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Lunes por la mañana en la oficina.

Si alguien sabe algo de lo que me sucedió, disimulan muy bien. Mejor así, porque no tengo ganas de dar explicaciones ni soportar los abrazos de lástima que de seguro me lloverían. En este momento no necesito compasión ni lástima de nadie. Lo que necesito es trabajar, ocupar mi mente como siempre.

Eso no es tan difícil, ya que apenas entrar a mi despacho, comienzo a planificar todo el trabajo que significa la nueva cuenta que tenemos. Contamos sólo con tres semanas para preparar una presentación espectacular, que permita

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