Silvia le escribió a Jim en Año Nuevo.
“¿Te has dado cuenta que nuestros años no comienzan al mismo tiempo? ¡Feliz Año Nuevo argentino, Jay!”
Él respondió de inmediato.
“¡Tienes razón! ¡Feliz Año argentino!”
Era obvio que volvería a escribirle cinco horas después, para felicitarla por el Año Nuevo californiano, y que ella estaría esperando para responder al instante como él había hecho.
Dos días después fue su fiesta de cumpleaños, y resultó una noche memorable. Silvia tenía tantos videos y fotografías para compartir con sus amigos, que se negó rotundamente a pasar horas subiendo todo dos veces, primero a Facebook y después al Hey, Jay!
Jim frunció el ceño al leer su mensaje con un enlace a Facebook.
A fines de marzo, el tweet de Jim hizo que Silvia se quedara sin aliento.“Prepárate Latinoamérica!”Le temblaban los dedos cuando abrió su MP.“¿Te enteraste? ¡Nos veremos pronto!”Silvia soltó la tablet hasta que se le ocurrió una idea salvadora. México era Latinoamérica y Jim tenía cierto gusto por las exageraciones, de modo que tal vez no fuera nada que ameritara un infarto. Por las dudas, siguió el enlace en el tweet de Jim a la web oficial de la banda, donde halló las fechas ya confirmadas de esta inesperada quinta etapa de la gira mundial.El corazón le latió con fuerza mientras sus ojos se movían por la lista de países. México, Puerto Rico, Colombia, Perú, Brasil… ¡Oh, Dios!Argentina.Dos conciertos en Buenos Aires, en el estadio GEBA, el fin de sem
Silvia tardó cuatro días en darse cuenta a qué había obedecido la llamada de Jim en realidad. Y vaya si había logrado su objetivo. La había hecho hablar de cosas que ella amaba y había dejado que la conversación continuara a partir de allí, recurriendo a todas las bromas que solían compartir. Hasta que ella había perdido el terror paralizante a volver a verlo. Y ahora ya no estaba asustada. Estaba ansiosa, y el estómago se le retorcía conforme los días pasaban y se acercaba mayo. Pero el miedo había desaparecido. Los dos habían hecho un pacto con el diablo, exponiendo sus teléfonos a cambio de la opción de enviarse mensajes de texto y hacer video llamadas por internet si lo precisaban, pero el Hey, Jay! siguió siendo su punto de encuentro. Jim regresó a su costumbre de compartir con ella fotos de los lugares que visitaba, y los títulos empezaron a parecer una cuenta regresiva. México fue Frío, Puerto Rico fue Tibio, Colombia fue
Cuando Jim supo que Silvia iría a Buenos Aires con una amiga, le avisó a su manager de gira que necesitaba dos pases de acceso total para Argentina. No quería que nada les impidiera encontrarse. —No hay problema, Jim. Le escribiré al productor local —dijo Tim. Advirtió su expresión y sonrió—. Dame los nombres completos y alguna identificación, así pueden pasar a buscar los pases antes que lleguemos. Les avisaré a los locales para que se los tengan listos. Jim conocía mil maneras en las que eso podía fallar, y se volvió hacia Deborah muy serio. —No tocaré en Buenos Aires a menos que ella esté junto al escenario. —No te preocupes, Jim. Pero, ¿quién es? ¿Alguien del fanclub local? —Es una amiga. —Yo me encargo, Jim. —Mejor que así sea. Tim apenas pudo esperar a que Jim se fuera para repetir: —¿Una amiga? —Después le preguntaré a Sean. Jim le pidió a Silvia la información que Tim precisaba, y un par de días después
“¡Date prisa!”Jim rió por lo bajo al ver la foto de la tablet de Silvia en una cama, mostrando en pantalla lo que él acababa de subir al Hey, Jay!Alzó la vista y encontró la mirada ceñuda de Sean al otro lado del pasillo del ómnibus, donde se sentara con Jo. Jim le guiñó un ojo y volvió a su cuenta de Twitter, mientras atravesaban la noche de Río rumbo al hotel.Sean gruñó para sus adentros, porque ya sabía quién era la única persona del mundo que hacía sonreír así a su hermano. Le lanzó un puñetazo que lo alcanzó en el brazo.—Que te den —rezongó Jim frotándose el brazo.—¿Noticias de Argentina? —preguntó Sean con su acento más casual.Tom lo oyó y se giró en su asiento. —Entradas agotadas
Contra toda expectativa, los obstáculos disminuían a medida que Silvia y Claudia alcanzaban escritorios más importantes y avanzaban por el elegante edificio en el centro de la ciudad. Pero primero tenían que entrar.La recepción de Vector era como un nido de ametralladora de la Segunda Guerra, operado por una chica muy bonita y agradable. Fiel a su entrenamiento, primero intentó mandar a Silvia de paseo, diciéndole que debía llamar o escribir a la persona que quería ver. Luego se dedicó a atender una docena de llamadas.Cuando Silvia tuvo oportunidad de hacerle entender que ese primer paso ya había sido dado por el manager de ruta de No Return, y que era él quien la enviaba a buscar los pases en persona, la chica tuvo la amabilidad de hacer una llamada, y luego otra, y otra. Silvia y Claudia esperaban a pocos pasos, reuniendo toda su paciencia mientras la chica esperaba en línea
“Tenemos los pases ¡Tres horas para obtenerlos”Jim le mostró a Tim el DM de Silvia.—¿Tres horas? ¡Mierda!—Deberías haberles escrito como te dije.—¡Lo hice!—Entonces es una suerte que ella no sea como yo, y tuviera paciencia para esperar, ¿no crees?Deborah vio la mirada llena de reproches que le dirigía Jim y prefirió ignorarla, pero tomó nota de cuánto parecía importarle esta mujer que iría a verlo a Buenos Aires.Silvia también le había enviado el enlace a un álbum de fotos en Facebook, pero Jim lo dejó para más tarde.El tiempo muerto antes de salir a tocar se le hizo más corto esa noche, siguiéndola en sus fotos de Buenos Aires. Reconoció a la hermana menor de Silvia, la otra pareja del clip de Vector y un par de caras más que
Como cualquier otro momento muy esperado y cuidadosamente planeado, el jueves no estaba de acuerdo. Silvia no podía creer la multitud de pequeñas cosas que se complicaban, en una proyección geométrica que parecía decidida a empujar el absurdo al plano surrealista ante sus ojos incrédulos, quitándole todo control, hasta que sólo pudo rezar para no morir en el intento. Los padres de Claudia vivían a cuarenta minutos en auto del hotel de Jim. La otra forma de llegar era tomar el tren y el autobús, lo cual llevaba casi dos horas con buena suerte. De modo que el Comodoro se había comprometido a llevarlas al centro de la ciudad esa tarde. Contando con problemas de tránsito y otros imprevistos que pudieran surgir, decidieron que saldrían a las cuatro para llegar al hotel a las cinco. Hasta que sonó el teléfono del Comodoro. Un compañero de trabajo acababa de dar parte de enfermo y necesitaban que el Comodoro lo cubriera. En un vuelo que debía despegar a las
Los músicos hacían tiempo antes de la conferencia de prensa cuando oyeron el primer trueno. Todos se volvieron hacia la ventana sorprendidos. —¿Qué? —exclamó Tom—. ¡Pero hace cinco minutos estaba soleado! Jim se acercó a la ventana para ocultar su sonrisa. ¿Una tormenta repentina cuando estaban por volver a encontrarse? Meneó la cabeza levemente. Silvia estaba en camino. —Es como un huracán —murmuró para sus adentros. Pronto Deborah y su asistente Ron vinieron por ellos para llevarlos al salón donde la prensa los aguardaba. Deborah le hizo señas a Jim para que dejara adelantarse a los demás. —Todavía no llegó nadie con pase verde, Jim —le dijo en voz baja. Él sacó su teléfono y buscó algo antes de tendérselo. —Aquí tienes una foto de ella. Ve a esperarla al lobby, Deb. Llévate mi teléfono, por si me escribe o me llama mientras estoy ocupado. Y tráemela tan pronto llegue. —No te preocupes. Deborah se tragó su con