III

Londres

Año 1706

Jaclyn

Mis piernas no reciben la orden de moverse, es como si me hubiesen clavado al suelo justo ahora. Mi mirada está perdida en el papel sobre el suelo. ¿Por qué él teniendo tanto prestigio y dinero quiere cortejarme?

Tiene a todo Londres alborotado, tanto madres como a hijas, padres y casamenteras. A mis amigas las tiene revueltas tras su llegada. Él no es un desahuciado de la sociedad como yo, él es el duque de Escocia, el galante y apuesto duque de Escocia. Su fama y dinero le hacen ser  el mejor de los partidos en esta temporada.

¿Por qué yo?

Naty malentendió todo, ni siquiera sé si voy a aceptar su cortejo. No quiero ser nuevamente la comidilla de todo Londres por esto. ¿Por qué siempre me pasa todo a mí?

Me agacho para tomar la carta y con la misma en mis manos, voy hasta el despacho de mi padre. Toco y al invitarme a entrar, lanzo la carta sobre su mesa.

—Niega rotundamente ese cortejo padre, no lo acepto —determino seria.

Su silencio hace desprender molestia , toma en sus manos la carta y la lee con breve. Luego sus ojos se posan en mí.

—¿Quieres que rechaze la oferta? —inquiere y asiento.

—¿Tienes algo que objetar con respecto al duque Jaclyn?

—No es que pueda señalarle con un dedo, porque ni siquiera le conozco. Pero me opongo rotundamente  a casarme con él.

Hacer eso daría vida a todo lo que antes era una pesadilla. Primeramente casarme sin amor, darle hijos a un hombre que no siente nada por mí, y ser el centro del teatro porque me haya elegido a mí y no ha otras jóvenes mejores...

—¿Entonces nuestro linaje tendrá su fin? ¿Eso quieres?

—No padre...

—¡Entonces dime de qué m*****a forma arreglo tus tontedades? —brama dando un fuerte golpe sobre la mesa—. Jamás has pensando en nuestro apellido para hacer las cosas, solo te importas tú. Y ya me cansé, no te di esta educación para que te manifietes así.

—Pero padre... —interrumpo y él levanta la mano en señal de callar.

—Estoy en una situación muy degradante, no quiero que te cases por obligación, porque jamás quise eso para mis hijas. Pero no hay alternativas, tu hermana se casará con ese príncipe y tú con el duque. No pienso seguir siendo el que crió a una desvergonzada. Quiero que estés bien y que sigas tu vida, que pienses en tu hermana y en su futuro, ¿acaso no quieres que ella sea feliz?

Mis ojos se llenan de lágrimas al pensar que él jamás ha sido el culpable. Al contrario, otros padres han sacado a rastras a sus hijas por actos impíos. Y él siempre ha estado ahí, y ama a Kathleen. Quiere lo mejor para mí, siempre lo ha querido y sí tomó esa desición es porque ya conoció al caballero en cuestión. Estoy segura que jamás me entregaría a alguien pecaminoso.

—Quiero que ella sea feliz padre, pero yo no lo amo. —Rompo a llorar frente a él.

A pesar de todo me siento obligada y atada. Sin caminos o alternativas que tomar, y por mucho que mi padre lo conozca, ¿qué sabrá si es un maltratador luego? ¿o una bestia?

—¿A quién no amas hermana? —pregunta bajito Gabi desde la puerta del despacho.

Mis ojos la miran bajando la cabeza. Pobre Gabi, sus pasos se acercan hasta la mesa bajo la mirada de ambos. Ella toma la carta en sus manos y la comienza a leer.

Sus ojos se abren asombrados y luego van de mi padre a mí.

—¿Esto es...

—Una carta de cortejo para tu hermana Gabi —responde mi padre.

—¿Hermana estas bien? —interroga preocupada.

—No estoy bien Gabi —contesto bajito entre sollozos.

—¿No quieres este cortejo?

Niego con la cabeza sintiéndome peor de lo que ya me siento.

—¿Papá te está obligando a aceptarle? —cuestiona ahora y su voz es casi un hilo.

—No la obligo Gabi, ese es su deber. No debe, tiene que hacerlo —zanja papá con firmeza.

Lloro con más fuerza odiando haber nacido antes, haber hecho lo que ese día hice y haber arruinado todo a mi paso. Pues aunque ya los años han cambiado, hasta a mi hermana la empezaron a ver mal luego de lo sucedido, yo barrí con una escoba llena de eces a toda nuestra familia, dejándonos a todos sucios.

—Pero ella no quiere padre —comenta Gabi intercediendo.

Mi padre se queda en silencio, yo ni siquiera puedo subir la cabeza para mirarlo. Él está esperando que interceda pero no lo haré, no tengo fuerzas, sino miedo a entregarme a alguien que no conozco y que me llevará muy lejos de aquí.

—¿Quieres casarte tú Gabriella?

—Claro que quiero casarme, pero no tienes que obligar a mi hermana a hacerlo.

Mi padre bufa alto y se gira de espaldas, toma de su librero un pergamino bastante gordo. Lo abre buscando algo en el y luego lo lanza sobre la mesa.

—Léelo, la parte c del inciso a —pide a Gabriella.

Mi hermana lo toma en sus manos y comienza a leer en voz alta:

"A todos los cabezas de sus casas y responsables de entregar a sus hijas en matrimonio. Yo, el rey Federic IV decreto a partir de hoy que si la primera de las hijas por orden de nacimiento no está casada, ninguna de las que le siguen en su orden pueden casarse, hasta la que le antecede no sea dada en matrimonio".

Los ojos de mi hermana miran a mi padre de forma intensa. Se ha quedado completamente en silencio entendiendo ahora todo. Traga grueso como si tuviese espinas en la garganta.

Su vista caen en mí y su mano se levanta luego de varios minutos, toca mi hombro y me sonríe con muchísima tristeza en todo su semblante.

—No lo hagas hermana, no te preocupes. Cuando vuelvas a enamorarte algún día si alguien aún quiere cortejarme, entonces me casaré. Padre por favor, envía mi carta de desenlace a la casa del príncipe. Tú hermana, mereces ser feliz por una vez en la vida —añade y luego de eso se marcha corriendo.

Mi corazón se quiebra, duele en mi pecho cantidad. El dolor es tan agonizante que es como si me clavaran un puñal en el alma. Salgo de ahí sin más nada que objetar. Yo no pedí esto, no pedí casarme.

                

                      *********

Casi dos semanas han pasado y el cartero no deja de traer cartas para Gabi, cartas que ella ni siquiera lee. Son de la autoría del príncipe, él se ha presentado ya en nuestra mansión varias veces.  Pero ella ni siquiera sale de su habitación. No habla con nadie y la siento llorar todo el tiempo. Sino es porque Gloria sube la bandeja de comida y vira vacía, ya mi padre hubiese roto a patadas la puerta de su recámara.

Odio esto, odio que mi Gabriella no sea Gabriella, no soporto sus sollozos por las noches, ni ver si habitación completamente cerrada. Madre está al punto de la locura por el calvario que estamos pasando. Y todo es mi culpa, la cara de mi padre para conmigo es de profunda decepción. Ni siquiera me dirige la palabra cuando le hablo.

No he visto más a mis amigas tampoco, pero Naty me debe odiar por lo que vio. El duque aceptó sin más el rechazo, pues no se ha presentado junto al príncipe cuando viene a ver a mi hermana.

¿Por qué entonces mandar una carta de cortejo? ¡Ni siquiera le intereso!

Yo siento que voy a explotar de un momento a otro, justo estamos terminando de desayunar cuando los alaridos de los sirvientes nos sacan de la mesa a todos. Corremos fuera y la veo, veo a una de mis terribles pesadillas volverse realidad.

Mi pequeña hermana está parada en el balcón, sus pies dezcalsos están sobre el muro y no hago más que contener la respiración.

—Gabriella, baja de ahí —pide mamá comenzando a llorar.

Papá corre dentro de la casa y lo pierdo de vista. Pido que se lleven a mi hija entro.

—No madre, no quiero vivir, no así. No cuando solo seré infeliz toda la vida. No puedo pedirle a mi hermana que haga algo en contra de su felicidad tampoco, sería injusto. Yo no quiero agonizar cada día como un muerto. Quiero dejar de sentir ese dolor que me come por dentro.

Cuando dice lo último llorando, un pie da un paso al frente. Mis manos van a mi boca cuando ni siquiera puedo hacer nada, o decir algo. Las lágrimas no me dejan, no puedo. Esto me supera.

Pero ella no cae al piso, porque papá la sostiene con fuerza. La jaló atrás y calló sobre él. Ella da patadas removiéndose entre sus en sus brazos diciendo todo el tiempo: "Quiero morir".

Esto es lo más doloroso que he pasado en mi vida. Esto ha marcado el comienzo de algo. Pero mi hermana está primero que yo, no voy dejar que la vida me la arrebate, no cuando puedo sacrificarme por uno de los rayos de luz que iluminan mi oscura vida.

¡Tengo que aceptar al duque!

                       *****

Una semana después, hablé con mi hermana sobre todo. Su rostro cambió aunque no mucho. No quiere que haga las cosas por obligación, pero yo iría al fin del mundo solo con verle sonreír de nuevo.

No lo tomó muy bien, pero a los días ya sonreía levemente. Leyó todas las cartas que el príncipe le había escrito y su emoción creció. Realmente está enamorada de él. Por mi parte, mi padre jamás rechazó el cortejo del duque así que ayer mismo envió su respuesta.

Mentiría si dijera que no esperaba verle ayer mismo acá en la casa. Pero ni siquiera hoy he recibido alguna respuesta favorable suya. ¿Se habrá arrepentido?, ¿y si se arrepiente y no logro casarme al fin? ¿mi herman...

Llego de cabalgar con Luna a los establos sintiéndome agitada. Gloria me espera en los mis mismos y mi preocupación crece.

—Señorita Jaclyn, tiene una visita —comenta al fin.

Mi ansiedad crece al instante, bajo de la yegua y me acomodo el vestido. Peino con mis dedos mi cabello revuelto por el aire anteriormente y salgo. Estoy realmente nerviosa, ¿si vino es porque aceptó no?

Entro a la mansión con mis latidos a mil , camino hasta la sala principal. Le veo, como siempre muy pulcramente peinado. Conversa con seriedad de algo con mi padre. Sus facciones arrugadas son realmentes dignas de apreciar, sus pobladas cejas se elevan de vez en cuando y sus dedos no dejan de tintinear sobre su pierna cruzada.

¿Estará nervioso?

Ahora al acercarme más acaparo su visión, su mirada se escurre por todo mi ser y mi corazón revolotea dentro de mí. ¿Por qué me hace sentir así?

—Jaclyn , que bueno que llegaste. El duque Hadid quería conversar contigo. Yo les doy mi bendición, pero falta el acuerdo de ambos en persona.

Asiento y ambos se ponen de pie, el duque camina hasta mí y me pide la mano. Inquieta la tiendo y él hace lo que siempre ha hecho para saludarme. Besa la coronilla de la misma. Esa costumbre se ha perdido bastante, son pocos los hombres que siguen haciéndola y como ya dije antes, agradezo al cielo porque llevo guantes.

—Un gusto nuevamente señorita Jaclyn —saluda Hadid.

—Igualmente su señoría —hablo de forma condescendiente.

El duque sonríe de lado y mi padre nos deja solos, osea nos deja conversar a varios metros lejos de él. Pues ninguna pareja debe estar sola, siempre debe la familia de la joven cuidar de su castidad. Y aunque ya yo no sea una joven casta, se hace el mismo procedimiento, las parejas se deben entregar santas al altar y ante dios. Limpias de todo acto pecaminoso.

Me siento y él hace lo mismo, su intensa mirada verde me hace bajar la mía al suelo al instante.

—Pensé que no responderías jamás —expresa serio.

Su voz denota una leve molestia.

—Lo siento han surgido cosas en la mansión —comento.

—¿Estás bien? —pregunta y mis ojos van a los suyos.

Levanto mi ceja en señal de rareza.

—Dígame alteza y realmente quiero que sea sincero conmigo.

—Hable usted señorita Hendricks —pide recostándose al sofá.

—¿Por qué yo?

Su mirada está expectante  y ahora sonríe de soslayo.

—Le debo un gran favor a mi amigo, como antes le decía a usted, a veces uno hace grandes sacrificios por sus amigos. Y a Jairus le debo uno muy grande —explica sincero.

—¿Qué tiene que ver Jairus conmigo?

—Con usted nada señorita, pero sí con su hermana. Yo voy a casarme con usted para que él pueda así desposar a su hermana la señorita Gabriella Hendricks —manifiesta y mi boca se abre en forma de O.

—¿Qué ganaría usted con esto señor duque? —inquiero.

—Una buena madre para mis hijos —añade dejándome de piedra.

¿Cómo?

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