-Estoy aquí con una beca de la Universidad de Londres. En un programa de posgrado -añadí, preguntándome a mí misma por qué sentía la necesidad de contarle mi vida. -¿Y lo de ser modelo? En cuanto me hizo la pregunta aumentó la tensión sexual. Hice una pausa antes de responder. Sabía lo que estaba haciendo exactamente: imaginándome en la foto. Desnuda. Y a pesar de lo incómoda que me sentía, abrí la boca y dije: -Esto, posé... posé para mi amigo, el fotógrafo Benny Clarkson. Me lo pidió y me ayuda a pagar las facturas, ya sabes. -La verdad es que no mucho, pero me encanta tu retrato, señorita Bennett -Mantuvo la vista en la carretera. Me puse tensa con ese comentario. ¿Quién demonios era él para juzgar lo que hago para ganarme la vida? -Bueno, nunca he tenido mi propia empresa internacional como tú, señor García. Recurrí a lo de ser modelo. Me gusta más dormir en una cama que en un banco del parque. Y la calefacción. ¡Los inviernos aquí joden mucho! -El retintín de mi voz era
Al escuchar la historia entre ellos me llenó el corazón de cariño. No había escuchado cómo se habían enamorado y era maravilloso. Supongo que para él fue un flechazo y tras pensar en eso, le coloqué la mano suavemente en su rodilla y él colocó la suya sobre la mía. En el momento en que Elliot iba a seguir contándome su historia con Raquel, alguien tocó la puerta. Y sin esperar respuesta alguna, una mujer con cabello castaño, alta y delgada, de traje de falda y chaqueta blanco. -Cariño, lamento no haberte llamado pero... -quedó muda la ver la escena. Supongo que le cayó mal que él y yo nos estuviéramos tocando y lo confirmé segundos más tarde-. ¿Qué significa esto, Elliot Isaac? -Mamá, que sorpresa -dijo él con emoción levantándose-. ¿Por qué no has llamado? -¿Con esta mujer engañas a Raquel? -me mira y vuelve su mirada a su hijo-. Has caído bajo. -¡Mamá! -le regaña-. No engaño a Raquel con nadie. Mucho menos con Karla. -¿Así se llama está mujerzuela? -pregunta. -No le habl
Fue sorprende lo rápido que preparé un bolso con un par de mudas de ropa. David me pidió que lo hiciera. Dijo que no iríamos a su apartamento ni a la casa de Elliot. Iríamos al pueblo, pero a su cabaña. Me estremecí cuando me lo dijo. Recuerdo claramente lo que vi allí. David quería pasar un buen rato y que disfrutara de él, tanto como él disfruta de mí. Cuando me ayudó a montar en su coche, me hizo sentar de conductor y me pidió que me dirigiera al aparcamiento más cercano. No había nadie cerca cuando me estacioné. En menos de segundos segundos me excito e hizo que me volviera loca. Me derretí en sus manos antes de protestar. -Ven aquí -dijo quitándose su cinturón, luego me quitó el mío y me agarró para posarme en su regazo-. Te he echo de menos, cariño -dicho esto me beso con ternura. Mientras me besaba se desabrochaba su pantalón y colocaba mi tanga a un lado-. Déjame demostrarte cuanto, querida -y sin decir más me lleno por completo. Entre gemidos y placer, mi mente se nubló. N
-¿Ah, sí? -pregunta mientras le da la vuelta a la encimera con paso seguro y calmado-. ¿Puedo conocerte también? -Quizá sí, quizá no -respondo con el mismo tono provocativo-. No lo sé. -¿No? -dice agarrándome con posesión-. Creo que si querrás que te conozca, querida -y sin decir más me besó con la mismo posesión, luego fue bajando de intensidad y empezó a besarme con cariño-. Mmm -gruño cuando le mordisquee el labio inferior. -¿Te dolió? -le pregunto riendo entre besos-. Ups. -Ven acá -dice mientras me sube a la encimera y me coloca las piernas alrededor de su cintura-. Te lo haré pagar -volvió a besarme con posesión y mordisqueo ambos labios. Primero el de arriba y luego el de abajo-. Sabes deliciosa, cariño -acto seguido vuelve a quitarme la chaqueta y la blusa-. ¿Te dije que me encantas así? -yo asiento y él sonríe. -¿Qué hago acá? -pregunto mientras coloco mis manos en sus hombros. Al mínimo contacto noté como se endureció su cuerpo. Y fui bajando una mano por su pecho,
En la cocina nos divertimos cocinando y haciendo bromas. Pasamos un rato agradable en pareja. Y eso me hizo pensar en lo que pude haber perdido si lo volvía a dejar ir sin más. Lo miré mientras cortaba las verduras. Pulso firme. Me lo imaginé cocinando para su ex y eso hizo que un escalofrío desagradable recorriera mi cuerpo. Ella le había hecho daño de una manera impensable. No quería ni siquiera imaginar el dolor que sintió él. -¿Qué piensas? -pregunta de pronto sacándome de mis pensamientos. Lo miré a los ojos y me sonrió-. Cariño, ¿estás bien? -pregunta está preocupado. -Sí, ¿por qué no lo estaría? -Pues te he preguntado algo y no me has respondido. Sólo me miras, me miras y me miras. No es que me moleste -dice encogiéndose de hombros-, sólo que es preocupante que estés tan callada. -¿Me has dicho lora parlante? -pregunto fingiendo estar indignada. -¡No! -dice colocando las manos en forma de rendición-. Sólo he querido decir que eres muy alegre y es muy raro verte así. Ta
Al montarnos en el coche, David puso en marcha el motor de inmediato y arrancó un poco brusco que hizo casi pego mi frente en el parabrisas. Él al darse cuenta paró y me sujetó la cara. -¿Estás bien? -pregunta preocupado-. Lo siento. Lo siento. No fue mi intención. -Estoy bien, cariño. No me has hecho nada -respondo sonriendo-. Vamos. Debemos llegar rápido. -¿Segura? -no arrancó hasta que por fin me coloqué el cinturón de seguridad-. ¿Estás lista? -Sí -le confirmo-. Cariño, andando -insisto. Esta vez arrancó con más cuidado. Despacio y seguro. Pero luego de estar en la carretera vía a la ciudad, aceleró el ritmo. Sus movimientos eran seguros y decididos. Estaba totalmente segura de que se estaba controlando, ya que veía sus manos sujetas muy fuertes en el volante. Él me miró de reojo y yo sonreí. -¿Qué piensas hacer? -me pregunta tras volver a colocar toda su atención en la carretera. -Gregorio sabe que no puede permitir que nadie entre o salga de la televisora. Tenemos ti
-No me hagas reír, Karla, por favor -me dice en tono de burla-. Le has pedido a Gregorio que te siga la corriente. ¿O no es así, Gregorio? -él no respondió, se limitó a mirarlo serio y esperando algún movimiento de Jorge-. ¿No respondes? ¡RESPONDE! -le grita. -No le grites -le grito más fuerte-. A ti te respeta cuando sigue tus órdenes, cuando lo mandas a hacer algo para sacarte de apuros. Pero -doy una pausa y le sonrío maliciosa-, estoy yo ahora. Y él no va a seguir órdenes de un idiota como tú. Jorge se enojó y se me vino encima. Gregorio le tomó ambas manos y lo miró fijamente a los ojos. -¡Suéltame,imbécil! -le vuelve a gritar. Gregorio lo hace pero no se mueve-. ¡Muévete! -Gregorio, por favor, hazte un lado. -Jefa no... -Por favor -le pido con voz firme pero suave-.Hazte un lado -él asiente y se coloca al de los demás. -No me creo que seas su jefa. Él es le jefe. -Lo es cuando mi hermano y yo estamos ocupados -le respondo mirándolo-. Ya he acabado con lo que tenía q
Cuando cada quién estuvo en su auto, nos dirigimos al apartamento. De vuelta allí los nervios atacaron a David, lo noté en lo tenso de su cuerpo. -¿Te encuentras bien? -le pregunto. -¿Eh? -dice distraído-. Sí, claro, cariño. -No me parece. -A mí tampoco -dice su madre. -Estoy bien, ¿vale? -dice malhumorado-. No se preocupen. -Quieras o no, lo haré, David -digo firme y enojada-. Me saca de quicio que siempre te pongas de malhumor por todo. Estoy cansada de que siempre quieras ocultar todo, David. Él no dijo nada. El camino que faltaba lo pasamos en silencio y la tensión se hizo más fuerte. David manejaba lo más lento que podía. Quería evitar un accidente o eso le había dicho a su madre. Al llegar a la puerta de mi apartamento Elliot se acercó a mí. -He notado extraño a David. ¿Le pasa algo? -Pregúntaselo tú si quieres -le respondo-. Ya lo he hecho yo y se ha comportado malhumorado. -Ya veo -dice serio mientras me mira-. ¿Tú estás bien? -Sí. Muy bien -digo en tono calmado-. M