Capítulo 3
No encontró su silueta ocupada en la cocina, ni su presencia en ninguna de las habitaciones. Sacó apresurado su celular para llamarla, pero la pantalla estaba llena de notificaciones de consumo; como no quería recibir llamadas de nadie, lo había puesto en silencio.

Revisó los registros de compras que inundaban su pantalla:

[Banco xx] Su tarjeta adicional terminada en 0081, 29 de noviembre, 15:17 - consumo de $3,003

15:26 - $5,588

15:45 - $2,600

16:00 - $7,880

16:12 - $6,800

Consumos de $6,600, $11,120...

Una larga lista de gastos que le hizo al instante malhumorarse. Marcó el número de Luciana, pero ella no contestaba, lo que lo irritó aún más. No era el dinero lo que le preocupaba, sino que ella no estuviera a su lado; sentía un fuerte vacío en el pecho. Se aflojó la corbata con frustración - aunque no le apretaba, sentía ene se momento que se ahogaba.

Decidió trabajar para intentar calmarse un poco. Al entrar a su estudio, encontró sobre el escritorio el acuerdo de divorcio junto con el anillo de matrimonio que Luciana había llevado durante cuatro años sin quitárselo ni una vez. Alejandro se puso bravo.

Volvió a llamarla, pero en ese preciso momento Luciana estaba en el bar con Daniela, bailando y bebiendo, demasiado entretenida para escuchar su celular que no paraba de sonar.

Luciana no vio las decenas de llamadas perdidas hasta la mañana siguiente. Se rascó perezosa la cabeza, había bebido demasiado la noche anterior. Pensando que Alejandro ya habría visto el acuerdo de divorcio, le devolvió la llamada.

Él contestó casi inmediatamente, lo cual la sorprendió muchísimo. Antes siempre estaba muy ocupado y raramente respondía sus llamadas al instante, a veces ni siquiera las contestaba, con la simple excusa del trabajo. Esta vez fue diferente.

—¿Dónde estuviste anoche? —su voz sonaba grave, como un interrogatorio.

Antes, ella siempre estaba pendiente del estado de ánimo de Alejandro; si él estaba molesto, ella era la primera en intentar contentarlo. Pero ahora ya no era la misma, y respondió con total frialdad:

—Ya redacté el acuerdo de divorcio. Si no tienes objeciones al respecto, fírmalo.

—Luciana, ¿ya terminaste con tu berrinche? Tengo hambre, regresa y prepárame el desayuno.

Ayer Luciana había usado su tarjeta sin control, pero él lo tomó como un simple arranque de enojo. Después de todo, sabía que Luciana lo amaba, así que no tomó en serio el acuerdo de divorcio. Pensó que después de una noche de fiesta, ya se le habría pasado el enojo.

Luciana esbozó una sonrisa irónica:

—¿No entiendes cuando digo divorcio?

—¿Vas en serio, Luciana?

Antes de que ella pudiera responder, Alejandro continuó:

—Luciana, te casaste conmigo apenas te graduaste, nunca has trabajado. ¿Cómo piensas mantenerte después del divorcio?

—Mi vida o muerte ya no es tu problema. Si te queda algo de conciencia, firma el acuerdo que preparé. No pido demasiado, solo la mitad de los bienes, considerando que te di siete años de mi juventud.

Se incorporó de inmediato y observó el caos a su alrededor: los tacones negros y dorados de YSL tirados por ahí, el traje blanco de Chanel con detalles de perlas sobre la cabecera, el abrigo Burberry en el suelo junto a la puerta. Se miró a sí misma, estaba desnuda.

Giró instintiva la cabeza y vio la nota que Daniela había dejado: "Amiga, si no aguantas el alcohol, bebe menos. Vomitaste por todos lados. Te ayudé a desvestirte, cuando despiertes date un baño."

—¡Luciana, te vas a arrepentir por esto! —rugió Alejandro.

—Bip bip.

Ella le colgó. Arqueó una ceja, de manera indiferente.

Le envió su dirección actual por mensaje: [La división de bienes está detallada en el acuerdo de divorcio. Revísalo con detenimiento y si no tienes objeciones, fírmalo y envíamelo por mensajería.]

Alejandro estaba parado justo en la entrada de la cocina, hambriento, pero sin saber cocinar. Siempre desayunaba a las siete en punto, era su horario fijo, y antes Luciana siempre tenía el desayuno listo puntualmente.

—Bzz bzz—Su celular vibró.

Sacó apresurado el celular para ver el mensaje de Luciana. Al leerlo, su furia aumentó.

"¿Se está divirtiendo demasiado?", pensó.

Se negaba a creer que Luciana ya no lo amaba y que realmente quería divorciarse.

Después de todo, ella sabía de la existencia de Vanessa desde hace tiempo, pero siempre fingió no saberlo, ¿no era eso prueba suficiente de que no quería dejarlo?

Si realmente hubiera querido divorciarse, lo habría hecho antes, no habría esperado hasta ahora.

Todo esto no era más que un simple berrinche.

Furioso y llevado por el enojo, fue a su estudio y firmó el acuerdo de divorcio, llamando de inmediato a un servicio de mensajería local para enviárselo.

Luciana se frotó la cara intentando despejarse un poco; al parecer había bebido bastante anoche, ni siquiera recordaba cómo había regresado. Se levantó y se metió a la ducha.

Después del baño, envuelta en una toalla, se paró frente al espejo observando su cabello. Ayer, durante las compras, Daniela la había arrastrado a un spa para un tratamiento completo y un cuidado de manos. En un ligero impulso, pensando en empezar de nuevo, también se había cortado el pelo.

Su cabello era naturalmente castaño claro, lacio sin necesidad alguna de tratamientos, con las puntas ligeramente curvadas hacia adentro, dándole un aire bastante inocente cuando lo llevaba suelto.

A Alejandro le encantaba verla acostada con el pelo despeinado.

"Cuando te veo con el pelo suelto, me dan ganas de hacerte el amor", solía decirle.

Especialmente después de hacer el amor, con los mechones pegados a su cara y cuello, se veía increíblemente seductora.

Si el pelo largo la hacía parecer dulce, el corto le daba más personalidad, resaltando especialmente su cara bonita.

Se acomodó el cabello detrás de las orejas, revelando claramente los contornos delicados de su bello rostro. Le gustaba bastante su nuevo look.

Ding dong...

Sonó en ese momento el timbre de la habitación. Se ajustó la bata y fue a abrir.

En la puerta había un mensajero:

—Buenas, ¿es usted la señorita Torres?

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