Capítulo 8
Luciana suspiró. Esa conversación contenía demasiada información.

Se quedó dormida sobre el escritorio trabajando hasta tarde. Al despertar tenía todo el cuerpo adolorido.

Daniela, ya sobria, agitó la tarjeta frente a ella:

—Muchas gracias.

Luciana sonrió con agrado. Después de que Daniela se fuera, se arregló y fue a trabajar.

Apenas llegó al bufete, Sebastián la llamó a su oficina para que lo acompañara a ver a un cliente.

—¿Necesito preparar algo? —preguntó obediente.

—Solo escucha —respondió mientras se ponía el abrigo y salía.

—Ah... —Luciana tuvo que trotar para seguirle el paso. La culpa la tenían sus piernas largas.

Tomaron de inmediato el ascensor al estacionamiento. Sebastián condujo y Luciana se sentó atrás.

Manejaron un largo rato hasta una zona apartada, donde se reunieron con el cliente en un pequeño restaurante. Al principio, Luciana se preguntó por qué un abogado de su calibre vendría a un lugar tan remoto como éste.

Entonces lo escuchó decir:

—Te encargarás del caso.

L
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