un poco más; pero yo no puedo pensar en otra cosa que no sean los ojos de Ernesto mirándome con estupefacción. Todavía no comprendo cómo fue que me reconoció a pesar de llevar una máscara. Me recuesto contra una de las paredes para sostenerme y por poco escucho a Jessie despotricando sobre que tuvo que reaccionar a tiempo y culminar el número como lo habíamos planeado. Siento el sudor frío correr por mi rostro y cubrir toda mi piel; como una eterna frialdad que constituye augurio de lo que está por venir.—Amaia, ¿me estás escuchando? —Siento la cercanía de Jessie y el tono un poco más relajado de la furia de hace unos minutos. Yo tr
POV: Amaia.Una pista con una única barra, un foco de luz roja y una mesa con una silla. Nada más.El ambiente creado es tan íntimo y erótico, que mi piel se eriza con nervios. Avanzo con pasos lentos y al pasar por un lado de la mesa, rozo con mis dedos la brillante madera reluciente. Miro el espacio y es tan reducido, que creo me sentiré a punto de colapsar.Mi cabeza ahora mismo es un caos, donde no puedo identificar del todo qué siento o cómo debo sentirme en realidad; entre el miedo que me hiela los huesos por la aparición de Ernesto, hasta las crudas sensaciones que no puedo dejar de sentir al pensar en lo que viene.Subo los dos escalones que me llevan a la pista y suspiro, antes de rodear el tubo con mis manos. El metal frío estremece mi piel y me veo obligada a cerrar los ojos cuando unas lágrimas rebeldes quieren salir. Respiro. Cuento hasta diez, hasta cien; todo por mantener
POV: Amaia.Recordar mi pasado justo ahora, me lleva a ese punto de concentración que necesito. Es mejor llenar mi cuerpo con sentimientos fácilmente manipulables, que caer al abismo sin saber qué esperar; más aún, si esta situación no logro encajarla donde debería. El desconocido ha despertado en mí esas sensaciones que creía dormidas, muertas, luego de Ernesto; y lo peor de todo es que ni siquiera lo conozco. Me aterra demasiado esa atracción extraña que sentí junto a él; la necesidad imperiosa de escuchar su voz. Ahora, por más que trate de negar lo evidente, no puedo esconder que a la par de la rabia que corre por mis venas por la aparición de Ernesto, la expectación me corroe y me hace tener algo que hace mucho no tenía: esperanzas.¿De qué?, no tengo idea. A pesar de que conozco los riesgos de que, efectivamente, sea eso, reconozco