(20)

Solo tenía que recordar que él era Leonardo, aquél joven bondadoso que yo conocía. Ese hombre que hubiera dado la vida por mí, si de eso se tratara. Cerré los ojos y suspiré profundamente, un suspiró que necesitaba. Al abrir mis ojos me sorprende que Leonardo siga mirándome, esperando mi respuesta ante tales declaraciones.

Me levanté con rapidez para acercarme lentamente a él, mientras su respiración estaba entre cortada. Lentamente pose mis manos sobre su pecho ancho y musculoso, mientras sentía lo agitado que estaba.

–No te tengo miedo. –Pronuncie temblorosa mientras mi cuerpo recuperaba un poco del calor, que me hacía falta estando en esta habitación a oscura y fría.

–¿Entonces dime por qué estas temblando? –Se mofa al ver mis manos pálidas temblando.

–Entiéndeme. –Tome su cara entre mis manos para acercar lentamente mis labios fríos a sus cálidos labios. Al principio el hombre me recibe con frialdad, pero la pared que quiere trata de construir enfrente de mí, se cae en cuento mis
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