Por la noche.A la hora de salida del trabajo, Adriana recibió de repente una llamada de José. Su voz tranquilizante y dijo:—¿A qué hora terminas?—Ya casi. —respondió ella.—¿Pasa algo?—Nada. —contestó él antes de colgar.Aunque Adriana había dicho que casi terminaba, se quedó un rato más en la sala de mezclas, perfeccionando sus fragancias, y luego regresó a su oficina para organizar documentos. No bajó hasta una hora después.Al llegar al estacionamiento, vio que el chofer de Residencial Los Jardines la esperaba en su auto. Abrió la puerta y, para su sorpresa, encontró a José sentado atrás.—¿Esto es lo que llamas ya casi? —él levantó la vista, con una mirada seria.—¡Tampoco me dijiste que estabas esperándome! —respondió mientras subía al auto. No podía creer que él hubiera esperado una hora entera.—¿Me buscabas por algo? —preguntó, intentando saber el motivo de su presencia.José la miró desconcertado, como si su pregunta no tuviera sentido:—Los comentarios en internet sobre t
Adriana rápidamente entendió la situación.Un viejo experto en perfumería, un poco raro, que vivía en mitad de la nada, resultaba ser un ídolo de la industria. Todo encajaba perfectamente con el perfil de Don Lorenzo.La noticia alivió un poco la pesadez en el corazón de Adriana.—¿Estás tan seguro de que Don Lorenzo me respaldará? —preguntó ella.—¿Y por qué crees que te dio esa colección de abrigos? ¿Por qué le caes mal? —respondió José con tono sarcástico.A él le había causado el inconveniente de tener que construir un vestidor adicional para guardar toda esa ropa. Si don Lorenzo no fuera de una edad tan avanzada, probablemente habría insistido en que ella devolviera los abrigos.—¿Necesitas ayuda para la competencia? —le preguntó, buscando una forma de ser útil.Adriana estuvo a punto de rechazarlo, pero al ver la ilusión en los ojos de José, cambió de opinión:—Pues sí, por favor, mándame dos asistentes confiables. Los necesitaré durante la competencia.—¿Nada más? —preguntó él,
—Disculpen. —Adriana levantó la mano con tranquilidad.—Tengo una petición que hacerles a todos ustedes.Desde la mesa de los jueces, el presidente de la asociación respondió:—Díganos.—Esta base tiene un problema. Solicito que traigan la muestra de respaldo. —dijo Adriana.—¿Está intentando hacer trampa frente a todos? —Lucas no pudo contenerse ni un segundo más y se levantó, asumiendo el liderazgo. —El reglamento del concurso es claro: todos los participantes deben usar únicamente las bases almacenadas por la organización. Pretender cambiarla ahora es inaceptable.—Exacto, señorita López, eso sería un trato injusto que nos pondría en desventaja a los demás. —algunos participantes, manipulados por Lucas, empezaron a protestar.Adriana miró con calma a Lucas, que se veía claramente alterado, y respondió:—Señor Blanco, no se preocupe. Me refiero a la segunda muestra de respaldo almacenada por la organización, no a una que yo haya traído.En ese momento, el presidente de la Asociación
Los espectadores del concurso de perfumería seguían comentando en el chat en vivo:—¡La señorita Adriana se está robando el show!—¡Una combinación perfecta de talento y belleza!—Ok. —José sonrió ampliamente. Estas personas solo conocían una pequeña parte del encanto de Adriana.—¿Señor? —Rafael le habló con cautela, alzando gradualmente la voz hasta darse cuenta de que el presidente estaba viendo la transmisión en vivo del concurso de perfumería.José por fin dejó de mirar la pantalla como si estuviera hipnotizado y lo miró, molesto.—Estos documentos necesitan su firma. —dijo Rafael.—Llévalos al auto, los firmaré allí. —respondió José.Apagó la transmisión, se levantó, ajustó el dobladillo de su traje y ordenó:—Volvamos a Costa Sol.—Señor, esta noche tiene una reunión importante… —murmuró Rafael.—Cancelada.—¡Entendido! —Rafael salió apresuradamente para indicarle al conductor que prepare el auto.Las ganas del presidente de ir personalmente a recoger a su esposa era evidente.M
Adriana se volteó para mirar a Lucas con una sonrisa irónica:—Señor Lucas, no me extraña que su puntuación sea tan baja. Parece que ha estado más concentrado en lo que yo hacía que en su propio trabajo.Lucas suspiró y respondió, molesto:—¡No cambie el tema!Se volteó hacia la mesa de los jueces y dijo:—Señores jueces, todos aquí somos profesionales. Si no me creen, pueden revisar las grabaciones de la competencia.—¿De qué error está hablando exactamente? —preguntó el presidente de la asociación, desconcertado.—¡Adriana invirtió los dos últimos pasos del proceso de creación! —exclamó Lucas con seguridad.—Cualquiera en esta industria sabe que esos pasos tienen un orden básico. Si ni siquiera entiende lo más elemental, ¿cómo es posible que obtenga una puntuación tan alta?El presidente de la asociación intercambió su opinión con los demás jueces y finalmente decidieron revisar las grabaciones.En la pantalla principal se reprodujo el proceso de creación de Adriana, adelantándose ha
—¡Don Lorenzo! —exclamaron varios asistentes.Los periodistas presentes enfocaron sus cámaras hacia la dirección de la voz, y finalmente, el presidente honorario vitalicio de la asociación, don Lorenzo Ignacio, apareció en escena. Iba acompañado de dos jóvenes asistentes y caminaba con paso firme.Los diez jueces en la mesa se levantaron con prisa, despejando el camino para que Don Lorenzo tomara asiento en el lugar central que había quedado vacío.—Don Lorenzo, qué alivio que haya llegado. Pensé que no vendría… —dijo el presidente de la asociación, sintiendo que un gran peso se le quitaba de encima.—¿Cómo? ¿Crees que no cumplo con lo que prometo? —Don Lorenzo lo miró, sintiéndose irrespetado.—No, no, claro que no, usted siempre cumple su palabra. —El presidente de la asociación perdió toda autoridad frente a él.Don Lorenzo dirigió su mirada hacia Adriana, ella le devolvió una sonrisa cortés y asintió ligeramente. Sus ojos se iluminaron al verla. Estaba decepcionado, seguro ella ya
Las palabras de don Lorenzo, aunque duras, resonaron como un llamado inspirador en el corazón de muchos profesionales presentes.Nadie esperaba que, a su avanzada edad, don Lorenzo aún buscara innovar y perfeccionar su técnica de perfumería. Esto hizo que muchos se sintieran avergonzados, especialmente aquellos que, habiendo alcanzado cierto éxito, se conformaron y perdieron su espíritu creativo.—Y usted. —Don Lorenzo se giró para mirar al experto invitado:—Lo escuché alabar el trabajo de la concursante número diez, diciendo que su proceso fue un deleite. ¿Y ahora, por un simple cambio en el orden de los pasos, va a desechar completamente su juicio inicial?El experto, incapaz de levantar la cabeza, se sonrojó de vergüenza.—Entonces, si yo también uso el mismo método de inversión de pasos, ustedes, como miembros de la asociación, ¿van a tomar medidas contra mí aquí y ahora? —Don Lorenzo, de pie frente al micrófono, habló. Aunque no alzara la voz, sus palabras eran como truenos.—No,
El hombre escoltado al escenario por los guardaespaldas del Grupo Torres era nada menos que un asistente de Lucas.Probablemente los guardaespaldas de José le advirtieron qué hacer, por eso no se atrevió a desafiar ni a don Lorenzo ni a José. Apenas llegó al escenario, confesó todo el plan con lujo de detalles.Frente a todas las cámaras, explicó cómo Lucas le había ordenado contactar a los medios para encontrar a don Lorenzo en el aeropuerto, hacer la entrevista no autorizada y luego culpar al Grupo López.—¡Patrañas! —Lucas, temblando y con la cara roja por la ira, gritó:—¡No esperaba que fueras un traidor del Grupo Blanco! Dígame, ¿quién le contrató y ha estado esperando el momento perfecto para hacerme quedar como un zapato de mal?—Señor Blanco, ¿cómo puede decir eso? —El asistente, incrédulo y triste respondió:—Durante todos estos años, he manejado miles de asuntos para usted, muchos de ellos imposibles de revelar. ¿Ahora quiere negarlo todo? ¡No soy tan pendejo, yo tengo prue