En un reservado privado, Javier estaba cenando con el líder de la familia Blanco, es decir, el padre de Lucas. Durante los años de competencia entre Grupo López y Grupo Blanco, las dos familias rara vez se encontraban en privado, y siempre intentaban evitar cualquier tipo de contacto… Adriana parpadeó, reflexionando sobre lo que acababa de ver. Después de la cena, Adriana regresó directamente a la oficina y preguntó por el progreso de la investigación sobre el robo de la propuesta. Aún no se habían encontrado pistas útiles. Sin embargo, recordaba que, durante la licitación, el presidente de la asociación mencionó que su propuesta era idéntica a la de Grupo Blanco, sin ningún cambio. Eso significaba que Lucas tenía la versión final de la propuesta. No muchas personas tienen acceso a la versión final de una propuesta, y al recordar la escena que acababa de presenciar en el restaurante privado, Adriana bajó la cabeza, comenzando a atar cabos. Javier estaba completamente marginado d
—Si esto en verdad es un plan de Javier junto con el Grupo Blanco para perjudicar a Grupo López, seguro que aún tienen planes de seguimiento. Tan pronto como los medicamentos caducados lleguen allí, comenzarán con la siguiente fase. —Adriana pensó mientras seguía esa línea de razonamiento, sintiendo que la situación se estaba saliendo de control. —Voy a contactar inmediatamente con Camilo, para que cuando llegue, se encargue de verificar si los medicamentos tienen algún problema. Si es así, que los envíe de vuelta inmediatamente. —dijo Luis. Adriana asintió: —Pero el autobús del equipo médico no va tan rápido. No sé si quienes quieren hacernos daño nos dejarán alguna oportunidad. Luis, ve por los medicamentos de inmediato. Yo los llevaré personalmente. Luis dudó por un momento y luego asintió. —Voy a enviar a unas cuantas personas de confianza para que te acompañen. —Perfecto. Luis había estado en este negocio durante muchos años, acumulando una gran red de contactos. Aunque c
El auto aún no había llegado a la entrada del pueblo cuando ya se escuchaban ruidos y alboroto. No era un bullicio alegre, sonaba como una manifestación. —¡El Grupo López Medical es un grupo de estafadores! —¡Nos trajeron medicamentos falsos! ¡Los medicamentos que trajo el equipo médico están caducados y son falsos! ¡Nos están envenenando! Los principales agitadores estaban causando mucho alboroto, algunos tenían incluso pancartas de odio, rápidamente, los locales que estaban inicialmente esperando en fila dentro de la brigada o escuchando las charlas comenzaron a alterarse. —¿Es cierto eso? —preguntó alguien. El joven que lideraba la protesta respondió agrito encarnado: —¿Voy a mentirles a ustedes, gente de mi propia tierra? ¡¿Voy a ayudar a extraños?! Los medicamentos que trajeron están caducados. ¡Si los usan, nos matarán! En ese momento, el caos se desató entre la multitud. Al escuchar que los medicamentos podían matar, tanto los mayores como los jóvenes se levantaron y co
Camilo siguió la mirada de Adriana hacia el almacén. Frente al almacén, alguien con la cabeza erguida le decía a la multitud: —No, hemos revisado bien, no están caducados. —¿De verdad no están caducados? —No, de ninguna manera están caducados. Las personas que salían del almacén movían la cabeza en señal de confirmación. Algunos no lo creyeron, empujaron para acercarse y ver por sí mismos. Aunque algunas de las personas se les complicaba encontrar la fecha de expiración en la nota médica, pero los que pudieron encontrarla lo confirmaban. ¡Esos medicamentos eran recién fabricados y las fechas de caducidad aún estaban muy lejanas! —¿Ahora todos están tranquilos? Adriana y Camilo caminaron hacia la multitud, cruzaron entre ellos y se subieron a una gran piedra. Adriana dijo: —Puedo asegurarles que la misión de Grupo López Medical desde su fundación ha sido siempre la de ayudar, brindar salud a la comunidad, curar enfermedades y salvar vidas. ¡Grupo López Medical jamás iría en
Adriana subió alautoauto, mientras Rafael que estaba conduciendo bajaba. José tomó el volante. En el auto solo quedaban ellos dos. —Señor Torres... ¿cómo llegaste aquí? —preguntó Adriana, sintiendo una extraña sensación al ver a José en esa remota zona de montaña, recordándole la noche del baile. Ella hizo una pausa, y fue José quien rompió el silencio. —Te dije que regresaras a casa, ¿por qué no lo hiciste? —¿Ah? —Adriana abrió los ojos, ¿solo por eso? No creía que él viniera hasta aquí solo por eso... —¿ El señor Torres vino por mí? —preguntó con cautela. —No es nada. Solo vine a inspeccionar las zonas de montaña donde hemos brindado apoyo, y escuché que estabas cerca, así que aproveché para pasar —dijo José, bajando la mirada, sin mirarla. —Upss. Adriana observó sus piernas cruzadas de forma relajada, mordiendo sus labios mientras dudaba, pero finalmente se contuvo. —¡Si tienes algo que decir, dilo ya! —dijo José, impaciente. —¿Tus piernas...? —preguntó ella con curiosid
—Estás cansada, ve y duerme —dijo José, como si hubiera entendido la insinuación en su mirada. De manera inusual, fue muy atento. —En las montañas no es seguro por la noche. Ellos dos harán turnos para vigilar —añadió, indicando que ella durmiera en una tienda de campaña sola, mientras José tendría su propia tienda. Los otros cuatro hombres descansarían en turnos de dos en dos. Adriana lo entendió al instante y, al relajarse, sintió como se alivianaba: —No tengo sueño, señor. ¿Por qué no calienta un poco el fuego? El fuego se había expandido. Los guardaespaldas del Grupo Torres eran muy competentes, no sabía de dónde habían sacado tantos insumos para el fuego, tal vez ya los habían preparado antes de llegar a las montañas. José se sentó junto al fuego. Adriana pensó en sentarse enfrente de él, pero se dio cuenta de que, debido al viento, no podía sentarse en ese lado porque todo el humo le daría en la cara. Solo le quedó acomodarse en la piedra a su lado. —Ah —dijo, al sentars
Adriana se cubrió instintivamente el pecho con las manos, mirando con asombro a José quien acababa de entrar en su tienda de campaña. —¡Sal rápido! ¡La montaña está inestable! ¡han habido varios derrumbes! —dijo José. Adriana agarro su canguro y rápidamente lo siguió para salir de la tienda. Resultó que el movimiento que había sentido antes era el presagio de un deslizamiento de tierra. —Señor, el camino adelante sigue siendo intransitable para los vehículos, solo podemos caminar —informó Rafael, regresando con un aire algo preocupado, mirando de vez en cuando a Adriana. José también la miró: —¿Cómo va tu pierna? —No hay problema —respondió Adriana con determinación. Rafael observó la duda en los ojos de José y se adelantó: —Señora, podemos cargarla para que camine. Adriana no pudo evitar reírse. No era tan débil: —Ayer pude caminar sin problemas sin que me curaran la herida. Además, anoche ya me la vendaron. Dicho esto, rápidamente organizó su mochila y añadió: —¿Qué espe
Varios hombres parecían ser lugareños, y su presencia chocaba cada vez más con la de la mujer, que parecía completamente agotada. Adriana sospechaba un poco sobre su identidad y, sin mostrar nada, les preguntó: —¿Ustedes son del pueblo Apus? Los tipos asintieron. —¿Y ustedes quiénes son? Adriana explicó un poco sobre su identidad y aclaró que su padre era Andrés López, el empresario que siempre había apoyado a su comunidad. Al escuchar esto, los hombres dejaron de ser tan cautelosos, y su tono se relajó: —¡Ah, eres la hija del dueño de la benefactora de nuestro pueblo! No es de extrañar que seas tan amable. Ahora que lo mencionas, qué suerte tenemos de encontrarnos contigo. —Nosotros íbamos a la ciudad por unos asuntos, pero nos atrapó la tormenta de regreso, el carro se estancó, y hemos estado caminando todo el día y la noche sin comida ni agua. Si no hubiéramos encontrado su grupo, no habríamos llegado a casa. Adriana asintió y comentó: —Nosotros también quedamos atrapados