Capítulo 58 Su herida
—Estás cansada, ve y duerme —dijo José, como si hubiera entendido la insinuación en su mirada. De manera inusual, fue muy atento.

—En las montañas no es seguro por la noche. Ellos dos harán turnos para vigilar —añadió, indicando que ella durmiera en una tienda de campaña sola, mientras José tendría su propia tienda. Los otros cuatro hombres descansarían en turnos de dos en dos.

Adriana lo entendió al instante y, al relajarse, sintió como se alivianaba:

—No tengo sueño, señor. ¿Por qué no calienta un poco el fuego?

El fuego se había expandido.

Los guardaespaldas del Grupo Torres eran muy competentes, no sabía de dónde habían sacado tantos insumos para el fuego, tal vez ya los habían preparado antes de llegar a las montañas.

José se sentó junto al fuego.

Adriana pensó en sentarse enfrente de él, pero se dio cuenta de que, debido al viento, no podía sentarse en ese lado porque todo el humo le daría en la cara.

Solo le quedó acomodarse en la piedra a su lado.

—Ah —dijo, al sentars
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