—Buenos días, soy estudiante del profesor Manolo —dijo Luciana apresuradamente.Hubo un silencio breve.—Ahora estoy ocupado.—Me puedo adaptar a cualquier horario que le convenga —respondió Luciana con cierta cautela.—¿Después de las seis? ¿Dónde te queda bien?—Donde usted prefiera, me adapto.—Ven al bufete Avanterra después de las seis.—De acuerdo allí estaré.Click...La llamada terminó.Luciana parpadeó. Este hombre era bastante frío.Siendo temprano, tenía todo el día hasta la reunión de las seis. Llamó a Daniela para ver si podían reunirse y entregarle el dinero, pero estaba ocupada. Tendrían que acordar otro momento.Pensó que no podía seguir viviendo en el hotel de manera indefinida. La remodelación tomaría tres meses, así que decidió buscar un departamento para soltera mientras tanto.Pasó todo el día buscando en línea, pero no encontró nada adecuado.A las cinco y media de la tarde llegó al bufete Avanterra, ubicado en la zona comercial de Puerto Espejismo. El edificio se
Diciendo esto, pasó junto a él sin detenerse. Alejandro estaba furioso, pero estaba acostumbrado a que siempre Luciana fuera quien buscara la reconciliación después de cada pelea. Ahora, aunque deseaba que ella volviera, no podía dar su brazo a torcer.Con el ánimo por los suelos, llamó a sus amigos para beber. En la sala privada reinaba un silencio incómodo; nadie se atrevía a hablar. El caso de Vanessa y las drogas era el chisme bomba del momento. Todos habían culpado injustamente a Luciana, creyendo que el aburrimiento la había llevado por mal camino, pero resultó que Vanessa, con su acto de inocencia y fragilidad, los había engañado a todos. Nadie imaginó que pudiera ser tan calculadora como para planear durante tres meses el perjuicio de otra persona. Era aterrador pensar que alguien así pudiera estar a tu lado, planeando tu caída mientras sonreía con cinismo. El incidente había sido una dura lección sobre las apariencias para todos estos hombres.Andrés rompió el silencio:—Alejo
Luciana suspiró. Esa conversación contenía demasiada información.Se quedó dormida sobre el escritorio trabajando hasta tarde. Al despertar tenía todo el cuerpo adolorido.Daniela, ya sobria, agitó la tarjeta frente a ella:—Muchas gracias.Luciana sonrió con agrado. Después de que Daniela se fuera, se arregló y fue a trabajar.Apenas llegó al bufete, Sebastián la llamó a su oficina para que lo acompañara a ver a un cliente.—¿Necesito preparar algo? —preguntó obediente.—Solo escucha —respondió mientras se ponía el abrigo y salía.—Ah... —Luciana tuvo que trotar para seguirle el paso. La culpa la tenían sus piernas largas.Tomaron de inmediato el ascensor al estacionamiento. Sebastián condujo y Luciana se sentó atrás.Manejaron un largo rato hasta una zona apartada, donde se reunieron con el cliente en un pequeño restaurante. Al principio, Luciana se preguntó por qué un abogado de su calibre vendría a un lugar tan remoto como éste.Entonces lo escuchó decir:—Te encargarás del caso.L
Desde su ángulo, Andrés presenció toda la escena, y el contacto entre Sebastián y Luciana le pareció extremadamente íntimo. Frunció el ceño, perdiendo el apetito por completo.Luciana retiró su brazo y Sebastián, de manera discreta, bajó su mano. Entraron al restaurante y, al no encontrar mesas en la planta baja, se ubicaron junto a una ventana en el segundo piso.—¿Tiene alguna restricción alimentaria? —preguntó ella.—No.—¿Prefiere la comida suave, picante o salada...?—Suave.Sus respuestas eran breves y casi frías. Luciana suspiró internamente. ¿Cómo aguantaría su esposa o novia ese frío carácter? Vivir con alguien así debía ser terriblemente aburrido.Pidió varios platos que conocía de sabor suave, incluyendo cerdo agridulce, aunque era algo dulce, y una sopa de huevo. Durante la espera reinó un silencio incómodo.Intentando romper en ese momento el hielo, Luciana preguntó:—¿Conoce bien a Manolo?—Sí —respondió simplemente.Luciana se sorprendió un poco. Manolo nunca lo había me
Sacó el celular para contestar.—¿Alo?—Soy yo.—¿Andrés? —se sorprendió Luciana—. ¿Pasa algo?Andrés, parado en la acera, observaba atento su silueta:—Mañana es mi cumpleaños, ¿vendrás?Si Luciana se hubiera volteado en ese preciso momento, habría visto a Andrés detrás de ella.Dudó un momento. Ir significaba encontrarse con Alejandro, pero su amistad con Andrés era importante. Los tres habían sido grandes compañeros de universidad y, de hecho, había conocido a Andrés antes que a Alejandro.—Sí, iré.—El lugar de siempre —respondió Andrés.—De acuerdo.Después del trabajo, Luciana compró y envolvió cuidadosamente un bello regalo. Tomó un taxi hacia El Mirador, el restaurante donde siempre celebraban los cumpleaños.Al llegar a la sala privada, cuando iba a abrir la puerta, escuchó estruendosas risas de mujeres y la voz de Joaquín:—Alejo, ¿tu primera vez con Vanessa fue el año pasado, en tu tercer aniversario de bodas? ¿Cuándo Luciana estaba borracha y ustedes fueron al estacionamien
Luciana se marchó sin dudar, sin mirar atrás.Alejandro le propinó una patada al estómago de Andrés:—¿Qué pretendías al detenerme?Andrés trastabilló un poco hacia atrás, derribando platos, cubiertos y copas al sujetarse de la mesa.Ricardo y Joaquín intentaron mediar, sujetando con fuerza a Alejandro:—Alejo, Andrés solo quiere ayudarte. Están alterados, si pelean ahora esto terminará mal.Andrés se enderezó, arreglándose cuidadoso la ropa:—Suéltenlo. Si quiere pelear, adelante. Estoy listo.Alejandro rio con desprecio:—Vaya, así que sí tenías intenciones de hacerlo.Al ver a Luciana almorzando con otro hombre, Andrés supo que ya no podía seguir ocultándolo. Ya había perdido una vez. Esta vez quería intentarlo.Había invitado a Luciana a propósito para enfrentar a Alejandro.—Sí, siempre he tenido sentimientos por Luciana. La amo, más que tú, y desde antes que tú —confesó Andrés, sintiendo que se quitaba un peso de encima después de tantos años.Ricardo y Joaquín se quedaron atónit
¡Andrés tampoco cedió! Los dos hombres se agarraban mutuamente del cuello mientras Andrés, con cierta dificultad para hablar, escupió sus palabras:—Alejandro, ¿sabes qué? Desde que supe de tu aventura con Vanessa, sabía que jugabas con fuego. Me quedé observando en absoluto silencio cómo destruías poco a poco el amor de Luciana. Nunca creí que ella consumiera drogas, pero me callé. Quería ver si eras tan estúpido como para desconfiar de ella y creerle a esa hipócrita, y lo fuiste.—Pensaba esperar a que la mandaras a prisión y ella perdiera toda esperanza en ti para entonces ayudarla a limpiar su nombre. Pero tanto tú como yo subestimamos su fortaleza; se salvó ella misma. Alejandro, desde el preciso momento en que contraatacó en el tribunal, su amor por ti murió. Tú mismo lo mataste poco a poco...—¡Maldito! Deseando a mi mujer en secreto. Seguramente tú le contaste lo de Vanessa... —gruñó enloquecido Alejandro.—¡Despierta! —rugió Andrés—. No soy tan ruin como crees. ¡No estaba cieg
Daniela se escabulló para echar un ligero vistazo y específicamente preguntó al médico, quien le aseguró que solo eran heridas superficiales, nada fatal. Chasqueó la lengua, decepcionada:—Qué lástima.Le escribió a Luciana: [Fui a verlo. No se murió.]Luciana miró el mensaje sin responder, terminó su último trago, pagó y salió tambaleándose del bar. Dos jóvenes que la habían estado observando sigiloso desde dentro - una mujer hermosa bebiendo sola - la siguieron con malas intenciones cuando salió.Bajo la luz de la farola, Luciana sacó despreocupada su celular: eran poco más de las nueve. Los círculos de luz la envolvían mientras su sombra se proyectaba larga sobre el pavimento. Era temprano, pero se encontraba en el callejón trasero del bar, una zona solitaria donde raramente pasaban taxis.Sintiéndose incapaz de regresar por su cuenta, llamó en ese momento a Daniela. La llamada conectó rápidamente:—Daniela, estoy algo ebria, ¿puedes venir por...?No pudo terminar la frase cuando un