La doctora le preguntó si tenía algún malestar. Isabela negó y le dijo a la doctora:—La regla no me ha venido. Me gustaría hacerme una prueba para saber si estoy embarazada.Tras escucharla, la doctora le dio una orden para un análisis de sangre.—Primero ve a pagar en el primer piso, y luego hazte el análisis de sangre. Después de una hora, tráeme el informe.Isabela salió de la consulta, y se fue directamente a hacer como la doctora le había indicado. Una hora más tarde, Isabela recogió el informe del análisis de sangre y regresó a la consulta de la doctora. Al revisar los resultados, la doctora la felicitó. Sin embargo, al ver que parecía distraída, la doctora le preguntó:—¿Quieres conservarlo?—¡No quiero! — Respondió Isabela, tajante.La doctora no dijo nada más y le indicó que volviera al día siguiente para pedir cita y programar el aborto. Camila, al ver a Isabela salir de la consulta con la mirada perdida, se apresuró a sostenerla.—Isabela, ¿qué es lo que te pasa?Los ojos d
— ¿Tienes que hablarme de esa manera? —Los ojos de Matías se fijaron en ella mientras caminaba hacia Isabela y se detenía frente a ella.Isabela, al percibir ese aroma empalagoso que emanaba de él, sintió una oleada de náuseas sin razón aparente. Empujó a Matías y corrió al baño de la oficina para vomitar. El rostro de Matías se oscureció cada vez más. Cuando Isabela salió, él la agarró de la muñeca y le dijo con voz dura:—¿Te doy acaso tanto asco?—¡Sí y mucho! — Isabela lo miró directamente a los ojos, con calma. — ¡Ese olor que llevas encima me da náuseas!—¡Lárgate!Matías la empujó, haciéndola tropezar; que casi pierde el equilibrio y cae al suelo. Isabela se esforzó por mantenerse en pie y se alejó lentamente. Quizás por el embarazo, Isabela sentía que su sentido del olfato se había agudizado más de lo habitual. No podía soportar ni el más mínimo olor desagradable. Durante toda la tarde, Isabela trató de aguantar.Finalmente, cuando llegó la hora de salir del trabajo y pensó en
Diego pensó que ya sabía cuál era el propósito de Isabela y le dijo al conductor:—Caballero, le pagaremos la tarifa completa.Isabela le dirigió una mirada agradecida.—Doctor Espinosa, ¿podría ayudarme después con un asuntillo pendiente?Diez minutos después, ambos bajaron del auto frente a un hotel. Diego sacó a Isabela del auto en sus brazos, acercándose mucho a ella. Desde su auto, Matías observó, con los ojos llenos de furia. Desde su punto de vista, parecía que los dos se estaban besando. Isabela y Diego se quedaron en el hotel hasta el amanecer. Matías permaneció en su auto hasta que salió el sol.Después de pasar toda la noche en silencio, cuando finalmente habló, su voz estaba extremadamente ronca. Le pidió a Max que se alejara en el auto. Isabela observó cómo Matías se iba y, solo entonces, salió del hotel.—Muchas gracias, doctor Espinosa.Diego miró el Maybach y sintió un poco de compasión por Isabela. Enredarse con Matías era casi imposible de evitar.—Si necesitas algo m
Matías dijo con rabia:—Isabela, te lo preguntaré por una última vez, ¿estás segura de que quieres dejar el Grupo Guzmán?Isabela lo miró fijamente llena de determinación:—Sí, espero que el señor Guzmán apruebe por ende mi renuncia.Matías soltó una risotada: —¡Bien! Quiero ver cómo te va entonces sin el Grupo Guzmán.Después de dejar esas palabras, Matías se dio la vuelta y se marchó sin mirar atrás. Poco después, Isabela recibió la noticia de que la oficina del presidente había aprobado su solicitud de renuncia. Isabela suspiró aliviada de inmediato. Puso todas sus cosas en una caja de cartón. Cuando Camila escuchó que Isabela iba a renunciar, también presentó de inmediato su carta de renuncia a la oficina del presidente. Al enterarse, Isabela le preguntó:—¿Por qué también te vas?Camila la abrazó, con un tono juguetón en su voz: —Tú eres mi mamá. A donde tú vayas, yo voy entonces.Isabela recordó entonces que Camila había dicho antes que se parecía a su madre y fingió levantar l
Matías la llevó a cuestas a la habitación en el segundo piso. El mobiliario seguía igual que cuando Isabela se había ido, sin ningún cambio notorio.Matías la colocó en la cama, e Isabela se encogió en la esquina, mirándolo con desconfianza. Esa mirada de desconfianza, sin disimulo alguno, heria el corazón de Matías. Él la agarró por el tobillo y la arrastró hacia él, mirándola desde arriba:—¿Me tienes tanto miedo como para mirarme así? — Había un rastro de ira en su voz.Isabela cabizbaja no respondió. Matías le agarró el mentón, obligándola a mirarlo:—¡Sí! ¡Te tengo mucho miedo si eso es lo que quieres saber! —Isabela lo miró, su voz estaba llena de rabia.Matías puso su mano sobre el vientre de Isabela: —¿Crees que puedes en serio ocultármelo?El rostro de Isabela palideció de inmediato. Matías la miró con una expresión sombría:—Sabes muy bien que ese engendro no debería existir.—¡Si te atreves a hacerle algo a mi bebe, lucharé contra ti hasta la muerte! — gritó Isabela con des
Isabela sintió a alguien acostarse a su lado. Matías extendió la mano y la atrajo hacia su pecho. No pasó mucho tiempo antes de que comenzara a provocarla. Isabela lo empujó.—Cuando se está recién preñada no se puede tener sexo.—Es el momento perfecto para deshacerse de él —Matías sonrió indiferente.Sus movimientos se volvieron aún más desenfrenados. Isabela agarró firmemente su camisa, su voz se suavizó y se llenó de súplica.—Matías, por favor contrólate.Al escuchar la nota temblorosa en su voz, Matías se detuvo por un momento.—¡Cierra tú boca!Isabela cerró la boca, pero su cuerpo no dejaba de temblar. Al final, Matías se ablandó. Pasaron la noche en silencio. Isabela fue retenida por Matías durante una semana entera. Debido a su constante miedo y a la falta de nutrición, su figura visiblemente adelgazó. Cuando Matías se enteró de que Isabela siempre regresaba a su habitación para vomitar, se enfureció.—¿Tienes miedo de que te de algún menjurje para que abortes? —Matías la mir
—Diego puso una expresión de frustración: — Me han tendido una trampa, yo con ella.Diego no sabía cómo explicar su relación con Isabela, así que solo suspiró profundamente:—No es como ustedes piensan, de verdad no es así.Valeria se quedó sorprendida al ver la expresión de Diego. Parecía que no estaba mintiendo. Ella pensó para sí misma: ¿podría ser que realmente esté equivocada?Sin embargo, la otra parte realmente había enviado las fotos, y ver a su hijo con esa mujer en una actitud tan servil la hizo sentir vergüenza como madre. Fue precisamente por esto que Valeria estaba convencida de que la mujer en las fotos tenía habilidades excepcionales para hechizar a Diego de esa manera. Sacó su teléfono y le mostró las fotos a Diego:—¡No intentes engañarme! ¡Aquí están las fotos!Diego permaneció en silencio, y Valeria lo miró con decepción mientras le daba un golpecito en la cabeza:—¿Te has vuelto tonto estudiando medicina? ¿Cómo puedes dejarte engañar por una mujer así?—Tu padre est
—Isabela, ¿dónde te has metido en todo este tiempo? No he podido comunicarme contigo y realmente me tenía muy preocupada —la voz de Renata sonó al otro lado de la línea. —Fui con Luciana a la comisaría para denunciar tu desaparición, pero después de varios días no tuvimos ninguna noticia. Yo pensaba que te había pasado algo grave.Renata comenzó a llorar al teléfono. Los ojos de Isabela Mendoza se llenaron de lágrimas. Su voz era un poco ronca:—Mamá, estoy bien. La empresa me envió de repente a otra provincia por un viaje de negocios. He estado muy ocupada estos días y no he tenido tiempo de coger el teléfono. Se detuvo un momento, tragándose el nudo en la garganta:—No te preocupes, volveré en unos días.—Recuerda decirle a Luciana — Isabela fingió estar muy ocupada y dijo de inmediato—: —Mamá, tengo que ir a una reunión ahora, ya hablaremos.Justo antes de colgar, Renata mencionó:—Mateo se someterá a una operación pasado mañana. Si puedes regresar, acompaña a Luciana. Me temo que