(ARIANA JÁUREGUI)Ethan y Sarah reían por algo que acababan de decir, y la imagen de sus rostros iluminados por la alegría me arrancó una sonrisa automática. «Tengo que concentrarme en ellos», me dije. «No puedo dejar que Silvia me arruine este momento». Abrí los ojos y me uní a la conversación, intentando dejar atrás, aunque fuera por un momento, la presión que sentía.—…y entonces, el camarero derramó todo el café encima del abrigo de la señora —contaba Sarah, entre risas.—¡No me digas! —exclamé, fingiendo sorpresa.—Te lo juro —respondió Sarah, con los ojos brillantes—. Fue un desastre.Ethan me miró con una sonrisa dulce, como intentando asegurarse de que estaba bien. Le devolví la sonrisa, apretando suavemente su mano que descansaba sobre la mesa.—¿Qué les parece si salimos esta noche? —propuso Ethan, con una mirada traviesa—. Como una cita… ¿de verdad?La idea me pareció maravillosa. Necesitaba salir de allí, alejarme de los fantasmas que me perseguían y sumergirme en la compa
(ARIANA JÁUREGUI)Observé el entorno mientras hablaba. Estábamos sentados en un banco frente al mar, el sonido de las olas creando una melodía relajante. El aire fresco de la noche acariciaba mi rostro, y la brisa marina traía consigo un aroma salado que me recordaba a la libertad. Las luces de la ciudad brillaban a lo lejos, creando un paisaje mágico. Sentí la mano de Ethan apretando la mía, y la de Sarah entrelazada con mis dedos. —Voy a extrañar Los Ángeles, pero no tengo nada que me até allí —escuché decir a Sarah con una sonrisa melancólica, pero a la vez llena de esperanza—. Mi familia va a estar feliz de que me vaya de casa, y en cuanto al trabajo, no tengo uno fijo, así que puedo trabajar donde sea que esté.—¿Vienen a Corea conmigo? —preguntó Ethan, con una chispa de ilusión en los ojos—. Puedo comprar los boletos para el domingo. El concierto en Seúl es el próximo sábado.—Sí —dije, sintiendo una oleada de emoción recorrer mi cuerpo—, quiero que iniciemos ya nuestra vida jun
(ARIANA JÁUREGUI)Sin embargo, pequeños detalles comenzaron a inquietarme. Nada alarmante, pero sí lo suficiente para que una pequeña semilla de duda germinara en mi interior. El aroma a kimchi, que antes me encantaba, ahora me resultaba un poco fuerte, provocándome una ligera náusea. También noté que me cansaba más de lo normal, incluso después de un simple paseo. Y aunque siempre he tenido buen apetito, ahora tenía antojos extraños, combinaciones de sabores que nunca antes se me hubieran antojado. «Seguro es el cambio de horario y la comida nueva», me decía, intentando convencerme de que no era nada importante.Una noche, mientras cenábamos barbacoa coreana, el humo de las parrillas y el aroma intenso de las salsas me revolvieron el estómago. Tuve que salir un momento a tomar aire, sintiéndome repentinamente mareada. Me apoyé en la pared, respirando profundamente, intentando que la sensación pasara. «Debo haber comido algo que me cayó mal», pensé, aunque una pequeña voz en mi interi
(ARIANA JÁUREGUI)Ethan movió la cabeza en una respuesta afirmativa, con un gesto suave y casi imperceptible, como si estuviera concediendo algo a regañadientes, cediendo ante una presión invisible que solo él podía sentir. Se pasó una mano por el cabello, un movimiento que denotaba cierta incomodidad, un ligero tirón en las puntas que revelaba una tensión interna palpable, una lucha silenciosa contra algo que lo perturbaba. —Algo así —murmuró, evitando el contacto visual directo, esquivando nuestras miradas inquisitivas que buscaban respuestas en su rostro. Su mirada se desvió hacia la ventana, como si buscara una distracción en el paisaje nocturno de Seúl, un escape momentáneo de la incomodidad de la conversación, un refugio en la indiferencia de la ciudad. Suspiró levemente, casi inaudible, como si estuviera a punto de confesar algo que le costaba admitir, algo que pesaba en su interior como una carga invisible, un secreto que amenazaba con desbordarse. La luz tenue del restaurante
(PARK ETHAN)El concierto en Seúl había sido un torbellino de emociones. La energía del público, los gritos de los fans, la felicidad de Sarah y Ariana también se unían, la adrenalina corriendo por mis venas… todo había sido mágico. Sin embargo, una sombra se cernía sobre mi alegría: las palabras de la mesera. No me había atrevido a contárselo a Ariana ni a Sarah. La idea de que Ariana pudiera estar embarazada me abrumaba. No sabía cómo reaccionarían, cómo cambiaría nuestra dinámica. Necesitaba tiempo para procesarlo, para asimilar la posibilidad. «¿Y si no es cierto? ¿Y si estarán listas?».Después del concierto, en lugar de relajarme y disfrutar de la compañía de Ariana y Sarah, me había sumido en un mar de dudas. Intentaba disimular mi preocupación, pero sabía que ellas lo notaban. Sus miradas interrogantes, sus preguntas tímidas, me recordaban constantemente el secreto que guardaba. «Tengo que decírselo», me repetía, pero las palabras se me atascaban en la garganta.Además, tenía
(PARK ETHAN)—Y que dependa completamente de nosotros si queremos hablar o no de nuestras parejas —intervino Ji-woo, con una mirada firme que recorrió a cada uno de los presentes—. No que sean utilizadas para atraer más vistas o generar más interés hacia nosotros. Queremos ser reconocidos por nuestra música, por nuestro talento, no por nuestras vidas privadas. —También mayor control en nuestra música y en las letras de las canciones —añadió Ji-woo, cruzándose de brazos con determinación. Su mirada, normalmente dulce y tranquila, ahora reflejaba una firmeza inquebrantable. —No queremos seguir cantando canciones que no nos representan, solo porque “venden” o porque “le gustan al público”. Queremos tener más voz y voto en el proceso creativo, desde la composición hasta la producción final. Queremos que nuestra música sea un reflejo de nosotros mismos, de nuestras ideas y de nuestros sentimientos.Un silencio pesado se instaló en la sala. Las palabras de Ji-woo resonaban con fuerza, refle
(PARK ETHAN)Sonreí despidiéndome de los chicos con un apretón de manos y una palmada en el hombro para algunos, antes de salir del edificio de la empresa. El aire fresco y ligeramente húmedo de la noche se sintió como una bocanada de aire fresco después de la atmósfera enrarecida y tensa de la sala de juntas. Las luces de Seúl brillaban con intensidad, reflejándose en el asfalto mojado por la reciente lluvia. Los chicos se dispersaron hacia las camionetas negras que nos esperaban en la entrada, cada uno sumido en sus propios pensamientos, seguramente repasando mentalmente los detalles de la reunión. Vi a Jae-hyun encender un cigarrillo mientras hablaba por teléfono, probablemente con su novia. Ha-nuel se subió a una camioneta con Tae-yang, ambos con la mirada fija en sus teléfonos. Min-ho y Ji-woo se despidieron con un simple movimiento de cabeza antes de subir a otro vehículo. Antes de subir a la que me correspondía, le pedí al chofer un pequeño favor: que nos desviáramos un momento
(PARK ETHAN)Miré a Ariana, que me devolvió la mirada con una sonrisa dulce y llena de complicidad. Luego, volví a mirar a Sarah y le extendí la cajita de terciopelo azul oscuro.—Tengo algo que contarles —dije, con una sonrisa que me iluminaba todo el rostro. Sentí un ligero cosquilleo en el estómago, una mezcla de nerviosismo y emoción ante la inminente revelación.—¿Qué pasó? ¿Te vas a quedar en la casa a cuidarnos y atendernos como las reinas que somos? —bromeó Sarah, con una sonrisa pícara que suavizó la tensión inicial. Se acercó a mí y me abrazó por la espalda, depositando un suave beso en mi nuca. El calor de su cuerpo contra el mío me reconfortó al instante. Estiré mi brazo hacia ella, atrayéndola suavemente hacia nosotros. Sarah se inclinó hacia Ariana y le dio un beso en los labios antes de volver a mirarme.—¡Sarah! Mira esto —exclamó Ariana, con un brillo especial en los ojos, señalando la cajita abierta que sostenía en mis manos. Su voz temblaba ligeramente por la emoció