Mi padre

Mi padre

Y sobreponiéndome al dolor de los recuerdos, nos adentramos tras el umbral de la última puerta, aquella que nos llevó a la habitación del hecho fatídico, allí donde el único familiar que nos quedaba sobre la faz de la tierra había querido mancillarnos a mi hermano y a mí.

Ethan había traído consigo una palanca de metal que consiguió en el maletero del coche de Raúl con la esperanza de que esta pudiese servirle como arma de defensa en caso de alguna irregularidad.

En esas montañas no era muy común, pero siempre existía la posibilidad de encontrarnos con algún oso errante y en ese caso era mejor estar preparado de alguna manera, aunque la experiencia sabia decirnos que para una situación así no había forma da estar preparados.

Al final la palanca sirvió para levantar un par de tablones de aquel suelo bien construido que presentó bastante resistencia. Ana ahora era aportadora de la luz, mientras yo en mi silla, cada vez más desesperada por no poder caminar, me había quedado a
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