Ruso sintió un golpe en el estómago, esperaba que a Francesco le hubiera dado tiempo de escapar sin ser visto, pero esto lo pondría a él y a su familia directamente en el ojo del huracán con respecto a esa investigación de homicidio y de supuesto secuestro.Las cosas no pintarían nada bien para el intachable Antonio Russo.Apretó la mandíbula y puso su mejor cara de póker cuando Marco siguió gritando a voz en cuello que el “tipo aquel” se estaba escapando.Se giró sobre sus talones e impostó la mejor expresión de asombro de la que fue capaz, pero no era tan buen actor, sin embargo, Flavio, que ya conocía las razones de su amigo y jefe para proteger a Romano, le siguió la corriente lo mejor que pudo.— ¡Señor! Seguramente vino por el niño, deberíamos ponerlos a ustedes en un plan de protección d
— ¡Ese imbécil se nos fugó! ¿Cómo es eso posible? ¡Nunca nos sucede eso! — Marco estaba que se lo llevaban los mil demonios — ¡Es la primera vez que alguien se le escapa al equipo de esta manera tan estúpida! ¿A caballo? ¡Maldición! Ni yo mismo me lo creo. Antonio lo miraba sin chistar, con la cara baja y los ojos entrecerrados, cuidando de cada movimiento y de cada palabra antes de actuar. Todos estaban agotados y sintiéndose burlados por la manera en que Francesco había escapado. Marco echó un ojo a los hombres del equipo que se habían sentado en cualquier lugar a descansar cari largos y sintiéndose como una manada de estúpidos después de haber corrido como idiotas tras el caballo, como si pudieran alcanzarle a pie. — Parecemos todos, una bola de inútiles… — Dejó silbar tras los dientes. — Creo que mejor regresamos, ya las autoridades están enteradas de la ruta que él tomó, seguramente nos tendrán noticias de su arresto más tarde… — Antonio
El viejo camión serpenteó por entre las colinas pesadamente hasta llegar a una casa de campo de paredes blancas y balcones con flores, iluminada por bombillas colgantes y con mesas campestres de madera afuera frente a un fogón y horno de pan enorme y antiguo. Tenía un aire muy tradicional y evocaba a la historia. Un sitio como para alquilar y pasar un fin de semana, Francesco pensó, pero no para vivir… no para su estilo acostumbrado de vida tan lujoso, por supuesto. A los lados de la casa se extendían los campos enormes de viñedos cuyo aroma embriagante venía en las alas del viento hasta la casa, una verdadera delicia a esa hora de la noche de aquel calor veraniego, y con la peste que Romano traía encima. — ¡Ah! ¡Hemos llegado chico! — Donato le informó a Francesco que luchaba por no dejarse caer de la baranda del camión. La anciana mujer lo veía tambalearse sobre la cima de la baranda e hizo un movimiento de desaprobación a su marido con la cabeza.
— ¡Deja tu placa y tu arma sobre la mesa Antonio! — Bufó el Capitán de la Comandancia visiblemente molesto.— ¿Pero de qué está hablando Capitán? ¡No puede ser en serio! ¡Eso es absurdo! — Antonio protestó.— Lo siento Russo, ya quisiera yo que fuera una maldita broma, pero no lo es, y no puedo hacer nada por ti ahora más que esperar a que la investigación termine y devolverte la placa — El capitán inspiró profundamente llevándose una mano al cabello para echarlo hacia atrás en un gesto de profunda frustración.— ¿Pero se está escuchando Capitán? ¡Esas razones que están en ese informa son ridículas! Es público y notorio que el hombre no es santo de mi devoción, además, ¡El tipo es el ex marido de mi mujer, por el amor de Dios! ¡No lo
Vittoria se levantó como un resorte de la silla en la que estaba y comenzó a secarse las manos en sus vaqueros, estaba segura de que era su culpa, los medios habían hecho de su desaparición un verdadero circo amarillista de la prensa oportunista, y seguramente la baja en las acciones de Giuliani Tecnologies había sido ocasionada por los rumores esparcidos con saña.Pero lo que a ella menos le importaba ahora era el dinero, el negocio de las inversiones siempre ha sido voluble, una auténtica montaña rusa, un día se está arriba y al siguiente abajo, así que solo era cuestión de algo de buena publicidad para que volvieran a repuntar.Lo que si la preocupaba era su padre. Viejo, amargado y testarudo, pero era su padre después de todo, y solo la tenía a ella… de modo que si ella no estaba a su lado en esos aciagos momentos, ¿Quién estaría a su lado p
El padre de Vittoria se llevó una mano al pecho, el maldito dolor no lo dejaba en paz, el médico había dicho: “ Si hay dolor, hay esperanza, porque eso significa que el tejido está vivo ”, ¡Hágame el favor! Como si eso fuera muy agradable, doblarse de dolor para sentir que se está vivo.El viejo Giuliani intentó calmarse y respirar lenta y profundamente, tratando de ignorar el dolor, pero era muy difícil hacerlo.— ¿No tienes dinero Carlo? ¿No se supone que tu familia es algo así como los nobles italianos? — Giuliani lo atravesó con la mirada — ¿Por qué mi hija no me lo dijo?— Vamos suegro, usted lo sabía, sabía que las empresas de mi familia están quebradas, a duras penas producen para mantenerse a flote, no se han declarado en quiebra oficialmente porque mi padre es demasiado orgulloso para admitir qu
La rubia se dio la vuelta para quedar sobre su esposo, Luca, y continuó besándolo ardientemente mientras él exploraba sus pechos, lleno de deseo.Si alguien le hubiera preguntado a Luca hacía unos años si él se veía en la cama con otra mujer que no fuera Allegra, habría contestado con una negativa absolutamente rotunda.Pero ahora, después de haberse casado con Arianna, la mejor amiga de Allegra, veía las cosas con un nivel de madurez que no esperó tener…— Te amo… — Le susurró al oído con la respiración entrecortada — ¿Lo sabes verdad?— Claro que lo sé, Luca, y sabes que yo también te amo, como nunca amé a nadie…— Lo sé… sé que me amas desde antes de que…Ella pudo un dedo en los labios de Luca.— No, por favor, no traigas a
— Donato, yo... No quise meterme en lo que no me importa, mejor iré a ver si algo falta por hacer... — Francesco zanjó por lo sano, no estaba en posición de arriesgar lo único de lo que dependía ahora por meterse en lo que no le importaba.— No... Espera... En realidad, he estado esperando por sacar esto de mi pecho desde hace mucho tiempo y no he podido, no tengo con quien hablar, y mi esposa no es la mejor persona con quien hacerlo, conversarlo con ella solo le causaría más tristeza de la que ya lleva a cuestas...Romano se sentó a su lado, todo oídos.— Agradezco la confianza, Donato...— No niño rico, soy yo quien te agradece que aceptaras venir a mi humilde propiedad...A Francesco le resonó en los oídos eso de “niño rico”, pero no menciono nada al respecto, seguramente se debía al hecho de que era bastant