A Jim le resultaba llamativo que Silvia hubiera dejado de publicar en el blog y se limitara a comentar lo que él subía, pero no preguntó. Ellos no hacían preguntas.
Silvia llevaba una vida normal y ordinaria, y era lógico que él siempre tuviera más novedades para compartir que ella. Por eso continuaba subiendo cosas al Hey, Jay! sabiendo que ella lo seguía a su manera. Cada día Silvia dejaba al menos unas pocas palabras comentando lo que él posteara el día anterior, a veces una pregunta, a veces sólo signos de exclamación o un corazón.
Ella era su compañera secreta que iba con él a cada país, escuchaba cada concierto, paseando con él por cada ciudad, probando cada comida, regañándolo cuando se pasaba de la línea, riendo de sus bromas más tontas.
En ocasiones se descubría pensando el título de una
—Oye, Jim, vamos a caminar —dijo Sean ignorando el caos que quedara en la suite después de la fiesta.Jim no pareció escucharlo, maldiciendo por lo bajo mientras revisaba su teléfono.—Jimbo.—¡Mierda!Sean sacó una cerveza del minibar de camino hacia su hermano. —¿Qué ocurre? —preguntó con toda la calma del mundo.—¡No lo encuentro! ¡Borré los MP por error y ahora no puedo hallar el maldito número!—¿Estás buscando un número de teléfono?—¿Qué hora es en LA ahora?Sean frunció el ceño desconcertado. —Como las cuatro de la mañana. ¿Por qué?Jim ignoró su pregunta. —Entonces son las seis en New York —murmuró—. Un par de horas más. Sí, ya debe haberse levantado.
—Hace varios días que estás con esa canción —dijo Guillermo—. ¿Querés que ponga Pink Floyd? Sí, hacía tres días que tarareaba Desearía que Estuvieras Aquí. También hacía tres días que sus ánimos habían mejorado notoriamente, y se había concentrado en ayudar a su hermana menor a preparar su mudanza a Buenos Aires. Un par de días después, Silvia sentó a su hermano menor para hablar con él. Le dijo que si era incapaz de mantener los modales básicos de convivencia, ella no lo haría tampoco y lo ignoraría como si no existiera. Después de una semana entera de indiferencia absoluta, obligado a prepararse la comida, lavarse la ropa y ver que su hermana no le dirigía la palabra ni por error, el chico capituló y consintió en restaurar relaciones diplomáticas. Silvia le preparó su comida favorita, lavó toda su ropa y pasó un par de horas jugando en la consola con él. La tregua fue firmada. La fiesta de despedida de Mika salió a la perfección, y Silvia se despidió de su
Resultó que el año aún no terminaba.Dos días después, Jim le envió un MP.“Consigna de la semana: la canción para ilustrar este año.”Y posteó un video de YouTube en el Hey, Jay!La actualización encontró a Silvia en su casa con Paola y Claudia, como buen viernes por la noche. Sus amigas la vieron sentarse con la tablet, moviendo los labios en silencio.—¿Qué pasa? —preguntó Paola alarmada.Silvia alzó la vista hacia ella y señaló la tablet. Claudia se estiró para ver la pantalla.—¿Qué?—La-la canción —murmuró Silvia.—Sí, Little Wing, la de Hendrix. ¿Y?Paola frunció el ceño. —¿Jim?Silvia logró decir una oración co
En realidad, aunque Jim lo ignoraba, cada diciembre Silvia tenía la costumbre de buscar una canción que ilustrara el año, y ya se había preguntado cuál elegiría para uno tan peculiar antes que a Jim se le ocurriera la consigna. Pero la canción que él eligiera le había pateado el tablero. Little Wing no era una canción cualquiera. Y aunque ella había intentado mostrarse tranquila y convencida delante de sus amigas, no sabía cómo interpretarla.Sí, era la canción perfecta para ellos en más de un sentido, pero era la última canción que Jim debería haberle enviado. Porque era cierto, los dos estaban siempre que el otro necesitaba sostén, y también podía haberla elegido en referencia a aquella noche en la posada, bebiendo, cantando, bailando. Pero no importaba cuántas referencias e interpretaciones ella le diera, Little Wi
Silvia le escribió a Jim en Año Nuevo.“¿Te has dado cuenta que nuestros años no comienzan al mismo tiempo? ¡Feliz Año Nuevo argentino, Jay!”Él respondió de inmediato.“¡Tienes razón! ¡Feliz Año argentino!”Era obvio que volvería a escribirle cinco horas después, para felicitarla por el Año Nuevo californiano, y que ella estaría esperando para responder al instante como él había hecho.Dos días después fue su fiesta de cumpleaños, y resultó una noche memorable. Silvia tenía tantos videos y fotografías para compartir con sus amigos, que se negó rotundamente a pasar horas subiendo todo dos veces, primero a Facebook y después al Hey, Jay!Jim frunció el ceño al leer su mensaje con un enlace a Facebook.
A fines de marzo, el tweet de Jim hizo que Silvia se quedara sin aliento.“Prepárate Latinoamérica!”Le temblaban los dedos cuando abrió su MP.“¿Te enteraste? ¡Nos veremos pronto!”Silvia soltó la tablet hasta que se le ocurrió una idea salvadora. México era Latinoamérica y Jim tenía cierto gusto por las exageraciones, de modo que tal vez no fuera nada que ameritara un infarto. Por las dudas, siguió el enlace en el tweet de Jim a la web oficial de la banda, donde halló las fechas ya confirmadas de esta inesperada quinta etapa de la gira mundial.El corazón le latió con fuerza mientras sus ojos se movían por la lista de países. México, Puerto Rico, Colombia, Perú, Brasil… ¡Oh, Dios!Argentina.Dos conciertos en Buenos Aires, en el estadio GEBA, el fin de sem
Silvia tardó cuatro días en darse cuenta a qué había obedecido la llamada de Jim en realidad. Y vaya si había logrado su objetivo. La había hecho hablar de cosas que ella amaba y había dejado que la conversación continuara a partir de allí, recurriendo a todas las bromas que solían compartir. Hasta que ella había perdido el terror paralizante a volver a verlo. Y ahora ya no estaba asustada. Estaba ansiosa, y el estómago se le retorcía conforme los días pasaban y se acercaba mayo. Pero el miedo había desaparecido. Los dos habían hecho un pacto con el diablo, exponiendo sus teléfonos a cambio de la opción de enviarse mensajes de texto y hacer video llamadas por internet si lo precisaban, pero el Hey, Jay! siguió siendo su punto de encuentro. Jim regresó a su costumbre de compartir con ella fotos de los lugares que visitaba, y los títulos empezaron a parecer una cuenta regresiva. México fue Frío, Puerto Rico fue Tibio, Colombia fue
Cuando Jim supo que Silvia iría a Buenos Aires con una amiga, le avisó a su manager de gira que necesitaba dos pases de acceso total para Argentina. No quería que nada les impidiera encontrarse. —No hay problema, Jim. Le escribiré al productor local —dijo Tim. Advirtió su expresión y sonrió—. Dame los nombres completos y alguna identificación, así pueden pasar a buscar los pases antes que lleguemos. Les avisaré a los locales para que se los tengan listos. Jim conocía mil maneras en las que eso podía fallar, y se volvió hacia Deborah muy serio. —No tocaré en Buenos Aires a menos que ella esté junto al escenario. —No te preocupes, Jim. Pero, ¿quién es? ¿Alguien del fanclub local? —Es una amiga. —Yo me encargo, Jim. —Mejor que así sea. Tim apenas pudo esperar a que Jim se fuera para repetir: —¿Una amiga? —Después le preguntaré a Sean. Jim le pidió a Silvia la información que Tim precisaba, y un par de días después