Adriana levantó una copa de vino, fingiendo una actitud casual, apoyada en la barra. Sus pensamientos volvieron a la llamada de don Lorenzo, así como a todo lo que había experimentado desde que llegó al salón de baile.Habían dos que le parecían sospechosos: una era Elena, que inexplicablemente sabía que ella tenía una razón oculta para ir a la fiesta, y el otro era Héctor, que también había preguntado sobre la flor del Jade de Vid…En ese momento, un grupo de mujeres no muy lejos de ella exclamaron:—¡¿Vieron las noticias hace un momento?!—¿Qué fue lo que ocurrió?—¡Justo ahora, el Grupo Torres compró el Centro de Comercio de Madecia!—¿De verdad? ¡Qué noticia! ¡El Grupo Torres tiene dinero hasta para botar por los aires…!Mientras hablaban, todas las mujeres miraron por instinto a José. Ese hombre desprendía un aura que no parecía en nada el de una persona común. Casarse con él significaría que, incluso viviendo una vida de lujos desmedidos, jamás se terminaría su fortuna.—Además,
José se quedó sin saber que decir.Observó cómo Adriana era llevada al centro de la pista de baile por otro hombre justo frente a sus ojos. Los dos se movían con una perfecta sincronización, mientras el hombre se presentaba y hablaba con confianza. Adriana, con una sonrisa, seguía la conversación. Los ojos de José se entrecerraron de repente.Desde pequeño, todo lo que quería, lo conseguía, pero hacía apenas unos segundos, ¡su propia mujer lo había rechazado frente todos!En ese momento, una mujer se paró frente a él, bloqueando su vista. José la miró con enojo, dándose cuenta de que era Elena.Respiró hondo, y de repente extendió su mano hacia ella.Elena quedó completamente sorprendida.¡Estaba tan emocionada que casi lloraba! Rápidamente, sin dudarlo, colocó su mano sobre la de él.Elena había venido para provocar a José, creyendo que estaba enfadado por culpa de Adriana, y para aprovechar la oportunidad de intentar arruinar la relación. Pero, ¿quién iba a imaginarse que, además, re
La fiesta había llegado a su clímax.En la pista, las parejas bailaban con entusiasmo, mientras que en la sala VIP, Elena encontró a la subordinada de Héctor y le preguntó:—Esta noche hice todo lo que me ordenaron. A partir de ahora, ¿soy libre?—¿Libre? —La subordinada se burló—. ¿Qué se supone que hiciste?—El Héctor me dijo que difundiera los rumores sobre José entre las otras mujeres, para que hablaran de ello y provocaran un cambio en la actitud del señor Torres hacia Adriana. ¡Eso ya lo hice! ¿No lo viste? Hace un rato, esa tonta de Adriana eligió bailar con otro hombre en lugar de con el señor Torres, y al final, el señor Torres vino a bailar conmigo.Elena se defendió con firmeza y continuó:—Además, yo no le debo nada al joven Héctor. Nuestra relación siempre ha sido de mutuo beneficio, pero ahora ya no necesito nada de él. ¡Soy libre!—Cualquiera que sea elegido por el joven Héctor no tiene derecho a irse por su propia cuenta —respondió la subordinada, cortante.—¡Qué absurd
Elena marcó el número de su papá, Javier, su corazón aún latía con fuerza de la emoción.Él y su mamá Ana contestaron, y lo primero que ella hizo fue contarle lo que había pasado en la fiesta. Sus papás estallaron en carcajadas de alegría.—¡Muy bien, excelentísimo! —exclamó Javier, emocionado.—No te preocupes, me encargaré de todo de inmediato. ¡La cena de mañana será perfecta, no te avergonzaré!—Ahora no se trata solo de no avergonzarme, papá. —respondió Elena, con un tono juguetón y lleno de orgullo. —Es importante hacer que el señor Torres no pase vergüenza.—Sí, sí, sí. —Javier respondió emocionado.—Además, enseguida te enviaré algo de dinero. Ve a comprarte un vestido de alta costura y unas joyas. No podemos permitirnos que el señor Torres pierda prestigio frente a sus amigos.Tras colgar, Ana, sorprendida, preguntó:—Elena… ¿de verdad has conseguido conquistar a José?—Mañana ya cenaremos juntos. ¿Por qué dudaría? —Javier miró a Ana, reprochándole.—El señor Torres no solo a
En cuanto a los sentimientos de Adriana, José no estaba completamente seguro al principio.En la fiesta, Adriana había sugerido que trabajaran juntos manteniendo cierta distancia: ella investigaría entre los hombres invitados, mientras que él se enfocaría en las mujeres para recopilar información sobre el Jade de Vid.Sin embargo, los comentarios de aquellas mujeres que hablaban sobre su pasado habían hecho que pareciera que realmente estaban distanciados.Ahora, José estaba seguro: Adriana lo estaba evitando a propósito. Claramente, ella estaba afectada.Mirando a la mujer solitaria en el balcón, con el viento revolviendo su cabello, José no sabía cómo describir lo que sentía.A ella le importaban las palabras de esas personas, le importaba si él había amado profundamente a alguien en el pasado, y si ella no era más que un reemplazo en su corazón. Cuanto más evidente era que ella lo tenía presente, el conflicto en corazón se hacía más grande, era… una alegría que se contradice.—¿No t
Javier nunca había ido a reuniones de los círculos más exclusivos, y temía que, si cometía algún error, esto pudiera darle una mala impresión a José.Sabía que a las personas así les gustaba la privacidad, así que, después de pensarlo mucho, decidió hacer un gran esfuerzo y reservó todo un piso de un restaurante de lujo para garantizar que nadie los interrumpiera durante la comida.Una vez que todo estuvo preparado, Javier le pidió a Elena que confirmara la hora con el asistente de José.Rafael ya había recibido instrucciones claras de José: todo lo relacionado con el almuerzo de ese día debía ajustarse a lo que indicara Adriana.Cuando Rafael le informó a Adriana, ella, con una mirada calculadora, dijo:—La hora y el lugar están bien. Déjenlos pues seguir con sus planes.—Entendido.Rafael le envió el mensaje a Elena, y tanto ella como Javier no podían contener su entusiasmo. ¡No podían creer que José hubiera aceptado tan fácilmente! Ahora estaban aún más confiados.El almuerzo estaba
Quienes estaban sentados alrededor de la mesa se levantaron para saludar, diciendo:—¡El último en llegar debe ser alguien como el señor Torres, que siempre está ocupado con asuntos importantes!José asintió con calma, con una pequeña sonrisa que mostraba emociones encontradas:—Lamento haberlos hecho esperar.—No es nada, nosotros también acabamos de llegar. —Antes de que alguien más pudiera hablar, Javier lo interrumpió, intentando destacar su posición como anfitrión de la reunión.Elena también aprovechó para empujar a Adriana a un lado y acercarse a José, diciendo con tono servicial:—Sabía que estarías muy ocupado, así que no quise molestarte llamándote. Le habló agarrándole el brazo, con la intención de insinuar una relación más íntima entre ella y José, para que los demás en la sala comenzaran a especular.Sin embargo, José no levantó la vista ni respondió a su comentario, ignorándola por completo.Al ver que José no le hacía caso a su hija, Javier entendió que era su turno.Al
Javier sintió que estaba a punto de perder la cabeza y salió corriendo de la gran noche que tanto había soñado.Cuando Elena vio que su padre se iba, se dio cuenta de que, en aquel enorme salón privado, solo quedaba ella. Aunque nadie le prestaba atención, sabía que todos estaban disfrutando secretamente de su humillación.Sin tener el valor para quedarse más tiempo, abrió la puerta y salió corriendo.Sin embargo, antes de que pudiera irse de aquel piso reservado, una luz cegadora impactó directamente en sus ojos.De inmediato reaccionó: no era el sol, ¡era una cámara!¡Había paparazzi escondidos tomando fotos!Elena se quedó sin saber cómo reaccionar. Llena de frustración y desesperación, sacó su teléfono y llamó rápidamente al contacto de la revista con la que había pactado la filtración, para cancelar la noticia. Si esto se hacía público, ¿qué pasaría si la familia Torres presionaba a José para que se casara con Adriana?Sin embargo, su contacto en la revista fue claro:—Nuestros fo