El sonido del silencioY entonces nada. No ocurrió nada portentoso ni escuche nada audible. Quisiera engañarme a mí misma diciendo que el aire a mí alrededor había cambiado o que había sentido algo especial, pero realmente nada ocurrió, nada físico ni material, pero en mi alma comencé a sentirme mejor. Era como si de repente el vacío ya no fuese vacío, como si la necesidad hubiese logrado ser saciada de cierta manera y que ahora mi alma encontrase los mecanismos para proceder a una especie de sanación. Había dolor todavía, era inevitable, pero se sentía como el tipo de dolor que puede llegar a su final solo con lograr la recuperación. El sonido del silencio me había dicho más que todas aquellas horas de ruido angustioso.No podía estar segura de lo que había ocurrido, ni siquiera me atrevía a moverme por el temor reverencial que me invadía en ese momento. Yo era una escéptica que creía que la muerte era muerte y que no había nada después de ella, pero ese instante de paz que me invadi
Determinación sin barreras.El trayecto fue bastante corto, sobre todo por lo que mi corazón sentía en ese momento. Un millón de emociones y sentimientos que estallaban como el combustible en las cámaras de ese motor que rugía desesperado cuando mi pie se hundía en el pedal del acelerador.Estaba cerca la meta y mi piel lo podía sentir de manera certera. Cada segundo contaba y se sumaba a una agonía que ahora era por la espera. No había mucho para pensar después de aquella revelación de vida y de valor que me había regalado una oportunidad de experimentar aquello determinación furiosa que no aceptaba barreras. Estaba en camino a confrontarme ante la imperante realidad de mi propio destino; un destino que no admitiría más la personificación de ese papel de protagonista sufrida, ahora quería asumir mi papel de siempre, el papel de la mujer guerrera, valiente y decidida.El coche lograba sortear los autos que pasaban raudos a mi alrededor en esa autopista que a esa hora de la mañana se e
El llamado del deber.El segundo intento para salir de ese embotamiento me fue más llevadero y relajado. Para cuando desperté ya estaba clara de donde me encontraba y por suerte para mí, para ese momento se encontraba la doctora en mi habitación.―Buenos días, señorita Reyes.―Buenos días, doctora ―le respondí esforzándome con una sonrisa que no sé bien de donde me salió. El dolor en mi espalda ya había desaparecido y solo me quedaba un cansancio pesado que era el producto de haber dormido más de la cuenta. Si necesitaba dormir, definitivamente en ese hospital lo había logrado hacer―… dígame por favor, ¿Cómo está él bebe?La doctora sonrió con un gesto conciliador buscando comunicarme esa intención de calma y tranquilidad. Era una mujer agradable esa doctora, tanto así que se atrevió a colocar su mano entre la mía para darme un mensaje bastante alentador:―No se preocupe, señorita, su embarazo podrá continuar sin ningún inconveniente… el peligro fue tras las primeras horas después del
Después de todo, aún era yoAna me explicó lo que la doctora ya me había dicho, pero las de ellas eran explicaciones mucho más relajadas y con menos tacto. A penas se dio cuenta Ana de que de verdad me encontraba bien, se dedicó mi amiga a acusarme de negligencia por haber cometido aquella locura, abordándome con preguntas bastante sofocantes sobre el cómo y el por qué.David permanecía a un lado sin dejar de acariciar mi mano en un gesto de mucha ternura. Mi hermano me llenaba de plena felicidad en ese momento, por lo que pude tomarme lo de Ana con un buen ánimo a pesar de que me encontraba bastante atosigada por ese cúmulo de preguntas que no dejaban que mi mente pudiese terminar de procesar una cuando la siguiente ya se comenzaba a procesar. ―Lo siento Ana, fue todo muy rápido. Un coche me golpeo apenas, pero a esa velocidad las cosas son tan difíciles de controlar que lo siguiente de lo que puede tener consciencia fue que mi coche se estrelló contra el poste de luz.Ana asintió p
Verdades que liberanAna entendió el mensaje que le comuniqué al darle a entender que no podía hablarle delante de David. Lo que menos quería era que mi hermano supiera que yo había tenido que atravesar todo eso por las amenazas que se cernían sobre él. Con toda esa carga de pesar que había reposado sobre nosotros durante todo ese tiempo, no había encontrado el valor para romper la ilusión de calma y tranquilidad, abordándole con una pregunta tan difícil como aquella. Yo sabía que el corazón de mi hermano era de oro y que difícilmente él iba a poder hacer nada que procediera de la maldad, sin embargo, también sabia de la capacidad de sugestión de «el Jefe» y de cómo este era capaz de adueñarse de la voluntad de los internos para llevarlos, en las mayorías de los casos, a realizar atrocidades sin siquiera poder enterarse de lo que estaban cometiendo hasta que era realmente tarde. Si mi hermano había estado involucrado en algo tan vil como lo que se mencionaba en aquella denuncia que m
Carrera por su amor La reacción de la doctora me dejó saber lo mucho que le habían llegado mis palabras en lo más hondo de su corazón, por eso, a pesar de que al principio le vi renuente e incluso se extendió un poco más de la cuenta explicándome lo riesgoso que podía ser que yo me expusiere a situaciones de tensión para mi cuerpo, al final del sermón la vi acercarse a mi brazo y con mucha decisión me retiró la vía intravenosa que aún me mantenía conectada a la bolsa de suero. Yo la miré sonriendo. Sabía que si iba a poder intentarlo. Ella me explicó lo riesgoso que era todo aquello y de cómo podía terminar metida en un lío si se llegaba a saber que había actuado de manera tan negligente al dejarme ir a pesar de que aún no estaba recuperada del todo. Se notaba la presión que reposaba sobre sus hombros, pero también quedaba en claro que haber visto aquella expresión de amor del señor Cavill al estar cerca de mí, ella se había convencido de que lo nuestro
A las puertas del amorEl Mundo se me había venido encima sin darme cuenta. Todo, desde un tiempo que me parecía una eternidad, me sucedía como siguiendo un patrón de caos y desorganización, donde sentía que para todo debía correr. Correr para huir o para alcanzar, correr para escapar o para encontrar. No parecía tener el control de nada, por lo que no podía decidir cuándo podía tomarme el tiempo de tomar un respiro y mirar con calma el futuro que tenía delante.No podía asumir los beneficios y las consecuencias de mis propias decisiones, simplemente me sentía llevada por vientos de cambio que me sometían a la indolencia de una vida agonizante y miserable que hasta ese punto me habían hecho sufrir como una condenada, pero ya no más, eso debía acabarse, pero para eso necesitaba esa última carrera; necesitaba llegar a tiempo para dejar en los brazos del amor las cargas de mi dolor para poder de una vez por todas iniciar el proceso necesario para sanar y volver a la vida; esa vida donde
Oportunidades de vidaLa vida me estaba sonriendo, aunque fuese por lo menos por un instante, pues los guardias al darse cuenta de la forma en que el jefe de seguridad y chofer del jefe se dirigía a mí, palidecieron de la impresión y se apresuraron a comunicar su confusión, explicando que no habían autorizado mi ingreso por miedo a importunar los planes de los señores de la casa. “Los señores de la casa” fue una frase que se me atrabancó en el alma apenas la escuché de boca de uno de esos sujetos que, según me explicó Arthur tiempo después, eran empleados contratados por la rubia como parte de sus ínfulas de grandeza que le hacían imaginarse como una princesa de cuentos de hadas necesitando todo un séquito entregado por entero a su protección y cuidado. El asunto me parecía un absurdo, pero no había forma de que yo me ocupase en ello sin antes no procurar llegar a mi meta: Arthur estaba de mi parte y para ello estaba dispuesto a todo. El tramo de carretera pavimentada que iba desde e