— Buenos días, ¿Cómo amaneciste hoy? — Vicencio Locantore saludó al entrar con un poco de timidez, no era un hombre de esos lanzados, sino uno más bien recatado y las mujeres hermosas solían ponerlo nervioso.
Vittoria se incorporó en la cama pesadamente y se acomodó el cabello hacia atrás, había dormido toda la noche sin necesidad de fármacos, más que un antibiótico e hidratación constante.
Se sentía renovada, y aunque las fuerzas no eran del todo las suyas, podría decir que había una gran diferencia entre la paciente que había llegado al día anterior, a la que era ahora.
— Doctor, buenos días… me siento mucho mejor, gracias… — Ella dijo sintiendo que lo conocía un poco mejor después de haber hablado con su hija el día anterior.
— Estás respondien
Los días pasaron y el fin de semana se fue volando, llegado el lunes Vicencio Locantore revisó dos veces los exámenes médicos de Vittoria y determinó que su estado era lo suficientemente apto como para continuar con su proceso de desintoxicación y tratamiento fuera de la clínica, dada la situación de riesgo de ser descubierta y aprehendida.— Hola Vittoria, ¿Cómo te sientes hoy? — El galeno entró regalándole una amplia sonrisa mientras movía unos papeles de lado a lado.— Buenos días, doctor…— ¿Sabes qué es esto? — mostrándole de buena gana los documentos.Ella negó con un movimiento de la cabeza.— ¡Pues es tu boleto de salida de la clínica! — Manteniendo un ánimo festivo. Vittoria no supo si alegrarse o sentirse preocupada, en la clínica las cosas
Llegó el medio día, y Locantore al fin cruzó por la puerta, Luisana corrió hacia su padre y se le lanzó encima dándole un abrazo y saltando emocionada porque ya era la hora de irse.— ¿Están listas para irnos? — Preguntó a las dos, pero Vittoria no tenía nada que ponerse además de aquella ropa deportiva manchada de sangre con la que había llegado a la clínica días atrás.Ella negó con la cabeza y Vicencio sonrió.— No me he olvidado de ti, te dije que de ahora en adelante y hasta que esto se aclare y puedas volver a tu vida normal, te estaré apoyando en todo, se lo prometí a Francesco, te he traído esto, espero que sea de tu talla… hace mucho que no compro ropa para dama, espero no haber perdido el toque…Extendiéndole una bolsa con algo dentro, Vittoria lo tomó de sus man
— ¿Me parece que escuché mi nombre? — Francesco dijo saliendo de la habitación.Allegra se giró para mirarlo sintiendo algo parecido a la compasión.— Eh… sí… estaban hablando de ti en las noticias… — Russo carraspeó.— Entonces ya ellos hicieron formal la acusación… — Dijo bajando considerablemente el tono de la voz.« ¡Ahora sí! »— Eso es correcto, ya te acusaron ante la ley, ahora comenzará la investigación en tu contra, sin embargo, recuerda que mi departamento lleva la investigación inicial, por lo que esta denuncia debe llevarla también mi departamento.— ¿Y eso significa?— Significa que Antonio será quien trabaje en el caso, ya que él hizo el levantamiento con su equipo — Apuntó Allegra — ¿Es
Durante los días que siguieron se arreció la búsqueda tanto de Vittoria como de Francesco, Carlo se encargó de que la opinión pública se inclinara hacia él como marido desesperando en busca de su amada esposa, pero la verdad era que Vittoria seguí luchando contra la depresión, era demasiado difícil tener que asimilar la pérdida de su bebé y también la muerte de Greta, todo en tan poco tiempo, además, de la traición de Carlo y la de Giorgia. Intentaba disfrutar del tiempo a solas, e ir a las caballerizas a acariciar a los caballos y a conversar con ellos, como si pudieran entenderle, pero al menos de terapia tenía que servirle. Por las noches, cuando llegaba Loncantore se portaba muy galante, educado y generoso, y traía alguna exquisitez que probar o salía a la piscina para ofrecerle una copa cuando Luisana ya dormía. — ¿Viste la televisión hoy? Le comentó ofreciéndolo un trago, en una de esas noches estrelladas y calurosas en las que solo provocaba meterse al agua y nadar un buen ra
Ruso sintió un golpe en el estómago, esperaba que a Francesco le hubiera dado tiempo de escapar sin ser visto, pero esto lo pondría a él y a su familia directamente en el ojo del huracán con respecto a esa investigación de homicidio y de supuesto secuestro.Las cosas no pintarían nada bien para el intachable Antonio Russo.Apretó la mandíbula y puso su mejor cara de póker cuando Marco siguió gritando a voz en cuello que el “tipo aquel” se estaba escapando.Se giró sobre sus talones e impostó la mejor expresión de asombro de la que fue capaz, pero no era tan buen actor, sin embargo, Flavio, que ya conocía las razones de su amigo y jefe para proteger a Romano, le siguió la corriente lo mejor que pudo.— ¡Señor! Seguramente vino por el niño, deberíamos ponerlos a ustedes en un plan de protección d
— ¡Ese imbécil se nos fugó! ¿Cómo es eso posible? ¡Nunca nos sucede eso! — Marco estaba que se lo llevaban los mil demonios — ¡Es la primera vez que alguien se le escapa al equipo de esta manera tan estúpida! ¿A caballo? ¡Maldición! Ni yo mismo me lo creo. Antonio lo miraba sin chistar, con la cara baja y los ojos entrecerrados, cuidando de cada movimiento y de cada palabra antes de actuar. Todos estaban agotados y sintiéndose burlados por la manera en que Francesco había escapado. Marco echó un ojo a los hombres del equipo que se habían sentado en cualquier lugar a descansar cari largos y sintiéndose como una manada de estúpidos después de haber corrido como idiotas tras el caballo, como si pudieran alcanzarle a pie. — Parecemos todos, una bola de inútiles… — Dejó silbar tras los dientes. — Creo que mejor regresamos, ya las autoridades están enteradas de la ruta que él tomó, seguramente nos tendrán noticias de su arresto más tarde… — Antonio
El viejo camión serpenteó por entre las colinas pesadamente hasta llegar a una casa de campo de paredes blancas y balcones con flores, iluminada por bombillas colgantes y con mesas campestres de madera afuera frente a un fogón y horno de pan enorme y antiguo. Tenía un aire muy tradicional y evocaba a la historia. Un sitio como para alquilar y pasar un fin de semana, Francesco pensó, pero no para vivir… no para su estilo acostumbrado de vida tan lujoso, por supuesto. A los lados de la casa se extendían los campos enormes de viñedos cuyo aroma embriagante venía en las alas del viento hasta la casa, una verdadera delicia a esa hora de la noche de aquel calor veraniego, y con la peste que Romano traía encima. — ¡Ah! ¡Hemos llegado chico! — Donato le informó a Francesco que luchaba por no dejarse caer de la baranda del camión. La anciana mujer lo veía tambalearse sobre la cima de la baranda e hizo un movimiento de desaprobación a su marido con la cabeza.
— ¡Deja tu placa y tu arma sobre la mesa Antonio! — Bufó el Capitán de la Comandancia visiblemente molesto.— ¿Pero de qué está hablando Capitán? ¡No puede ser en serio! ¡Eso es absurdo! — Antonio protestó.— Lo siento Russo, ya quisiera yo que fuera una maldita broma, pero no lo es, y no puedo hacer nada por ti ahora más que esperar a que la investigación termine y devolverte la placa — El capitán inspiró profundamente llevándose una mano al cabello para echarlo hacia atrás en un gesto de profunda frustración.— ¿Pero se está escuchando Capitán? ¡Esas razones que están en ese informa son ridículas! Es público y notorio que el hombre no es santo de mi devoción, además, ¡El tipo es el ex marido de mi mujer, por el amor de Dios! ¡No lo