—¿De verdad es cierto? ¿La elegida es una lisiada? —Las damas presentes comenzaron a murmurar con sorpresa.La señora Torres carraspeó, y de inmediato el lugar quedó en absoluto silencio.—¿La conoces? —preguntó la señora Torres.Lorena, pensando que la señora Torres estaba molesta con Adriana, se apresuró a avivar el fuego: —¡Yo no la conozco personalmente! Pero ella es ahora el centro de atención en Costa del Sol. Hoy por la mañana, se proyectó un video en el edificio más alto de la ciudad, mostrando a su prometido y su prima en una situación bastante comprometedora.—¿Así que es la famosa señorita López? La familia López y la familia García han estado en boca de todos últimamente. ¿No vieron el video en la torre más alta?—¿Cómo no? ¡Era una transmisión en vivo! Casi todo el mundo lo vio.Las damas cubrieron asombradas sus bocas mientras se reían, sus miradas llenas de malicia.Con las risas y susurros, Lorena se sintió aún más confiada, sin notar el rostro cada vez más sombrío de l
La familia Torres terminó la fiesta improvisada, y la señora Torres envió un coche especialmente para llevar a Adriana de vuelta a casa.Adriana revisó la hora y, justo cuando cerraba la bolsa de valores, vio que las acciones del Grupo García se habían desplomado por completo. A pesar de que Javier y Fernando habían intentado controlar la narrativa y suprimir los rumores, la imagen de lo sucedido en el edificio más alto estaba demasiado fresca en la memoria colectiva. Las repercusiones de ese terrible escándalo no desaparecerían fácilmente.Adriana revisaba con frialdad las últimas noticias. Todas hablaban de cómo Elena había perdido sus contratos de patrocinio, sus próximas películas y programas de televisión. Grandes marcas internacionales retiraban sus anuncios con Elena y le exigían indemnizaciones millonarias.Incluso muchos colegas y trabajadores de la industria comenzaban a compartir historias sobre su mala ética profesional desde el comienzo de su carrera. La opinión pública es
A la noche siguiente, Elena se maquilló con un estilo dramático para ocultar la palidez causada por una etapa de malos hábitos, no comía muy bien y sus horas de sueño eran pocas.Se puso su vestido más sensual y subió a un yate en la costa.Gracias a la información que Lorena le había compartido, sabía que Manuel acababa de llegar a Costa Sol.Muchos empresarios de la ciudad lo habían invitado a diversos banquetes e incluso le organizaron una fiesta privada en alta mar, algo muy exclusivo.Esta era una oportunidad que Elena no podía dejar pasar.Se hizo pasar por una de las invitadas de la fiesta, logró subir al barco y pudo avistar a Manuel entre la multitud.Manuel ya había bebido mucho; estaba medio ebrio y rodeado de mujeres, aunque ya parecía un poco aburrido.Con una máscara que le cubría media cara al estilo Cleopatra y un bastón plateado, Elena, con su vestido rojo intenso; con un escote en la espalda tan largo que parecía no terminar.Comenzó a pasearse intencionadamente frent
Antes de salir por la noche, Adriana miró la muleta que descansaba junto a la silla. Dudó por dos segundos pues sabía que podría necesitarla, pero finalmente decidió no llevarla. Su pie izquierdo ya podía soportar el peso con normalidad; sin embargo, después de haber dependido tanto tiempo de la muleta, aún no se sentía completamente acostumbrada a caminar sin ella. Hoy debía representar al Grupo en una importante fiesta de la alta sociedad, y era momento de dejar atrás el pasado y darle a su vida un nuevo comienzo, era la oportunidad que había estado esperando. Adriana asistió a la fiesta acompañada de Julia, una vieja amiga que ayudo desde la fundación a la empresa, y sabía todo de ella. De camino, Adriana preguntó a la siempre bien informada Julia: —Carlos golpeó a Elena hasta dejarla hospitalizada. ¿Qué pasó con su hijo? —¿Un hijo? ¡Ese niño no pudo sobrevivir! —respondió Julia, mientras conducía con desespero—. Aunque Carlos no la hubiera golpeado, Elena tampoco habría que
Manuel se acercó de una forma descortés a Adriana, como un zorro viejo y hambriento, sus ojos recorriendo su cuerpo de arriba abajo con descaro. Como calificándola. Aunque estaba molesto por su actitud altiva, no pudo evitar quedar cautivado por su belleza y estaba desesperado por su aprobación. —Señor Manuel, hoy he venido para hablar con usted sobre la colaboración en el desarrollo de perfumes. ¿Ha revisado ya la propuesta del Grupo López? —preguntó Adriana, esquivando hábilmente su intento de saludarla de beso en la mejilla. —¿Ah? Manuel hizo un gesto con la mano y se tapó la boca, impaciente: —No hablemos de esas pendejadas. Volvernos a encontrar es cosa del destino, una surte que no todos tienen. Ahora dime ¿qué es aquello que no puedo cumplir? —Es en verdad una gran felicidad que nos podamos ver de nuevo. Y precisamente de eso quería hablar, yo quisiera que colaboráramos juntos, tu yo en un negocio. Manuel, molesto: —¿Negocios? Yo ya investigué. Recibí su correo hablando
José estaba sentado en su silla de ruedas cuando Adriana chocó bruscamente contra él, lastimándose la canilla y cayendo directamente sobre sus piernas. El impacto fue tan fuerte que inclinó la silla de ruedas, y el peso de ambos cayó sobre Rafael, que la sostenía por detrás. Rafael, incómodo, no sabía si debía mirar o apartar la vista. La posición de Adriana con el jefe era realmente sugestiva, y él temía perder su empleo si observaba demasiado. Adriana, al darse cuenta de que había chocado con José, intentó levantarse apoyándose en sus piernas y en la silla. Justo en ese momento, se escucharon las voces de los guardaespaldas de Manuel, que seguían persiguiéndola: —¡Detente! —¡No la dejen ir! Sin embargo, los hombres fueron interceptados rápidamente por los guardaespaldas de José. —¡El señor Torres está aquí! Y no quiere que nadie lo moleste Los guardaespaldas intentaron asomarse, solo para ver cómo José extendía su chaqueta y la colocaba sobre el rostro de la mujer que estab
—¿Qué es? Habla haber —respondió José con tono impaciente. —Escuché que, antes de que la fiesta de Manuel terminara, su empresa fue adquirida. —La fábrica conservó a todos sus empleados, pero cambió de administrador y dueño. —¿El señor Torres, sabe algo al respecto? —preguntó Adriana, observando sutilmente la expresión de José. En los ojos de José no había ni un atisbo de emoción: —¿Qué quiere decir con eso? —Usted ya sabe que el Grupo López está buscando un fabricante adecuado para nuestros perfumes. Me gustaría saber quién adquirió en secreto la fábrica de Manuel, sería un gran contacto —insistió Adriana, tanteando el terreno. José levantó la mirada, su expresión severa como siempre: —¿El Grupo López no tiene capacidad de investigar por su cuenta? No pienso ayudarte. Adriana presionó los labios y cambió rápidamente de tema: —Por cierto, señor Torres, ¿qué marca de perfume usa usted? José Torres la miró con más impaciencia; como si le molestara cada frase que salía de su b
—Oh, tío José. Adriana lo llamó mientras, de manera instintiva, se ajustaba el cinturón de su bata para evitar que se descolocara, pudiera ser más reveladora de lo que debería. José dejó su tableta con la que trabajaba a un lado y la miró con una expresión tranquila. Le resultaba bastante curioso que a ella le gustara llamarlo tío, pero al final, decidió dejarlo pasar. A unos pasos de distancia, la mujer, con el cabello aún húmedo, su rostro al natural, cabello oscuro y piernas pálidas y largas, parecía incluso más atractiva que durante el día, cuando llevaba maquillaje. Sin embargo, parecía protegerse de él como si fuera un ladrón, un desconocido. Su nuez de Adán se movió ligeramente al pasar saliva antes de que apretara los labios y girara la silla de ruedas. Manipuló algo en el apoyabrazos y, de repente, se escuchó un ruido mecánico detrás de él. —¿Qué es eso? —preguntó Adriana con sorpresa al ver cómo una pared giraba lentamente, revelando una puerta secreta. José no respo