Señor Cazador
Señor Cazador
Por: Nina
Cero

Prólogo

Los hombres no lloran

Texas, 15 de agosto de 2010

Hunter

Siento mis pulmones arder. Necesito respirar. Pero también necesito correr.

—¡Detente idiota! —Gritan los tipos detrás de mí—. Te matare si no pagas la m*****a droga que se robó tu madre.

—¡Cóbrenle a ella! —Grito sin aliento. En algún momento me desmayare, eso lo tengo seguro.

Sigo corriendo, hasta que veo un callejón oscuro y me meto ahí.

¡Diablos! Mala idea.

Es un puto callejón sin salida.

Esto es una m*****a locura. Aparte que ni me drogo.

En medio de mi intento de escapar por el muro inescapable frente a mí, caigo y me doblo un tobillo.

Sí, este es mi fin.

Solo soy un chico de dieciocho años intentando sobrevivir a una vida de m****a con una madre adicta y un padre ausente.

Me arrastro hasta una esquina detrás de un contenedor a rebosar de basura, y me acurruco ahí. Todo está oscuro y me aferro a la idea de morir como garantía. Si, prefiero que me maten a estar vendiendo drogas, o que me vendan en otro país. No, no quiero nada de eso.

Cierro los ojos más fuertes, y sin planearlo, los sollozos llegan. Lloro mientras escucho los gritos y risas de los tipos que me perseguían.

—El jefe se pondrá feliz con este nuevo juguete —Mis sollozos aumentan. Yo no quería esta vida, no la pedí—. Eso, llévanos a ti, pequeño idiota —comienzo a dar golpes en mi cabeza «que se parta. Que se parta y me muera antes de que me encuentren»—. ¡Por ahí!

Me inclino más al frente, tomando impulso para golpearme con más fuerzas, cuando, sin previo aviso, una puerta —que precisamente es con lo que me estaba golpeando— se abre. Dos pares de manos salen y me toman de la camisa.

Con un poco de esfuerzo, dos personas me arrastran dentro de una cocina vacía. Veo como un niño me rodea y corre a cerrar la puerta antes de que los hombres al otro lado me encuentren.

Con la puerta cerrada, las manos que me sostenían me sueltan. Caigo de espaldas, dándome un fuerte golpe en la cabeza.

—¡Maldición! —Me quejo del dolor.

—¿Ahora si sientes algo? —Una voz bastante aniñada y muy furiosa, murmura a mi lado—. Baja la voz, o nos escucharan.

¡Bam! Un golpe en la puerta.

»Muy tarde —dice la misma voz. Esta vez me doy cuenta que tengo un pequeño círculo a mi alrededor.

Son tres chicos: dos chicas y un chico, y por su aspecto, menores que yo.

—¿Dónde estoy? —No los detallo. Intento ponerme de pie, pero me siento mareada.

—No te preocupes, no fue nada salvarte. Quizás podríamos estar involucrándonos en algo que seguramente no queremos participar, pero no te preocupes, cariño, vamos a sacrificar el culo por ti.

En otro momento de mi vida y en otras circunstancias, estaría partiéndome de la risa, pero justo ahora, solo creo partirme por el dolor de cabeza.

Escucho unas risitas seguido de un: «—¡Em!», por parte del pequeño que cerró la puerta hace una rato.

Giro mi cabeza a mi derecha y una sonrisa falsa, de dientes muy blancos, me recibe. Me doy cuenta que parece una niña a simple vista, pero, su mirada me dice que ha pasado por mucho y que su edad no tiene nada que ver.

—¿Quiénes son? —Lo que en realidad quería saber era, quien era ella.

—Tus salvadores —dice ella. Parece ser la más extrovertida del grupo. Se pone de pie y otra chica, unos pocos centímetros más alta que ella y con mucho delineador de ojos, la imita, seguidas por el niño que me sonríe—. Ella es Angie —señala a la chica del delineador que me saluda con la cabeza—. Él es Ray —señala al chico que sonríe aun. Tiene una sonrisa contagiosa, así que se la devuelvo a medias. La chica que hablaba, se caya por unos segundo y solo me observa—. Y yo soy Emma.

Eso lo dice en un tono menos seguro que el de hace un rato.

»¿Y tú eres…? —Se lleva un mechón de cabello detrás dela oreja.

Me doy cuenta en ese momento que su cabello es cobrizo, al igual que el de Ray, pero es totalmente distinto; mientras ella lo tiene salvaje, el de él es muy liso. La observo mientras me doy cuenta que aún sigo de en suelo, así que me levanto, sacudiendo la parte trasera de mis jeans.

Pienso en sí debería decirles quien soy. No es que sea muy importante, porque, seamos sinceros, que nos acabemos de encontrar, no quiere decir que lo hagamos en el futuro. Pero, luego pienso en lo amables que fueron al salvarme de esos tipos, y me decido por decirles.

—Me llamo Hunter.

La chica con el delineador, me sonríe.

—¿Estas escapando igual que nosotros, señor cazador? —Ray me pregunta.

¿Estoy escapando?

—Supongo que ahora sí, Ray —Termino por responder.

—¡Qué bien! —Se emociona—. Em, ¿puede venir Hunter con nosotros? Así no seré el único chico. Anda, anda, di que sí.

Emma lo mira con tanto amor en sus ojos, que me da envidia.

Envidia porque yo quiero algo exactamente igual. No importa quien sea, solo quiero a alguien que me mire con amor, porque puedo apostar todo mi dinero —veinte dólares— que mi madre nunca me ha visto con amor. Nunca.

Emma me mira esta vez a mí y se encoge de hombres.

—Tenemos espacio —dice.

Y hace el gesto más perfecto: me regala una sonrisa. No me pregunta porque me perseguían los tipos, y aunque su actitud de antes era fuerte, ahora solo es una chica invitando a un desconocido a escapar juntos.

Y acepto.

Acepto porque ella me inspira confianza. Ella me hace creer en la seguridad. Algo en ella me dice que todo estará bien, y me lo creo.

—Pero dejarás de llorar —Ray dice mientras salimos del restaurant de comida china—, los hombres no lloran.

Asiento.

Los hombres no lloran.

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