(ARIANA JÁUREGUI)Respiré hondo, sintiendo el nudo en la garganta que me impedía hablar con fluidez. El aire del departamento, cálido y perfumado con el aroma a sándalo del incienso de Ethan, parecía haberse espesado de repente. Mis manos temblaban ligeramente mientras las entrelazaba en mi regazo, intentando inútilmente calmarlas. La luz tenue de las lámparas de pie creaba sombras suaves en las paredes blancas, pero no lograba disipar la tensión que se había instalado en el ambiente. Necesitaba contarles. Necesitaba compartir con ellos la noticia que me había dado un vuelco al mundo, la confirmación de que una nueva vida, crecían dentro de mí. Una mezcla de alegría inmensa y un miedo punzante me atenazaban el pecho. «¿Cómo reaccionarán?», pensé, mordiéndome el labio inferior. «¿Estarán tan felices como yo?». Pero un pensamiento más oscuro, un pensamiento que me helaba la sangre, se colaba entre la alegría: «¿Y si mi madre nunca llega a conocer a mi bebé? ¿Y si esta guerra nos separa
(ARIANA JÁUREGUI)En ese instante, al ver la sonrisa de Sarah y el brillo en sus ojos, algo hizo clic en mi cabeza. Los pequeños mareos que había tenido Sarah en las últimas semanas, los antojos extraños que había estado teniendo, su repentina sensibilidad a ciertos olores... Todo cobró sentido de repente. «¡Claro!», pensé, con los ojos abriéndose de par en par. «Ella también...».-Espera... -dije, mirando a Sarah con incredulidad-. ¿Tú también? ¿En serio?Sarah asintió con la cabeza, con una sonrisa aún más amplia. -Sí, Ariana. En serio. Me hice la prueba hace unos días, justo después de que tú te fueras a Los Ángeles. No quería decírtelo por teléfono, quería contártelo en persona.-Pero... ¿por qué no me dijiste nada antes? -pregunté, con la voz entrecortada por la emoción. Mis ojos se llenaron de lágrimas, y una sonrisa temblorosa se dibujó en mis labios. Miré a Ethan, que seguía en shock, con la boca ligeramente abierta y la mirada fija en nosotras.-Quería que fuera una sorpresa
(ARIANA JÁUREGUI)Miré a Sarah, que me devolvió la sonrisa con una mirada llena de complicidad. Sentí su mano apretando suavemente la mía, que aún descansaba sobre mi vientre. El calor de su tacto me reconfortó, disipando un poco el frío que aún sentía en el pecho.Ethan se acercó y me rodeó con un brazo, atrayéndome suavemente hacia él. —Exacto —dijo, con una voz suave pero firme—. No voy a permitir que les falte nada. Ni a ustedes ni a los bebés. Voy a trabajar duro para que tengan todo lo que necesiten. Y tú, Ariana, tienes un talento increíble. Tu marca será un éxito, lo sé.—Además —añadió Sarah, con una sonrisa traviesa que me hizo reír—, con dos bebés, vamos a necesitar mucho maquillaje para disimular las noches sin dormir, y necesitamos comer. ¡Los negocios van a florecer!La risa de Sarah contagió el ambiente, aligerando la tensión que se había acumulado en el salón. Por un momento, olvidé la amenaza de mi madre, el bloqueo de mis tarjetas, la incertidumbre del futuro. Solo e
(SARAH MILLER)El apartamento se sentía extrañamente vacío sin Ariana. Su partida a Los Ángeles había dejado un hueco palpable, un silencio que resonaba en cada rincón. Ethan y yo intentábamos llenar ese vacío con nuestras propias conversaciones, con salidas casuales, pero la ausencia de Ariana se sentía como una nota discordante en una melodía que siempre había sonado perfecta.Recuerdo la mañana en que me desperté con un malestar inusual. Náuseas, mareos… síntomas que nunca antes había experimentado. «Será algo que comí», pensé, restándole importancia. Pero los días pasaron y los síntomas persistieron, incluso empeoraron. Finalmente, decidí ir al médico. La sala de espera se me antojó una eternidad. Cada segundo que pasaba aumentaba mi nerviosismo. Finalmente, la doctora me llamó a su consultorio.Recuerdo la frialdad del estetoscopio en mi vientre, el gel frío que se extendió por mi piel. La doctora, una mujer de rostro amable, pero expresión seria, me hacía preguntas rutinarias en
(SARAH MILLER)—Ethan… —comencé, con la voz temblorosa, sintiendo un nudo en la garganta—, ¿alguna vez… has pensado en… ya sabes… en tener hijos?Ethan frunció el ceño, visiblemente desconcertado por mi repentina pregunta. Su mirada se centró en mí, escrutándome como si intentara leer mis pensamientos. —Hijos… —repitió, como si estuviera probando la palabra en su boca, como si fuera un concepto ajeno a su realidad actual—. Bueno… no es algo en lo que haya pensado mucho, la verdad. Supongo que… algún día, tal vez. ¿Por qué preguntas eso ahora?—No, por nada en especial —mentí, intentando sonar casual, aunque mi voz me delataba. Aparté la mirada, sintiendo mis mejillas arder. Recordé la vez que salimos los tres y la mesera nos trajo esa sopa para las náuseas. Ethan incluso bromeó con que deberíamos hacernos una prueba de embarazo, una broma que yo ignoré por completo en ese momento. «Si tan solo hubiera sabido…», pensé con amargura. —Solo… me entró la curiosidad. Me preguntaba cómo te s
(SARAH MILLER)Sus palabras resonaron en la habitación, creando un eco que parecía llenar el vacío que la ausencia de Ariana había dejado. «¿Juntos?», pensé, con el corazón latiendo con fuerza. «¿Se refiere a nosotros dos? ¿O se incluye a Ariana también? ¿Habrá entendido que estoy hablando de mí?». La duda me carcomía por dentro. No me atrevía a preguntarle directamente, pero la incertidumbre me atormentaba.Su declaración, aunque reconfortante, me dejaba con más preguntas que respuestas. ¿Entendía la magnitud de lo que estaba insinuando? ¿Se daba cuenta de que estaba hablando de mí, de mi cuerpo, de mi futuro? ¿O simplemente estaba siendo un apoyo general, un consuelo para cualquier persona que estuviera pasando por una situación similar?«Tal vez solo está siendo amable», pensé, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda. «Tal vez no se da cuenta de que estoy hablando de mí». La idea me hundió en un mar de inseguridad. No quería malinterpretar sus palabras, no quería hacerme falsas
(SARAH MILLER)—Pero… yo nunca planeé esto —dije, con la voz ahogada por el llanto—. Nunca quise ser madre. No sé si… si estoy lista.Ethan me abrazó con fuerza, rodeándome con sus brazos. —Está bien tener miedo, Sarah —susurró en mi oído—. Es normal sentirse abrumada. Pero no tienes que pasar por esto sola. Estamos aquí contigo. Ariana y yo. Te apoyaremos en cada paso del camino, sin importar cuál sea tu decisión. Y si decides seguir adelante con esto… te prometo que seremos los mejores padres que podamos ser. Los tres.—¿Lo prometes? —pregunté, con la voz temblorosa, aferrándome a esa pequeña esperanza como a un salvavidas. Mis ojos se llenaron de lágrimas que se desbordaron en mis mejillas—. ¿De verdad?Ethan me miró con una intensidad que me hizo contener el aliento. Aun sosteniendo mi rostro entre sus manos, secó con delicadeza las lágrimas que ya habían comenzado a caer por mis mejillas.—Sí, Sarah —dijo con voz suave, pero firme, mirándome directamente a los ojos—. Lo prometo.
(SARAH MILLER)Lentamente, como si un imán invisible nos atrajera, Ethan se acercó a mí. Su mano se deslizó suavemente por mi brazo hasta alcanzar mi mano, entrelazando nuestros dedos. Su tacto era cálido y firme, transmitiéndome una seguridad que necesitaba desesperadamente. Cerré los ojos por un instante, respirando profundamente su aroma, una mezcla de sándalo y un toque sutil de su perfume. Cuando los abrí, su rostro estaba a solo unos centímetros del mío.El beso, suave al principio, se intensificó rápidamente, transmitiendo una ternura profunda. No era solo consuelo, sino una conexión, un reconocimiento mutuo. En el silencio posterior, la cercanía creó un espacio íntimo, donde solo existíamos él y yo, en medio de la ausencia de Ariana y la incertidumbre.La tensión era palpable. No era el primer beso, pero sí el primero con tal intensidad y necesidad. La ausencia de Ariana, paradójicamente, nos había abierto un nuevo espacio. Sus ojos me miraban con un deseo que resonaba en mí.