—Un grupo de personas sin trabajo que solo causan problemas, no parecen tener ningún nexo. El detective privado resumió brevemente: —Pero si se supone que te siguen aquí por tu dinero o para secuestrarte, no parece ser el caso. —Estos eventos siempre son un buen lugar para delinquir. Muchos adinerados reunidos y objetos de valor. —Argumentó el detective —Eso mismo pienso yo. Adriana asintió: —Todavía no sé quién está detrás de ellos, por ahora no los molestes, solo controla sus movimientos en secreto. —Pero señorita Adriana, sus asientos están junto al tuyo, ten cuidado. —advirtió el detective privado con cautela. —No te preocupes. Adriana estaba segura: —Las personas que los controlan quieren ver cómo me arruinan en persona, por lo tanto, no harán nada dentro de la subasta. Cuando me quite el sombrero, esa será la señal para actuar según las circunstancias. —Entendido. El detective asintió y se retiró rápidamente, mezclándose con la multitud que buscaba sus asientos. Adri
El hombre a su lado levantó el cartel frente a Adriana, pero lo apartó de su cara, dejando claro lo que intentaba hacer. Adriana intuyó sus intenciones, pero por suerte ella estaba preparada.Ella contuvo la respiración, en secreto, y observó que el hombre comenzaba a fijarse más en ella, detallando cada uno de sus movimientos.Fingió sentirse mareada, se sobó la frente y se levantó, caminando rápidamente hacia la salida. El hombre a su lado no esperaba que ella se fuera tan de repente, y después de un momento de duda, decidió seguirla. Adriana caminaba rápidamente, fingiendo que tenía pequeños tropiezos.Cuando llegó a los asientos de atrás, de repente, un brazo apareció desde su izquierda y la detuvo en seco. Adriana perdió el equilibrio y cayó en los brazos de un hombre. Al alzar la mirada, se encontró con su cara y, sorprendida, exclamó:—José…¿Cómo era posible encontrarse con José en todas partes? ¿Él también va a esas subastas?Adriana apretó los dientes al darse cuenta de que e
Justo después de que Adriana fuera metida al vehículo, las personas dentro del carro comenzaron a agarrarla violentamente. Pero, de la nada, los dos hombres que la habían seguido fueron rápidamente apaciguados con diez veces más fuerza de la que ellos usaron contra ella.—Señorita Adriana, hemos capturado a los refuerzos de ellos. Este es su líder, pregúntele lo que necesite —dijo el detective privado.Los hombres que la habían seguido ahora estaban atados y completamente desorientados.—¿Quién los mandó a secuestrarme? —preguntó Adriana mientras se quitaba el sombrero y se acomodaba el vestido.—¡No lo sabemos, señorita! ¡Por favor, perdónenos! Solo seguimos órdenes—imploraron los tres hombres.—Si me dicen quién los mandó, los dejaré ir. Si no, no voy a tener piedad —dijo Adriana con un tono amenazante.—¡Es que no sabemos! Kuno es el que habla con los clientes. Nosotros solo cumplimos sus órdenes —respondieron de inmediato, aterrorizados—. Mira, hasta contigo metida en el carro tene
—Está bien.Respondió el detective y luego preguntó:—¿Vas a ir al hospital?—Sí.Adriana pensó un momento y dijo:—Como Elena quiere verme tanto, iré a verla una vez para que se le pase la idea.—Está bien, estaremos aquí afuera, no te va a pasar nada —aseguró el detective.Hospital Ciudad del Amor, habitación 903.Adriana abrió la puerta y vio a Elena, con las manos y los pies enyesados, acostada en la cama. No llevaba maquillaje y su piel llena de imperfecciones, algo que era bastante impactante, dado que siempre usaba mucho maquillaje.—¿Adriana?Elena la miró entrar, sorprendida, y murmuró entre dientes:—¡Este Kuno! Ni siquiera me avisó, y ni siquiera me dio tiempo de arreglarme. Además, estoy llena de heridas, y Adriana entra como si nada, no sé si viene a reírse de mí.Elena se acomodó el cabello y, enojada, miró a Adriana:—Parece que mis hombres fueron demasiado amables contigo.Adriana sonrió, pero no dijo nada.—¿Crees que porque ganaste el premio a la millonaria del año y
Adriana, con actitud fría, se subió al coche del detective que la estaba esperando abajo.A Elena la faltaba más inteligencia para enfrentarse a ella, no podía hacerle frente.—Señorita Adriana.La voz del detective interrumpió sus pensamientos:—La persona que mencionaste antes… tu hombre, sigue detrás de nosotros.Adriana, sorprendida, miró al retrovisor.Vio el Maybach negro de José estacionado detrás de ellos. Adriana sonrío, resignada, y después de un momento, dijo:—Está bien, ya no hay nada más que hacer aquí. Muchas gracias por hoy, yo me encargaré.—Es un placer. Usted es la mejor amiga de mi señora, estoy siempre a la orden. —respondió el detective cortésmente.Adriana caminó hacia el Maybach y el conductor le abrió la puerta para que subiera.Miró a José y, bebió un poco de una botella de agua que sacó del mini refri del coche. Sentir el agua fría entrar a su cuerpo la hizo recobrar completamente la claridad.—En la subasta, ¿te tambaleabas porque te drogaron? —preguntó José
—¿Qué quiere decir con eso, Pablo?Adriana, de espaldas a José, se sentía molesta por el regaño.—¿Ni siquiera eres capaz de entender? ¿Crees que ya has cumplido con tus deberes como esposa? —respondió José, con un tono desagradable, haciendo una clara advertencia.Adriana suspiro, intentando controlar sus emociones:—Exiges que cumpla con mis deberes como esposa, pero ¿te has preguntado si alguien está cumpliendo con sus deberes como esposo?Decidida, dio media vuelta y salió de la habitación, cerrando la puerta con fuerza.No había caminado mucho cuando vio al empleado acompañando a Sergio, sentado en la sala de la biblioteca.—¿Sergio? ¿Qué hace usted aquí? —preguntó Adriana, desconcertada.—He venido a tratar la lesión de José —dijo Sergio, frotándose el mentón.En ese momento, la puerta del baño se abrió, y José, con una muleta, salió caminando lentamente. El mayordomo rápidamente se acercó y lo ayudó a sentarse, para que Sergio comenzara el tratamiento.—José, no debes moverte mu
—Está bien, recíbelos primero, voy para allá enseguida.Adriana colgó el teléfono, dejó rápidamente la caja sobre la mesa, se puso su abrigo, tomó su bolso y salió deprisa.El equipo de inspección había llegado para investigar la posible copia del proyecto.Fueron profesionales, interrogando uno por uno a los encargados del proyecto, incluida Adriana. Todos los empleados involucrados en la discusión del proyecto podían responder con fluidez sobre los detalles del mismo.Durante el descanso del mediodía, Adriana preguntó cortésmente:—¿Los expertos ya han llegado alguna conclusión sobre el caso?Respondieron que no.Uno de ellos dijo:—Para serle sincero, venimos de investigar en el Grupo Blanco antes de llegar aquí. Antes de venir, el presidente y algunos de los jueces presentes en la licitación nos dieron un contexto general, y tenemos una que otra hipótesis. Pero no esperábamos que obtener pruebas fuera tan difícil.Adriana entendió lo que querían decir. Esta vez, los Blanco había si
Adriana no sabía todo esto. Apenas acabó de almorzar, regresó a trabajar.Por la tarde, el equipo de inspección terminó las entrevistas y comenzó a recoger sus cosas para marcharse.Antes de irse, dejaron clara su posición:—Señora Adriana, el Grupo López no ha podido proporcionar ninguna prueba de su inocencia. Por ahora, las declaraciones de Grupo Blanco y la opinión pública en internet los señalan directamente. Tenemos muchas razones para creer que será difícil evitar que Grupo López sea juzgado por plagio.—Por favor, dennos otra oportunidad. Nuestro nuevo producto ya está listo, y una suspensión en este momento sería devastadora para Grupo López… —dijo Adriana, acompañada de varios responsables del departamento de perfumería, mientras seguían al equipo, tratando de negociar.—No hay nada más que decir a menos que puedan presentar pruebas. —Los miembros del equipo de inspección respondieron con desprecio, sin detenerse.—¡Si no tienen pruebas, no vamos a perder más el tiempo aquí!