—No me das asco —confiesa Jean permaneciendo dentro de mi, sin moverse—. Amo a Alison pero...
—¿Entonces por qué acabas de hacerlo? —me aferro a sus hombros intentando alejarme y salir corriendo de aquella habitación, pero Jean no me lo permite, me abraza convirtiendo sus brazos en mi prisión.
—No lo sé, pero de lo que estoy seguro es de que quiero que mi primera vez sea contigo —dice y siento la fuerza de sus palabras.
No digo nada más, juntamos nuestras bocas y comienzo a mover mis caderas lentamente atrapando su primer gemido, sus manos recorren mi espalda y yo subo y bajo sintiendo una ola de calor por todo mi cuerpo, estar con Jean era algo diferente a las veces en que lo había hecho con Steve, y me asustaba, no quería enamorarme de nadie, y mucho menos en estos momentos en los
Abro los ojos como platos y volteo para verlo mejor. —¿Crees que no sé qué en la escuela se viste y comporta como un idiota nerd? —Steve suelta una risotada. —¿Qué le pasó para que fuera así de idiota? —pregunto con la curiosidad carcomiéndome. —Te lo diré si prometes tener una cita conmigo —me guiña un ojo. —A mi hermano no le agradaría eso. —Tu hermano; que es mi mejor amigo, no tiene por qué enterarse —su tono de voz tenía esa chispa de diversión, y eso me llenaba de paz y hacía que olvidara todo aunque sea solo por unos instantes, la muerte de mis padres, por ejemplo. —Vale, tú ganas —resoplo.
Admito que la sola idea de irme a vivir con la familia de Steve y de Jean me ponía de mal humor, no solo por el hecho de haberme acostado con ambos hermanos, sino porque uno de ellos prácticamente me había humillado y estar bajo el mismo techo solo iba a ocasionar una cosa; problemas. Estoy terminando de meter todo lo que me falta de accesorios de baño en mi pequeña maleta, sentía un vacío en el pecho, era increíble como de la noche a la mañana toda mi familia me había abandonado a mi suerte; estaba a la deriva. —¿Necesitas ayuda? —me pregunta Steve al tiempo de cierro de jalón la maleta. —No, he terminado —respondo a secas. —Pareces molesta y no muy a gusto con la decisión que ha tomado tu hermano —Steve me arrebata la maleta y yo resoplo.
Steve se marcha y yo siento unas ganas inmensas de quemar aquella habitación y consumirme al mismo tiempo, sola, siempre terminaba igual. Suena mi móvil y cuando observo la pantalla, veo que se trata de un mensaje de Anna, indicándome que había una fiesta por la noche en la casa de Marissa, iba a ser a lo grande, y estaría Cesar Ramwod, el chico con el que solía enrollarme a cambio de marihuana. Escribo una respuesta rápida y enseguida tocan a mi puerta. —Adelante —hablo sin apartar la mirada de mi celular. —Tengo que hablar contigo. Levanto la vista y me topo con un Jean serio y confundido. —Vaya, así que ahora vienes hasta a mi después de humillarme y de... Jean no me permite
Mis piernas se sienten tan débiles y mis fuerzas se esfuman. —¡Si no me quieres hacer una buena mamada, por lo menos te cogeré como nunca nadie lo ha hecho! —me grita dándome una bofetada que me duele como el infierno. La maldita pastilla que me tomé debe hacerme sentir de ese modo y me maldigo por haberlo hecho. Intento defenderme con todas mis fuerzas pero me siento fuera de la realidad, Cesar me abre de piernas y antes de que pudiera dar mi última batalla, ya está dentro de mí, me rindo, y comienzo a sentir placer, a besarlo y a dejar que me hiciera suya hasta que ya no podía más, comienzo a llorar y cierro los ojos deseando que mamá y papá vinieran por mi. No sé cuánto tiempo ha pasado exactamente, pero cuando despierto me siento solo un poco mejor de lo que estaba, los efectos
Por la noche no pude dormir, ya había pasado más de una semana y sabía que en el fondo ya era tiempo de volver al colegio, mi hermano no dejaba de llamar y por las tardes la madre de Jean no dejaba de tocar el timbre hasta que se cansaba y se marchaba con su familia de m****a. Mis amigas no se rendían, venían de visita y me contaban los chismes del momento, anotaba mentalmente lo más importante pero cuando Marissa me preguntó por fin lo que tanto las carcomía, no tuve más opción que contarles lo que sucedió realmente, y ahora estaban ahí, Marissa preparando huevos fritos, y Anna ayudándome a limpiar el desastre que era mi casa. —Sé que sonará cruel pero creo que tienes mucha suerte de vivir sola —me comenta Anna mientras lava los platos de la cena. —¡Ya lo creo, sin contar la tragedia que te rodea pienso que estás viviendo el sueño de
Aquella voz recorrió mi cuerpo como un dulce y tenebroso escalofrío congelando cada gota de mi sangre, no quería voltear, no podía, si lo hacía era mi fin. —Briseida, voltea —me ordena pero me niego a hacerlo. Me quedo quieta sin mover un solo músculo, trago saliva con la esperanza de que sea una pesadilla y ruego porque alguien me salve. —¡He dicho que voltees! Los recuerdos del pasado me bombardean, por lo que me giro lentamente con la mirada baja, no podía verlo a los ojos, no a él. —Esa es mi chica —me dice con voz ronca—. Ahora ¡mírame! Levanto poco a poco la vista y cuando mis ojos se clavan en los suyos, me doy cuenta d
—¿Estás seguro de querer hacerlo? —le pregunto mientras observo como al quitarse la playera su pecho sube y baja. —No quiero pensar, solo quiero vivir este momento a tu lado —me dice con la voz ronca más sexy que he escuchado en toda mi vida. —Bien para mi —sonrío. —Briseida, tienes que saber la verdad, en estos días... Lo obligo a guardar silencio al momento de besarlo nuevamente. Rodea mi cintura y sube ambas manos para quitarme el diminuto sostén que traía puesto dejando mi pequeño busto al descubierto, al verme se remoja los labios y esta vez me besa con desenfrenada pasión, me lleva hasta mi cama dando pasos torpes, me recuesto y enseguida se sube encima de mi. Me baja las bragas al tiempo que hace un camino lleno de besos qu
Espero su respuesta pero no llega, observo la hora en el reloj de madera que estaba colgado en una de las paredes de la estancia principal, era tiempo de marcharme, tenía que caminar dos cuadras para tomar el autobús. Mientras camino no dejo de revisar mi celular para ver si recibí respuesta de Jean. Pero no es así. Al llegar a la esquina en donde solía pasar el autobús espero unos minutos hasta que llega y me marcho. La universidad parecía de lo más hermosa, o al menos lo era ante mis ojos, por la noche me había prometido volver a ser yo misma, eso no significaba que no extrañara a mi familia, pero tendría que sobrevivir con lo que tengo en mi vida en esos momentos. —¡¿Perra, dónde andabas?! —me pregunta Marissa caminando hacia mi para después darme un enorme abrazo. —Perdida —rued