Capítulo 3
Después de la cena, me llamaron al despacho de Javier, quien, dejando de lado su habitual carácter resolutivo en los negocios, me habló con una paciencia y amabilidad que no solía mostrar.

—Laura, desde niña has querido a Carlos. ¿Todavía es así?

Negué rápidamente con la cabeza, con tanto ímpetu que me dolió el cuello.

Había amado a Carlos durante siete años. Siete años llenos de humillación, de sufrimiento. Pero no había aprendido la lección. Por eso, esta vez, había experimentado una venganza y una tortura infernal.

Y ya no me atrevía a quererlo como antes.

Al recibir mi respuesta, Javier se quedó pensativo por un momento, antes de soltar, con pesar:

—En fin… si no puedes ser la nuera de los Martínez, siempre serás una hija para los Martínez. Laura eres tan buena, tan hermosa... es ese muchacho el desafortunado.

Sacó una tarjeta bancaria del cajón:

—Esto te lo dejaron tus padres —me explicó, tendiéndola hacia mí—. Son cuatrocientos mil dólares. Me pidieron que los guardara y te los entregara cuando fueras mayor, como tu dote.

«Cuatrocientos mil dólares», pensé. Justo lo que pedían por el rescate.

Durante los días que estuve secuestrada también había llegado a resentir a mis padres, preguntándome por qué no me habían llevado con ellos, y me habían dejado sufrir semejante tormento.

Sin embargo, resulta ser que ya habían dejado suficiente para asegurarme una buena vida. En verdad, me habían amado mucho.

Me llevé el pulgar a la boca y lo mordí para no llorar.

—Gracias, señor —dije al cabo de un momento, antes de salir del despacho.

Una vez afuera, comprobé que ya eran las ocho de la noche, por lo que, rápidamente, me dirigí hacia mi habitación, encontrándome con Carlos en el camino.

Él pareció adivinar mis intenciones, y me habló con un tono sorprendentemente suave:

—Esta noche Sofía dormirá en tu habitación. Tú dormirás en la habitación de invitados, junto a la mía.

«Así que era por Sofía», pensé mientras asentía, resignada, y comenzaba a andar en la dirección contraria.

Cuando recién me mudé a casa de los Martínez, Carlos me detestaba tanto que se había trasladado a la habitación más alejada de la mía: uno en cada punta.

Mi habitación había sido decorada por un diseñador de lujo contratado por los Martínez, y en nada se comparaba con la habitación de invitados. Sin embargo, dado que todo pertenecía a la familia Martínez, si Carlos decía cediera, no me quedaba más remedio que hacerlo.

Apenas había dado dos pasos cuando Carlos me detuvo.

—Laura —me llamó—, ¿por qué estás tan obediente ahora?

Al escucharlo, me volví, encontrándome con su expresión burlona, aunque también parecía preocupada.

—Yo... lo siento... —vacilé, sin saber qué más decir.

—Ya van tres veces que te disculpas hoy. Estás muy rara —repuso Carlos, acercándose e inclinándose para posar una mano sobre mi frente.

Me aparté como si me hubiera dado una descarga eléctrica, y, rápidamente, me sujete de la barandilla del pasillo, con las piernas temblando tanto que apenas podía mantenerme en pie.

Carlos me miró como si fuera una loca, con creciente impaciencia.

—Yo... me mudaré mañana —dije, procurando controlar el temblor en mi voz—. Ya lo hablé con Javier.

Por un momento, pensé que Carlos se sentiría aliviado con la noticia, que me dejaría en paz. Pero, por el contrario, no hizo más que enfadarse.

—¿Mudarte? ¿Por qué? Solo he dejado que Sofía use tu habitación por una noche, es una invitada. ¿Qué hay de malo en cederle ese espacio?

—No es eso —me apresuré a negar.

Carlos se acercó con rostro sombrío, me agarró de la muñeca y me arrastró hacia la habitación del ala este.

—Ven conmigo. Tenemos que hablar.

El miedo me invadió de golpe. Por lo que, entre sollozos, saqué la tarjeta bancaria que Javier me acababa de dar, diciendo:

—Lo siento… Tengo dinero, no me pegues.

—¿Tengo dinero, no me pegues? —repitió Carlos, deteniéndose, desconcertado, al ver que yo ya estaba en el suelo, derrumbada, con su mano aún sujetándome por la muñeca—. Laura, ¿qué estás diciendo?

Para entonces, mis labios estaban morados de tanto morderlos. Mientras veía el rostro de Carlos acercándose, recordé las palabras de los secuestradores:

«Un perro de los Martínez, pretendiendo perseguir a su amo.»

—Carlos… no… señor Martínez, no volveré a acosarte. Nunca más me atreveré.

Carlos, por fin, entendí que algo en mí no estaba bien. Sus movimientos se suavizaron mientras me rodeaba con los brazos y me levantaba del suelo.

Esa sensación de ingravidez hizo que, por reflejo, me abrazara instintivamente su cuello, logrando que su expresión severa se suavizara un poco.

—Laura, no es que no quiera que me sigas… es solo que...

Sin embargo, antes de que pudiera terminar, la puerta del pasillo se abrió de golpe, y Sofía asomó la cabeza desde mi habitación, iluminada desde dentro.

Automáticamente, se cubrió la boca, fingiendo sorpresa.

—Señor Martínez, señorita Díaz.

—Ya tienes la habitación. ¿Qué más quieres? —respondió Carlos con disgusto.

—Es una videoconferencia con la filial americana —explicó Sofía, con tono dolido—. Necesitan que usted, señor Martínez, participe personalmente.

Carlos me miró, y, con resignación, me soltó. Y yo me quedé inmóvil, rígida, sintiéndome incapaz de reaccionar.

—Espérame en mi habitación —me dijo antes de girarse hacia Sofía.

Un segundo después, ambos se adentraron en la habitación, cerrando la puerta a sus espaldas.

La luz brillante desapareció del pasillo, dejándome sumida en la oscuridad. Me sentía como si acabara de sobrevivir a una catástrofe, con el sudor frío empapando mi ropa.

Carlos no volvería. Conocía las tácticas de Sofía. En mi cumpleaños, en mi graduación, siempre aparecía ella, llamando la atención de Carlos. Quizás él realmente quería irse y no volver.

Y yo… yo también necesitaba marcharme pronto, a algún lugar donde no pudiera ver a Carlos. Temía que, si seguía cerca de él, terminaría perdiendo la poca cordura que me quedaba.
Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP