Livia
Livia estaba a punto de ponerse a saltar como una loca, se sentía eufórico e incluso reprimió el grito que bullía en su garganta por salir, pero se contuvo y se irguió con dignidad mientras avanzaba por el pasillo hasta entrar al ascensor.
Las puertas se cerraron un segundo antes de que Elías apareciera en su campo de visión y maldijera como un camionero, porque no había logrado alcanzarla a tiempo. Ella rio divertida.
Puso su mano sobre el pecho e hizo ejercicios de respiración para controlar sus nervios. Sacó el cheque del bolsillo de su chaqueta con la intención de besarlo con todo el mimo del mundo, pero tampoco lo hizo.
Sacó su teléfono del otro bolsillo para llamar a Abril, pero su nombre apareció en la pantalla un segundo antes.
—¿Y…?
—Estoy bajando —dijo fingiendo que se le quebraba la voz.
—Entonces, ¿no habrá vestido nuevo? —Abril bajó la voz a cada palabra.
—No, lo lamento. Ya veré qué…
—No. Tranquila. Puedo hablar con Margot para que nos consiga algunos diseños. —El fingir que le agradaba pedirle favores así a su representante le ablandó el corazón. Su amiga no se imaginaba lo que podrían hacer con todos esos ceros.
Las puertas del ascensor se abrieron y ella se apresuró a salir a la calle. Ubicó a su amiga sentada sobre el capó de su escarabajo color plata que las había sacado de tantos apuros, a pesar de ser un vejestorio de los setentas. Ella tenía el teléfono cerca de los labios y Livia sonrió al ver los hombres que caminaban a su lado quedarse boquiabiertos ante ella, pero la modelo —aún sin descubrir— ni siquiera se percataba y así había sido siempre.
Livia le mostró el cheque y lo sacudió sobre su cabeza para después deslizarlo por su cuerpo con sensualidad.
Abril rio y bajó corriendo a su encuentro. Abrió los ojos desmesuradamente y allí en plena acera empezaron a saltar y a gritar sin importarles nada.
La modelo bailó con ella, logrando que algunos chicos se quisieran unir a ellas, pero Livia sujetó a Abril de la cintura y de la nuca acercándola poco a poco a sus labios. Los bailarines dispuestos hicieron una mueca de desilusión inmediata alejándose de ellas y ambas se echaron a reír. Solían hacer eso cuando iban a bailar para que las dejaran en paz.
Cuando Livia la soltó, pero Abril la abrazó con fuerza al notar que sus ojos se empañaban. No habían sido meses fáciles. Las habían sacado del último apartamento por falta de pago y a ambas parecía perseguirlas una nube negra llena de toda la mala suerte posible, pues no lograban un solo contrato por más que lo intentaran y sus ahorros se habían acabado hace mucho. Este cheque era una de más de sus soluciones temporales, pero se sentía agradecida de poder tenerla.
—Ya no necesitaremos ir esta noche —dijo Abril aliviada.
—Tenemos que ir, Clara me llamó antes de que entrara a la entrevista y estaba furiosa. Algunos chicos le han quedado mal y necesita ayuda.
—Como odio cuando te invade tu otro yo.
—No seas así —respondió divertida al escucharla—. Vamos, necesitamos llenar la alacena.
—Y pagar las facturas. —Abril se dio aire con el cheque mientras iban hacia el coche y la miró con curiosidad—. Le dijiste lo de tu experiencia, ¿verdad? —Livia asintió riendo—. ¡Mira! —exclamó mostrándole sus uñas—. Me las he comido todas, porque sabía que les dirías eso. Ellos te buscaron. Saben lo que haces. ¿Por qué...?
—Pero me han pagado dos meses, Abi. ¡Dos! —dijo interrumpiendo su reprimenda—. Y Erik Kramer trabajará conmigo.
—¡Ay, pobre hombre! —La modelo se introdujo en el espantoso tráfico de las diez de la mañana en la ciudad.
—¿Y tu jefe?
—Bien.
—¿Solo bien?
—¡Agh! —Su amiga rió y ella decidió ignorarla—. Es atractivo, pero es un petulante. Me cae mal.
—Pero si no lo conoces.
—Y no estoy interesada en hacerlo. ¿Puedes creer que casi me obligó a decir que lo conocía? ¡Quién se cree ese estúpido! Con esa mirada de gato obeso y cabello de niña —Resopló antes de ir a la guantera y sacar un cigarrillo. La risita de Abi hizo que la mirara—. ¿Qué?
Abi negó sin perder la sonrisa.—¿Y sabes qué? Estoy segura que me dio ese cheque como una muestra de poder. Si lo hubieras visto, Abi. Es insufrible.
—Pero se ve guapo en las fotos. ¿No le darías un revolcón?
—¡Ah, eso sí! Tiene pinta de resistente —dijo divertida arrancándole una carcajada a su amiga que asintió, muy de acuerdo con ella.
Se habían quedado hasta la madrugada revisando todo lo que aparecía sobre Franco Baumann en internet y las redes sociales. Lo dejaron hasta que Abi por accidente, le dio un «me encanta» a una fotografía suya de unos dos años atrás donde aparecía en Bali, con una toalla deslizándose por su cadera y con una sonrisa pendenciera que podía valer mucho si elegía dedicarse alguna vez al modelaje. Sus risas y sus chillidos nerviosos por revertir semejante error, provocaron que su amiga, Clara, las mandara a dormir de mala gana.
Clara estaba casada y ella les había rentado una de sus dos habitaciones mientras conseguían algo, pero las continuas discusiones con su esposo por haber disminuido el espacio de la pareja las avergonzaban y sabían que debían salir de allí lo más pronto posible.
Fueron al banco a depositar el cheque y luego compraron todo lo que completaría la alacena de ese mes en casa de su amiga.
Al llegar a casa de Clara, ella ya no estaba. Manejaba un negocio de catering junto a su esposo, Augusto, desde hacía tres años, después de que a ella la despidieran del periódico donde trabajaba junto a Livia por exponer una red de corrupción que involucraba a políticos y grandes empresarios del país.
Clara no estaba para nada arrepentida, pero Augusto odiaba a Livia por esa razón. La acusaba de haberles arruinado la vida, cuando fue la misma Clara quien la presionó para que hiciera las fotografías. Ambas perdieron por aquella decisión.
—Vamos por los vestidos. Hablé con Margot y me dijo que sí. —Abi entró a la habitación que compartían, recién bañada.
—¿Qué te pidió a cambio? —Livia dejó de limpiar uno de los tubos de extensión de una de sus cámaras para mirarla a la cara.
—Nada importante —dijo, pero antes de que se pusiera de pie y le diera la espalda, Livia la sujetó de la muñeca y se lo impidió. Abi suspiró y sin verla respondió—: Tengo que ser una de sus edecanes en un bar.
—Abi…
—Tengo que trabajar, Livia. No te preocupes.
—Prometo que te ayudaré en cuanto pueda. —Abi Apretó su mano con firmeza y Livia tragó con fuerza para deshacer el nudo en su garganta. Margot era la representante de Abi, pero a ella la odiaba desde hacía mucho y su amiga estaba pagando por sus problemas al relacionarse con las personas—. Vas a ser la imagen de MB.
—Lo sé —dijo Abi con una sonrisa que no le llegó a los ojos—. Apresúrate y deja de masturbar a esos tubos —bromeó y se echó a reír cuando soltó lo que tenía en la mano como si quemara.
—Tonta… —dijo fingiendo que se molestaba, pero en realidad se alegraba de que Abi le tuviera tanta paciencia. Ella y Clara eran sus únicas amigas y cada día se preguntaba por qué la soportaban tanto.
—Te juro que si tuvieras novio, viviría celoso por cómo toqueteas tu equipo.
—Mejor vamos por esos vestidos o Clara nos va a matar si llego con pantalones como la última vez.
—Yo no me molestaría si te deja otra vez en la cocina. —Se burló Abi ganándose que Livia le arrojara una de sus camisetas a la cara.
LiviaTres horas después estaban frente a una Clara con los ojos inflamados que les dictaba órdenes entre dientes a todos los cocineros, camareros y el personal de limpieza que debía estar preparado en cuanto finalizara el evento. Abi y Livia se quedaron hasta que los envió a todos a tomar sus posiciones.—¿Clara? —preguntó Livia al verla derrumbarse cuando les dio la espalda. Entre las dos la sostuvieron y la llevaron al baño. —Augusto se va —sollozó sin atreverse a darles la cara. Livia osciló los ojos y estuvo a punto de zarandearla. Cuando Clara tenía eventos importantes, él solía acusarla de cualquier cosa y la amenazaba con dejarla, pero con Abi habían descubierto que solo era para que le cediera el control de los ingresos. Otra de las razones por las que Augusto las odiaba.—Él te ama —dijo Abi abrazándola.Livia la miró sorprendida y Abi fingió no darse cuenta de su enojo y siguió consolando a su amiga. —Pero… me dijo que conoció a alguien… alguien más… más… —Se quebró de n
FrancoFranco sonrió al notar cómo se encogía una mujer tan segura de sí misma como ella y por su propio desliz. Se acercó un poco más para sentir su aroma y quedó fascinado con él. Había estado observándola por horas y lo que le llamó la atención fue la rigidez que mostraba al notar que los hombres la veían con deseo. No iba a mentirse a sí mismo. Él a esa hora, ya formaba parte de ese grupo de machos que se preguntaban qué tipo de líneas le seguían a las pocas visibles en sus piernas torneadas y se había endurecido imaginando hasta dónde llegarían y lo que podía hacer con su lengua si seguía el camino.Su plan al inicio no era acercarse, mucho menos insinuarse. Él no actuaba así. Pero el instinto venció a su cabeza y allí estaba, atraído por esa piel clara que apenas se mostraba de sus hombros. Ella se alejó de su cercanía como si él quemara y eso lo hizo ensanchar su sonrisa. Le estaba dando armas muy útiles para hacerla caer.—Señorita Ávalos. Lo lamento. —Se colocó la mano dere
LiviaLivia no había pegado un ojo en toda la noche. Abril estuvo discutiendo sobre que era un ángel y tenía alas hermosas, por lo que no le quedó ni la orilla para acostarse entre sus «aleteos» constantes que la sacaron de quicio y la obligaron a que durmiera en el incómodo sofá de la sala que nadie usaba. Tampoco allí pudo conciliar el sueño, pues el invitado indeseable roncaba como un camión averiado y casi la obligó a cometer un delito cada vez que se atragantaba con su propia saliva.Estaba a punto de echarse a llorar cuando vio el trasero endurecido del camarero guaperas en todo su esplendor, saliendo a hurtadillas de la habitación de Clara y lanzarse como un bólido hacia la puerta principal. Su amiga salió poco después, con lo que pudo haber sido el único camisón semitransparente que le había visto en la vida. Iba con el cabello revuelto hacia la cocina y Livia tuvo que meditar por un buen rato si la seguía o continuaba escuchando roncar al ebrio de Elías. Se impulsó sobre su
Acababan de llegar al edificio de Modas Baumann, MB para la mayoría; un conglomerado que manejaba su propia línea de cosméticos, indumentaria exclusiva y a las más famosas modelos del país. En la actualidad querían incursionar en los medios de comunicación escrita y radial con una revista y una emisora —el sueño de Elías Kramer— y por el que ella había considerado acudir a la entrevista —sin dejar a un lado el salario, por supuesto—. Ella anhelaba formar parte de ese equipo desde el principio y aunque no lo habían mencionado en la entrevista, ya vería la forma de hacerse notar para ese proyecto frente a los directivos cuando llegara el momento. El puesto como fotógrafa en esa revista sería suyo.—No le digas a Franco que dormí en tu casa —le suplicó Elías juntando las manos.—No veo la necesidad de decirle al jefe nada de lo que hago. Es mi vida privada —aclaró confundida y porqué no decirlo, un poco molesta por el pavor que le mostraba el fotógrafo.—Tú no conoces lo celoso que es F
Hacía más de una hora que Franco esperaba a Livia en su oficina. La tuvo que rastrear casi por todo el edificio para dar con ella y cada uno de los empleados con los que habló acababan de verla, pero ya no estaba allí.Patricia entró temblando, como si temiera ser atacada por un animal salvaje. Le entregó un calmante junto a un vaso con agua y con la voz diminuta le informó:—Señor, Denis me dijo que la señorita Ávalos se encuentra en el estudio B desde hace quince minutos.—¡Pero qué demonios se cree esa mujer! —Su exabrupto ocasionó que el vaso que su secretaria sostenía en la mano se resbalara al piso y se hiciera añicos—. ¡Por favor, Paty...!—No se preocupe, ya enviaré a alguien —respondió la chica con las manos al frente. Eso lo hizo resoplar y salir de allí. Esa mujer era una exagerada. Estaba seguro de que su padre fue mucho peor jefe que él cuando estuvo en vida.Entró al estudio sin hacer ruido y observó a todo el equipo riendo. No podía negar el hecho de que Elías se había
Mirarla sorprendida, nerviosa y un tanto confusa le satisfizo pero no tanto como pretendía, así que se le ocurrió algo mejor.—Le sugerí hacerle un par de pruebas —interrumpió Elías guiñándole un ojo a Livia—, y determinar si su estilo se ajusta con fluidez al catálogo, la campaña, o podemos aprovechar el lanzamiento de la nueva línea en pasarela o como te propuse… en la editorial.Elías lo dijo con tanta tranquilidad que tuvo el deseo de romperle la cara por todo lo que le había hecho hasta ahora. La propuesta de la editorial lo conocían muy pocas personas y ni siquiera lo había llevado a la junta de consejo. Cómo podía ser tan imprudente. —Ya lo veremos —respondió ya sin mucho ánimo para seguir jugando al casanova—. Livia, necesito hablar contigo.—Yo… —Te invito a almorzar —dijo Franco, al notar la negativa que estaba a punto de lanzarle. —Oye, podemos ir a Nono´s —Elías hizo un gesto de puro placer que hizo reír a Livia al proponer el restaurante italiano, pero a él no le causó
Livia se sentía fuera de lugar en su propio territorio, era algo muy desagradable que se convertía minuto a minuto en malestar físico, ahí, justo en la boca del estómago. Y ahora estaba arrepentida por haberle indicado a Franco la dirección de uno de sus refugios y menos, cuando iban acompañados de una mujer extraña, que actuaba como una carabina entrometida de siglos atrás. La mirada intensa de la famosa tía Viv, como le llamaba con cariño su jefe, la ponía nerviosa. No solía establecer relaciones cercanas con muchas personas, de hecho, las evitaba. Los que formaban parte de su vida era porque habían llegado a ella de manera incidental, y aunque no se arrepentía de considerarlos como tal, era sincera al reconocer que no era ella la parte más interesada en iniciar el vínculo.—Háblame de tu familia —dijo la anciana, mientras le sujetaba la mano y miraba con demasiada cautela a su alrededor. Como si el decorado oriental fuese a cobrar vida para envolverla y enterrarla bajo la alfombr
Al llegar a la empresa, no le dio tiempo a ninguno de los dos para que la retuvieran. Las garras de la anciana fueron evidentes cuando se cerraron en el aire, un segundo antes de que ella se deslizara por las puertas del ascensor. Se prometió llevarle un café al siguiente día a uno de los empleados de finanzas que entró dos pisos después y salió uno antes del de gerencia salvándola de quién sabe qué, pero ella se sintió aliviada por ello.—Regresaste ilesa.Elías la dedicó una rápida mirada cuando entró al estudio y siguió revisando unas fotografías frente a un monitor enorme mientras una de las maquillistas retocaba a la modelo que posaba en ese momento.—Si temías por mi integridad física debiste impedir que fuera.—No fuiste… —la corrigió sonriendo—, te llevaron. —Ella asintió—. Me dijeron que la tía Viv cerró sus fauces sobre tu cuello.—Me pareció agradable —respondió mientras señalaba una de las fotografías de la colección y Elías asentía de acuerdo. Pero él se le quedó mirand