Soy Amelia Amanda West Irrabiola y comencé mi tercer año en la Universidad Hereditaria Italo Carvajal de la Huerta, con el objetivo de conquistar a mi crush de toda la vida. No lo conseguí. Aunque ello no supone que haya perdido. Al contrario: gané. Aprendí que a veces es demasiado fácil anclarse a algunos amores y bastante difícil reconocer otros. Que cuesta dar al clavo con el amor verdadero, pues, por mucho que puedan amarnos, cada persona desarrolla mecanismos de defensa ante el desamor. Entonces, ahí se endurece la lucha por alcanzar a ese amor. Y no queda más que sacar pecho e ir a por ello.Comprendí que muchas personas pueden parecer superficiales y no estar huecas en absoluto. Mientras que otras pueden brillar por encubrir sus errores. Conseguí amistades que jamás pensé tener, me divertí como nunca así como también me equivoqué, fui burlada, me traicionaron, o me rompieron el corazón. Con todo, mi dolor me enseñó a hacer vendas para curarlo, y aprendí a perdonar. Supe que no
Soy Carina Carson Darth, y obtuve una beca para culminar mis estudios en la excelentísima Universidad Hereditaria Italo Carvajal de la Huerta. Sin embargo, no iba a dar mi mayor esfuerzo tan solo en el ámbito académico, pues llegué ahí con una misión. Ser espía y no lo conseguí. Al contrario: huí de la misión. Aunque sí tuve enormes logros académicos, tanto que acompañé a Micaela Lance como cuadro de honor. Entre otros. Por demás, enamoré al equivocado pero terminé amando al correcto. Porque el amor es diez veces más terco con quienes piensan que es truco, eso creo. Y aprendí que de la nada puede surgir todo para aferrarnos a ese amor como la muerte a la vida: con desespero y locura dependiente. Aprendí que las diferencias de clases sociales no condicionan diferencias de tipos entre personas, pues todos tenemos la misma capacidad para cometer errores, así como la propia para enmendarlos. Pues resultó que yo me creía mejor por mi modestia y ellos por su dinero. Con todo, resultó que
El dinero no puede comparar la felicidad pero sí las culpas***La Sociedad Italina, compuesta por jóvenes millonarios en un ambiente acogedor, inicia un curso diferente. A causa de logros obtenidos en materia universitaria, se admiten cinco estudiantes locales en la prestigiosa institución, donde acontecimientos ocultos saldrán a la luz mientras el amor revolotea en derredor.Hay quien debe mantener lo que es; algunos tienen misiones o planes por cumplir, y otros se verán envueltos en la discordia de la venganza y el aferro al silencio para no dañar.***Universidad Hereditaria Italo Carvajal de la Huerta, gana la placa de oro y el reconocimiento al centenario de excelencia.La Universidad del año celebra su logro y admite con modestia a cinco estudiantes locales
¿Modestia en Italo?Debo darle la bienvenida a los cambios.La primera vez que vine a Italo, sentí una conexión. Vislumbré a mi ideal de entonces y al que sería cuando pasaran los años. Iba con los audífonos de ponis que taladraban mis oídos en una oleada de corriente abrazadora. Caminaba aislaba del mundo, o quienes venían a reafirmar matrículas.Como Alana estaba junto a mis padres, me sentí nunca menos observada y el deseo de inspeccionar la Universidad se apoderó de mí.Mis pasos eran como el ánimo de un decaído y el viento de mal garrotero, zarandeaba mi cabello. Intenté por ende apartar el efecto del invisible sobre mí pero tropecé. Un niño brabucón algo más alto, de cabello negro y crespo, como si pompas de jabón se tratara, me inspeccionó a la espera de una disculpa.— Lo siento –pronunc
¿Fiesta temática?Mejor un desconocido atrás de una estatua y aprender a jugar bolos.Era un día caluroso de agosto que no meritaba mayor atención. Sin embargo, a la hora de la siesta de mamá, alguien llamó a la puerta.Di un grito de aviso para que esperasen y terminé de lavar los trastos con restos de mi merienda. De camino a la entrada pasé por la mesa central fijándome en los audífonos de cable que todavía reproducían la música del móvil. Era un murmullo semejante al de una abeja: bajo y latente. Podría pasarse por alto; contrario a aquellas personas de traje caro que divisé en mi porche.Agradecí que el barrio estuviese desolado cuando los hice pasar. Mencion&
¿Te acuerdas de anoche?Dicen que cuando uno está ebrio hace locuras...Despierto con el furor de cierta resaca y la fiesta temática viene a mí como una experiencia vaga.De anoche recuerdo que Carson desapareció luego de que una ola hermanada se nos atravesara en medio. Luego fui a la pista y de ahí, a las barras para repetir el trayecto.Rasco un poco mi cabeza para levantarme a inspeccionar el dormitorio. Pero el móvil suena y lo tomo al soplo. Me encuentro con que DUDO no para de enviarme notificaciones de citas, de etiquetas, de seguidores, por tanto debo agudizar mi vista. Recoloco también mi postura llegando a sentarme. Voy a la bandeja de citas para reparar en que tengo más de mil pedidos. Eso es imposible.— ¡Carson! –llamo con apremio– Levántate y reci
¿Censo?Demasiado que aprender; mi mentora toma el puntero.Gracias al sol invariable sobre Italo, las gotas de sudor se amontonan por mi cuerpo.La cuesta de ciertas calles reta a la resistencia de mis canillas que abogan en silencio por un stop. No obstante, en mi tozuda manera de resolver con rapidez las tareas de West, me autoproclamo excursionista de esta Uni, sin mayor herramienta que el escrutinio de mis ojos. Como apoyo tengo lo que antes fue una botella de agua oxigenada y ahora ni llega a aliviar la demanda de mi paladar con el buche aleatorio que deja caer en él. Renuevo la caminata sin mapa sin conseguir mucho más que volver a detenerme.Tomo el móvil, llamo y demando:— West descríbeme donde queda esa farmacia, o irás tú en pijama a buscarte
¿Aturdida?Una charla entre disparos. Descubro que hago el tonto cargando libros cuando llego al salón.Volteo hacia West que me saluda con una de sus cejas en alto y una mano zarandea el celular. Todo en una señal de revancha. Aspiro y suelto el aire para dirigirnos a un puesto.— Carson, te pasa esto por no tomar en cuenta mis consejos.Su voz suave, como si estuviera dando un discurso infinito, hace que muerda mis dientes. Pues mi parte que no puede dar su brazo a torcer, de momento no aceptará lo obvio: ella tiene experiencia y yo soy novata.— Te dije que no era necesario.— Lo recuerdo West, lo recuerdo.— Los libros en físico se usan para las sesiones de estudio para exámenes porque mient