Capítulo 6

Al llegar a los apartamentos subí las escaleras, pensé que todos estarían trabajando, pero para mí mala suerte me encontré a la señora Martínez que tiene una farmacia en la esquina, no disimulo al mirar mi extraña vestimenta.

–Hola señora Martínez –le di una sonrisa.

–Hola cariño –se limitó a decir al verme.

–Que pase usted un lindo día  –me sonroje.

Apresure el paso hacia mi apartamento antes de que alguien más me viera. Solté un suspiro al entrar.

–Lana, ¿qué te pasó? 

Marine está frente a mí bien vestida y con el cabello mojado.Quería decirle algo, pero las palabras se quedaron atoradas en mi garganta, sentí mis ojos arder y una presión en mi pecho.

–Estaba a punto de salir para la clínica, creí que estarías ahí.

Se acercó y me abrazó, sentí la calidez de su cuerpo, no me gusta que me toquen, pero ahora mismo sentí un alivio que ella estuviera aquí, las lágrimas empezaron a bajar por mis mejillas y respondí a su abrazo, Marine está aquí conmigo, no estoy sola.

No sé cuánto tiempo estuvimos abrazadas conmigo llorando, pero Marine me llevó a la cama y me trajo una taza de té, le conté lo que pasó y cómo terminé en la clínica Evenson gracias a ese chico. Ella me escuchó todo lo que le dije después de regañarme por mi ridículo escape.

–Te pudiste desmayar en el camino –me regaño.

–Me sentía mejor, solo tengo este golpe en la cabeza.

Ella se acercó a verme, intentó tocarlo, pero retrocedí por el dolor.

–Está muy grande.

–Ya déjalo, ni se nota con mi cabello. 

–Pues si lo dejas así hasta pareces salida de una película de terror –se burló.

–Eso me hace sentir mucho mejor.

Me miró soltando un suspiro.

–Te cubriré el turno, pasaré a la farmacia por unos analgésicos y le avisaré a Denis… 

–Por favor no le digas nada a Denis –la interrumpí.

–¿Cómo que no le diga nada a Denis?

–Mi otro turno es hasta el lunes, descansaré todo el fin de semana, pero no le digas nada, por favor.

–Pero tenemos que ir a poner una denuncia… 

–No, no, no, nada de denuncias.

–Amiga, esto no se puede quedar así.

–Por favor Marine –supliqué –. Estoy bien y recuerda que no quiero que nadie me encuentre.

Marine no sabía nada más que había huido de mi casa desde hace más de un año, nunca hablé de eso, aunque no tengo mayor cosa que contar.

–Está bien –murmuró –. Traeré los análgesicos.

–Ten mucho cuidado. 

Salió al turno de la tarde, me acomodé en la cama para dormir el resto de la tarde, no me siento con muchos animos de nada, me duele la cabeza y tengo un morado en el brazo, supongo que fue cuando ese hombre me tomó con fuerza, tengo que descansar.

Ella se quedó conmigo el fin de semana, trajo unas películas para no aburrirnos en la casa, yo le mencioné que debería ordenar su habitación, siempre me cuenta de su vida y sus hermanos, parece que son demasiados y ella es la menor, Marine es una buena persona.

*

Escuché la alarma y me levanté temprano para ir a trabajar, me vestí con el uniforme y decidí usar media cola intentando ocultar aún el golpe de la cabeza, no mentiré aún tengo algo de dolor, pero puedo soportarlo y le dije a Marine que estoy bien mostrando el morado en mi brazo que casi ha desaparecido.

No puedo creer que me haya pasado esto, fue una suerte que Derek estuviera ahí, supongo que debo agradecerle, si alguna vez me lo vuelvo a encontrar.

Salí del apartamento al restaurante a esta hora la mayoría de los vecinos sale a trabajar y es común que nos encontremos, caminé por la calle, me detuve al sentir un escalofrío al pasar por la esquina en donde paso todo, mi mente me dio una mala jugada intentando revivir algunos malos recuerdos, respiré profundo y seguí caminando, lo voy a superar, lo he hecho antes y lo haré ahora. 

Llegué al restaurante donde aún no habían llegado los demás, comencé a limpiar y preparé todo para el día, los demás llegaron y también las personas. Como siempre Hank tomó lugar en la misma mesa y lo atendí.

–¿Qué te pasó? –preguntó señalando mi brazo.

–Nada –murmuré al retirarlo –. Sabes que soy bien torpe y me golpee con una mesa.

Entrecerró los ojos dudando ante mi respuesta, me sentí nerviosa porque sé que no me cree, miré el periódico sobre la mesa.

–¿Qué dice el mundo? –intenté cambiar el tema.

–Nada interesante –soltó –. Los ricos siendo más ricos. 

–Lo imagino. 

Tomó el periodico y lo abrió justo en la página de sociales, logré ver un rostro conocido. 

–Puedes creer que los Harrison quieren entrar en la política. 

–No los conozco –mentí.

–Son famosos por sus hoteles, dicen que es magnífico quedarse ahí.

–Debe serlo si tienen mucho dinero. 

–Deberíamos ir un día.

Sonreí negando con la cabeza, le serví el café y lo mire a los ojos.

–Esa es una propuesta muy indecente, Hank. 

–Ya nos conocemos, creo que es tiempo que me aceptes una invitación a salir.

–¿Y tu primera propuesta es un hotel? –me burlé –. Creo que necesitas más prácticas con las chicas.

Me retiré antes de que saliera con otra de sus bobadas, creo que está empezando a tomarlo en serio y me voy a sentir un poco mal si lo rechazo, será mejor que le aclaré que podemos ser solo amigos.

El resto del turno es tranquilo y aún con pocas propinas lo agradecí porque me siento un poco débil, fui a la parte de atrás cuando el turno casi termina y recosté mi cabeza sobre una de las paredes cerca de la cocina, de pronto Paty otra mesera del restaurante se acerca (ella es madre soltera y somos muy amigas incluso le cuido a su pequeña cuando está en apuros).

–Lana, el chico de la mesa dos quiere que tú lo atiendas –me dice con una sonrisa pícara.

–Claro, voy enseguida – moví mi mano.

Algunas veces esto suele pasar, los clientes prefieren que alguien en especifico lo atienda y eso significa una buena propina como Hank; tomé aire y camine hacia la mesa, pude distinguir esa melena rubia desde lo lejos.

–Estoy pensando en ponerte una orden de restricción –cruce mis brazos frente a Derek.

–Bueno, no tendría que venir hasta aquí si no hubieras escapado –señaló dando un sorbo a su café.

Por supuesto, el escape, creo que no lo pensé muy bien porque sabe donde trabajo.

–Y creíste que me quedaría en ese lugar.

–Lo que no creí fue que le robaste la ropa a la señora Stevens de sesenta años.

Me miró con una sonrisa.

–¡Oh por Dios! Ese pequeño diablillo –reclamé sin pensarlo –. Tengo su ropa y puedo devolverla.

–Tranquila, todo se solucionó a excepción de tu seguimiento.

Me dí cuenta que sacó su billetera.

–Estoy bien, tome analgésicos, descanse todo lo que pude en casa y hasta hoy estoy trabajando.

–Pero debes llegar para que te revise y así estar más tranquilo –extendió una tarjeta gris con su información.

–Estoy bien, no necesito ningún chequeo –afirme al rechazar la tarjeta. 

Me observó por unos instantes y luego bajó la tarjeta a la mesa.

–Bien, entonces vendré todos los días, parece que el servicio aquí es muy bueno –sonrió nuevamente.

Este tipo se la pasa sonriendo y me hizo preguntar si no le queda tiesa la cara al final del día.

–Bien, iré mañana después de mi turno. –Tomé la tarjeta gris con su información.

–Entonces te veré mañana –susurro cerca de mi oído antes de irse y yo le puse los ojos en blanco.

En serio que el tipo tiene buena pinta, pero parece un acosador.

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