En la escalera. Uno de los asistentes de Vittorio le preguntó con cuidado: —Señor, ¿quiere aprovechar esta noche para hablar con Adriana? ¿Y luego mencionarle lo del patrocinio de su perfume, para que acepte sin problemas? Vittorio no respondió de inmediato. —Pero… ¿no es cierto que patrocina su perfume solo para tener más oportunidades de acercarse a ella? ¿No es demasiado indirecto? —insistió el ayudante, confundido. Vittorio cerró los ojos un momento y lo miró con seriedad. —¿Cuántas veces tengo que repetirte que todo lo que el abuelo me pide debe ser analizado con cuidado? Si él quiere que me acerque a Adriana con tanta sutileza, ¿por qué sería directo, como si estuviera intentando conquistar a una muchacha cualquiera? Si fallo… ¿quieres que la fortuna de la familia Bruges termine en manos de Fabrizio? —Tiene razón, señor. Me equivoqué —dijo rápido el ayudante, bajando la cabeza. —Menos palabras, más acción. Vittorio bajó los últimos escalones, mirando a Adriana,
Antes de que empezara la fiesta. El mayordomo de Gracia, siempre listo, le explicó la situación: —Señorita, antes de la fiesta, el duque estuvo hablando con Vittorio en el segundo piso un buen rato. ¿Crees que esto tiene que ver con él? —Escuché que en el centenario de la familia Bruges, Vittorio ayudó a Adriana… Tal vez le interese. Además, parece que el abuelo de Vittorio no tiene problema con eso. Gracia apretó los puños, furiosa. —¿Estás diciendo que Vittorio quiere conquistar a Adriana? ¿Y hasta convenció a mi papá de que la ayude? ¡Eso es absurdo! —El duque está tratando de ganarse el apoyo de la familia Bruges, así que, si ayudar a Vittorio le sirve, no es raro que lo haga —agregó el mayordomo. Gracia rechinó los dientes, llena de rabia. —¡No voy a permitir que Adriana y Vittorio estén juntos! El mayordomo, sorprendido, preguntó: —Pero si Adriana deja a José, ¿no sería bueno para usted? —¡Eso no significa que la dejaré entrar en la familia Bruges! ¡Sería de
Alrededor, los invitados seguían halagando al duque Guillermo, algunos de forma sincera, otros no tanto. Él respondía con educación, pero no dejaba de mirar de reojo a Vittorio. Cuando dejaron de estar encima de él, Adriana aprovechó para hacer su pregunta: —Su excelencia, recibir su invitación ha sido un honor, pero también me sorprendió. ¿Podría decirme por qué me invitó? El duque se rio. —Mi hija, Gracia, ha tenido algunos malentendidos contigo en el pasado. Como esta noche invité a todos los amigos de Costa Sol, pensé que era justo incluirte también, como una forma de disculpa en su nombre. —Su excelencia es muy amable. Aunque Adriana sonreía, en sus ojos se podía ver un rastro de maldad. Se le ocurrió una idea y añadió: —De hecho, acabo de ver a la señorita Gracia en la fiesta. Parecía ella muy interesada en mi propuesta. Tal vez fue ella la que habló bien de mí ante usted, lo que hizo que le pareciera una buena idea. El duque cerró los ojos un momento y apretó los p
—¿Señor José? Vittorio volteó y vio a José, imponente como siempre, parado junto a Adriana. Tosió un poco, tratando de ocultar su incomodidad. —Entonces, ¿el Grupo López ya decidió trabajar con el Grupo Financiero Torres? —preguntó con un tono neutral, pero con un rastro calculador en los ojos. Adriana asintió con una sonrisa. —Aún no está completamente cerrado, pero la propuesta del Grupo Financiero Torres es muy buena. Vittorio entrecerró los ojos y sonrió, algo desafiante. —El señor José siempre va un paso adelante. No es raro que el Grupo Financiero Torres se haya convertido en una de las mayores potencias del sector. Aunque sonaba como un cumplido, su tono no era del todo amistoso. José, sin alterarse, tomó una copa cercana y respondió con calma: —Señor Vittorio, solo hago lo que cualquier empresario haría: saber cuándo actuar y, sobre todo, en quién confiar. Vittorio carraspeó, notando la indirecta. Sus ojos mostraron interés. —¿Y en quién planea confiar el
El tono de Héctor cambió de golpe. Aunque le hablaba a Adriana, ella sabía que sus palabras eran para José. Sin perder la calma, soltó su copa y se fue con elegancia: —Disculpen, tengo que irme un momento. Salió del balcón, dejando a los dos hombres frente a frente en la oscuridad. En el balcón. —Si algo le hubiera pasado a mi madre adoptiva, hoy no estaríamos hablando aquí. Los ojos de Héctor brillaban con un rojo intenso, mostrando su enojo y amenaza al mismo tiempo. —José, nunca pensé que te tendría de enemigo… ¡y por esa mujer! José se mantuvo inmóvil, su voz era sólida como una roca: —Ella está a salvo porque me aseguré, de manera personal, de que recibiera la mejor atención médica. —¿Y crees que debo agradecértelo? —No es necesario. José lo miró por encima del hombro. —Lo hice porque no veo la necesidad de lastimar a los inocentes. Pero eso no significa que quiera seguir aliado contigo. Sus palabras fueron un golpe directo. Héctor apretó los puños, furio
Vittorio le hizo una señal a uno de sus hombres, que se acercó rápido. Le dio unas órdenes en voz baja, y el hombre asintió antes de irse. Gracia, sin darse cuenta del enojo en la mirada de Vittorio, pensó que sus palabras le habían gustado. Con entusiasmo, siguió hablando: —¡Claro! Usted es tan guapo y especial, y Adriana es muy elegante. ¡Ustedes dos son la pareja perfecta! Adriana, sospechando, levantó una ceja y miró a Gracia: —¿Cómo que tu hablando bien de mí? Gracia se puso nerviosa y miró a otro lado. —Bueno pues… hemos tenido problemas antes, ahora, solo digo la verdad. Antes de que Adriana pudiera responder, Gracia cambió rápido de tema. —Además, nadie puede negar que Vittorio es el más guapo de esta fiesta, ¿no? Adriana no dijo nada y solo sonrió, como si no le importara. De repente, Gracia sintió que alguien la miraba con intensidad. Se puso tensa y volteó la cabeza… para ver a José mirándola. Un escalofrío le corrió por la espalda. Por un momento, quis
Vittorio se acercó al escenario, con una expresión tranquila, aunque sus ojos mostraban algo más. —Vine a Costa Sol representando a los Bruges. Ando muy ocupado con los asuntos de la empresa y sin tiempo para organizar una reunión con nuestros colegas. Aprovechando esta velada organizada por el duque Guillermo, quiero ofrecerle una invitación formal a mi residencia. Dicho esto, se volteó hacia el duque Guillermo y sus hijos, sacando varias invitaciones. —Las entregaré personalmente en los próximos días, pero, para la familia del duque, prefiero hacerlo esta noche. Uno por uno, fue dando las invitaciones a los hijos del duque, andando con elegancia. Al final de la fila estaba Gracia, que observaba todo, expectante. Después de todo, pasó la noche entera hablando bien de él. Seguro su esfuerzo no sería en vano. Y ahora que un sonriente Vittorio le entregaba invitaciones a su familia, su corazón se calmó un poco. Si su papá veía que había logrado ganarse a Vittorio, tal vez n
Rafael se sentó más derecho, completamente asombrado por la precisión con la que José había anticipado cada detalle.Todo salió exactamente como lo había previsto.En casa, después de bañarse, Adriana estaba inquieta. De pronto, recordó algo y agarró su celular para llamar al encargado de la sala de fragancias. —Elías, perdón por molestarte tan tarde. Estos días que has estado cuidando la sala de fragancias, ¿no has visto nada raro? —preguntó. Elías, que estaba de turno en la noche, pensó un momento antes de contestar: —Ahora que lo dices… sí, ha pasado algo extraño. —¿Qué fue? —Durante las noches, he visto subir a esta planta a uno o dos empleados que no conozco. Tienen sus credenciales, pero se mueven de manera sospechosa, como si estuvieran vigilando algo. Justo esta mañana iba a contarte. ¿Quieres que avise a seguridad para que refuercen el control de acceso? —No hace falta —dijo Adriana con calma. —De hecho, quiero que esta noche bebas un poco y te eches una siesta d