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¿Censo?

Demasiado que aprender; mi mentora toma el puntero.

Gracias al sol invariable sobre Italo, las gotas de sudor se amontonan por mi cuerpo.

La cuesta de ciertas calles reta a la resistencia de mis canillas que abogan en silencio por un stop. No obstante, en mi tozuda manera de resolver con rapidez las tareas de West, me autoproclamo excursionista de esta Uni, sin mayor herramienta que el escrutinio de mis ojos. Como apoyo tengo lo que antes fue una botella de agua oxigenada y ahora ni llega a aliviar la demanda de mi paladar con el buche aleatorio que deja caer en él. Renuevo la caminata sin mapa sin conseguir mucho más que volver a detenerme.

Tomo el móvil, llamo y demando:

— West descríbeme donde queda esa farmacia, o irás tú en pijama a buscarte

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