(ARIANA JÁUREGUI)—Lo sé —la interrumpí, con la voz temblando ligeramente, pero manteniendo la compostura. Bajé la mirada por un instante, observando mis manos entrelazadas en mi regazo—. Y te lo agradezco. Pero ya no puedo más. Necesito ser yo misma. Necesito vivir mi propia vida.—¿Y crees que vas a encontrar la felicidad con… con ellos? —preguntó, con desprecio en la voz, haciendo una clara referencia a Ethan y Sarah. Sus labios se curvaron en una mueca de disgusto.—Sí, mamá —respondí, levantando la mirada y encontrando sus ojos. Una oleada de determinación recorrió mi cuerpo—. Con ellos he encontrado el amor verdadero, la aceptación incondicional, la libertad de ser quien soy. Algo que tú nunca me pudiste dar.Un silencio tenso se apoderó de la habitación. El único sonido era el tic-tac del reloj de pared, que parecía medir el peso del silencio. Mi madre me miraba con una mezcla de furia y decepción en los ojos. Silvia, por su parte, se removió incómoda en su asiento, evitando mi
(ARIANA JÁUREGUI)—Elena, soy Ariana —dije, en cuanto escuché su voz al otro lado de la línea. Intenté que mi voz sonara firme, a pesar del nudo que tenía en la garganta—. Necesito tu ayuda. Creo que mi madre va a intentar… va a intentar quitarme todo. Necesito saber si puedo rescindir el contrato.Escuché la voz calmada de Elena al otro lado de la línea. —Ariana, cálmate. Cuéntame qué ha pasado exactamente.Respiré hondo y le conté todo, desde la discusión con mi madre hasta su amenaza de quitarme todo lo que había “construido a su costa”. Le expliqué la cláusula del contrato y le recordé la conversación que habíamos tenido sobre las posibles lagunas legales.—Entiendo —dijo Elena, después de escucharme atentamente—. Necesito ver el contrato de nuevo. Tráemelo a la oficina mañana a primera hora y lo revisaremos con detenimiento. Juntas encontraremos una solución, Ariana. No te preocupes.Colgué el teléfono, sintiendo un ligero alivio. La conversación con Elena me había dado una esper
(ARIANA JÁUREGUI)Finalmente, había llegado a casa. Al abrir la puerta, los encontré a ambos esperándome con los brazos abiertos. La luz cálida del atardecer inundaba el salón, creando un ambiente acogedor. El aroma a incienso y a las velas aromáticas que solían encender inundaba el ambiente, creando una atmosfera de paz y tranquilidad. El abrazo que nos dimos fue un bálsamo para mi alma, un refugio en medio de la tormenta. Sentí el calor de sus cuerpos, el latido sincronizado de nuestros corazones. En ese momento, en ese pequeño espacio seguro, supe que todo iba a estar bien, al menos por ahora.Les conté sobre la reunión, sobre mi decisión de retirarme y de romper el control que tenían sobre mí. Sarah me escuchó con atención, con los ojos llenos de comprensión. Ethan me abrazó con fuerza, transmitiéndome su apoyo incondicional.Les conté sobre la reunión, sobre mi decisión de retirarme y de romper, de una vez por todas, el control asfixiante que mi madre y Silvia habían ejercido sob
(ARIANA JÁUREGUI)Respiré hondo, sintiendo el nudo en la garganta que me impedía hablar con fluidez. El aire del departamento, cálido y perfumado con el aroma a sándalo del incienso de Ethan, parecía haberse espesado de repente. Mis manos temblaban ligeramente mientras las entrelazaba en mi regazo, intentando inútilmente calmarlas. La luz tenue de las lámparas de pie creaba sombras suaves en las paredes blancas, pero no lograba disipar la tensión que se había instalado en el ambiente. Necesitaba contarles. Necesitaba compartir con ellos la noticia que me había dado un vuelco al mundo, la confirmación de que una nueva vida, crecían dentro de mí. Una mezcla de alegría inmensa y un miedo punzante me atenazaban el pecho. «¿Cómo reaccionarán?», pensé, mordiéndome el labio inferior. «¿Estarán tan felices como yo?». Pero un pensamiento más oscuro, un pensamiento que me helaba la sangre, se colaba entre la alegría: «¿Y si mi madre nunca llega a conocer a mi bebé? ¿Y si esta guerra nos separa
(ARIANA JÁUREGUI)En ese instante, al ver la sonrisa de Sarah y el brillo en sus ojos, algo hizo clic en mi cabeza. Los pequeños mareos que había tenido Sarah en las últimas semanas, los antojos extraños que había estado teniendo, su repentina sensibilidad a ciertos olores... Todo cobró sentido de repente. «¡Claro!», pensé, con los ojos abriéndose de par en par. «Ella también...».-Espera... -dije, mirando a Sarah con incredulidad-. ¿Tú también? ¿En serio?Sarah asintió con la cabeza, con una sonrisa aún más amplia. -Sí, Ariana. En serio. Me hice la prueba hace unos días, justo después de que tú te fueras a Los Ángeles. No quería decírtelo por teléfono, quería contártelo en persona.-Pero... ¿por qué no me dijiste nada antes? -pregunté, con la voz entrecortada por la emoción. Mis ojos se llenaron de lágrimas, y una sonrisa temblorosa se dibujó en mis labios. Miré a Ethan, que seguía en shock, con la boca ligeramente abierta y la mirada fija en nosotras.-Quería que fuera una sorpresa
(ARIANA JÁUREGUI)Miré a Sarah, que me devolvió la sonrisa con una mirada llena de complicidad. Sentí su mano apretando suavemente la mía, que aún descansaba sobre mi vientre. El calor de su tacto me reconfortó, disipando un poco el frío que aún sentía en el pecho.Ethan se acercó y me rodeó con un brazo, atrayéndome suavemente hacia él. —Exacto —dijo, con una voz suave pero firme—. No voy a permitir que les falte nada. Ni a ustedes ni a los bebés. Voy a trabajar duro para que tengan todo lo que necesiten. Y tú, Ariana, tienes un talento increíble. Tu marca será un éxito, lo sé.—Además —añadió Sarah, con una sonrisa traviesa que me hizo reír—, con dos bebés, vamos a necesitar mucho maquillaje para disimular las noches sin dormir, y necesitamos comer. ¡Los negocios van a florecer!La risa de Sarah contagió el ambiente, aligerando la tensión que se había acumulado en el salón. Por un momento, olvidé la amenaza de mi madre, el bloqueo de mis tarjetas, la incertidumbre del futuro. Solo e
(SARAH MILLER)El apartamento se sentía extrañamente vacío sin Ariana. Su partida a Los Ángeles había dejado un hueco palpable, un silencio que resonaba en cada rincón. Ethan y yo intentábamos llenar ese vacío con nuestras propias conversaciones, con salidas casuales, pero la ausencia de Ariana se sentía como una nota discordante en una melodía que siempre había sonado perfecta.Recuerdo la mañana en que me desperté con un malestar inusual. Náuseas, mareos… síntomas que nunca antes había experimentado. «Será algo que comí», pensé, restándole importancia. Pero los días pasaron y los síntomas persistieron, incluso empeoraron. Finalmente, decidí ir al médico. La sala de espera se me antojó una eternidad. Cada segundo que pasaba aumentaba mi nerviosismo. Finalmente, la doctora me llamó a su consultorio.Recuerdo la frialdad del estetoscopio en mi vientre, el gel frío que se extendió por mi piel. La doctora, una mujer de rostro amable, pero expresión seria, me hacía preguntas rutinarias en
(SARAH MILLER)—Ethan… —comencé, con la voz temblorosa, sintiendo un nudo en la garganta—, ¿alguna vez… has pensado en… ya sabes… en tener hijos?Ethan frunció el ceño, visiblemente desconcertado por mi repentina pregunta. Su mirada se centró en mí, escrutándome como si intentara leer mis pensamientos. —Hijos… —repitió, como si estuviera probando la palabra en su boca, como si fuera un concepto ajeno a su realidad actual—. Bueno… no es algo en lo que haya pensado mucho, la verdad. Supongo que… algún día, tal vez. ¿Por qué preguntas eso ahora?—No, por nada en especial —mentí, intentando sonar casual, aunque mi voz me delataba. Aparté la mirada, sintiendo mis mejillas arder. Recordé la vez que salimos los tres y la mesera nos trajo esa sopa para las náuseas. Ethan incluso bromeó con que deberíamos hacernos una prueba de embarazo, una broma que yo ignoré por completo en ese momento. «Si tan solo hubiera sabido…», pensé con amargura. —Solo… me entró la curiosidad. Me preguntaba cómo te s