En la cocina nos divertimos cocinando y haciendo bromas. Pasamos un rato agradable en pareja. Y eso me hizo pensar en lo que pude haber perdido si lo volvía a dejar ir sin más. Lo miré mientras cortaba las verduras. Pulso firme. Me lo imaginé cocinando para su ex y eso hizo que un escalofrío desagradable recorriera mi cuerpo. Ella le había hecho daño de una manera impensable. No quería ni siquiera imaginar el dolor que sintió él. -¿Qué piensas? -pregunta de pronto sacándome de mis pensamientos. Lo miré a los ojos y me sonrió-. Cariño, ¿estás bien? -pregunta está preocupado. -Sí, ¿por qué no lo estaría? -Pues te he preguntado algo y no me has respondido. Sólo me miras, me miras y me miras. No es que me moleste -dice encogiéndose de hombros-, sólo que es preocupante que estés tan callada. -¿Me has dicho lora parlante? -pregunto fingiendo estar indignada. -¡No! -dice colocando las manos en forma de rendición-. Sólo he querido decir que eres muy alegre y es muy raro verte así. Ta
Al montarnos en el coche, David puso en marcha el motor de inmediato y arrancó un poco brusco que hizo casi pego mi frente en el parabrisas. Él al darse cuenta paró y me sujetó la cara. -¿Estás bien? -pregunta preocupado-. Lo siento. Lo siento. No fue mi intención. -Estoy bien, cariño. No me has hecho nada -respondo sonriendo-. Vamos. Debemos llegar rápido. -¿Segura? -no arrancó hasta que por fin me coloqué el cinturón de seguridad-. ¿Estás lista? -Sí -le confirmo-. Cariño, andando -insisto. Esta vez arrancó con más cuidado. Despacio y seguro. Pero luego de estar en la carretera vía a la ciudad, aceleró el ritmo. Sus movimientos eran seguros y decididos. Estaba totalmente segura de que se estaba controlando, ya que veía sus manos sujetas muy fuertes en el volante. Él me miró de reojo y yo sonreí. -¿Qué piensas hacer? -me pregunta tras volver a colocar toda su atención en la carretera. -Gregorio sabe que no puede permitir que nadie entre o salga de la televisora. Tenemos ti
-No me hagas reír, Karla, por favor -me dice en tono de burla-. Le has pedido a Gregorio que te siga la corriente. ¿O no es así, Gregorio? -él no respondió, se limitó a mirarlo serio y esperando algún movimiento de Jorge-. ¿No respondes? ¡RESPONDE! -le grita. -No le grites -le grito más fuerte-. A ti te respeta cuando sigue tus órdenes, cuando lo mandas a hacer algo para sacarte de apuros. Pero -doy una pausa y le sonrío maliciosa-, estoy yo ahora. Y él no va a seguir órdenes de un idiota como tú. Jorge se enojó y se me vino encima. Gregorio le tomó ambas manos y lo miró fijamente a los ojos. -¡Suéltame,imbécil! -le vuelve a gritar. Gregorio lo hace pero no se mueve-. ¡Muévete! -Gregorio, por favor, hazte un lado. -Jefa no... -Por favor -le pido con voz firme pero suave-.Hazte un lado -él asiente y se coloca al de los demás. -No me creo que seas su jefa. Él es le jefe. -Lo es cuando mi hermano y yo estamos ocupados -le respondo mirándolo-. Ya he acabado con lo que tenía q
Cuando cada quién estuvo en su auto, nos dirigimos al apartamento. De vuelta allí los nervios atacaron a David, lo noté en lo tenso de su cuerpo. -¿Te encuentras bien? -le pregunto. -¿Eh? -dice distraído-. Sí, claro, cariño. -No me parece. -A mí tampoco -dice su madre. -Estoy bien, ¿vale? -dice malhumorado-. No se preocupen. -Quieras o no, lo haré, David -digo firme y enojada-. Me saca de quicio que siempre te pongas de malhumor por todo. Estoy cansada de que siempre quieras ocultar todo, David. Él no dijo nada. El camino que faltaba lo pasamos en silencio y la tensión se hizo más fuerte. David manejaba lo más lento que podía. Quería evitar un accidente o eso le había dicho a su madre. Al llegar a la puerta de mi apartamento Elliot se acercó a mí. -He notado extraño a David. ¿Le pasa algo? -Pregúntaselo tú si quieres -le respondo-. Ya lo he hecho yo y se ha comportado malhumorado. -Ya veo -dice serio mientras me mira-. ¿Tú estás bien? -Sí. Muy bien -digo en tono calmado-. M
-¡Mami! -dijeron ambos niños-. ¡Papá! -¡Hola, campeones! -dijo mi tío-. Me alegra que hayan llegado. ¿Cómo estuvo el paseo? -Este señor nos llevó por un helado antes de venir y nos prometió que luego iríamos al parque -dijo uno-. Y que David iría con nosotros. -Por supuesto que sí -respondió él con una sonrisa-. Más tarde iremos. -Gracias, Gregorio -le digo acercándome a él-. ¿No te han dado trabajo? -Para nada, señora -me tomó de la mano y me sacó junto con su hermano-. Tengo noticias. -Saldré un momento -digo a los demás. Estando afuera, él me mira serio-. ¿Qué pasa? -Jorge les ha pedido a José que se encargue de los pequeños -al escuchar eso, mi corazón se aceleró-. Le he pedido que viniera a verla. Hemos quedado en un sitio neutro. -¿A qué hora? -pregunta su hermano. -En un par de horas -le responde-. Sola. Pero estaré cerca por si necesita ayuda. Que estoy seguro no será así. -Bien. Le comentaremos a Alejandro pero le obligaremos a no seguirnos. Debemos hacer las cosas b
Pasado el plazo de una hora. Elliot me pidió que fuera con cuidado, puesto que sería yo quién llegaría primero. Esta vez lo haría sola. -Karla, ve con cuidado. Puede ser peligroso. -No te preocupes. Lo haré -le respondí con una sonrisa. Tras revisar una y mil veces más mi arma, mi cuñado me la entregó con su seguro puesto. Me miró con distintas expresiones pero sólo podía brindarle una de mis mejores sonrisas. -Cariño, déjame ir contigo -escuche decir a David tras de mí. -,Tú llegarás con Alejandro y Elliot. Gregorio y su hermano estarán cerca. -¿Puedo convencerte de algún modo? -Amor, estaré bien. No me pasará nada. Luego de tanto y tanto rogarle que no se preocuparan, por fin me dejaron montar en el coche. Muy cerca me seguía Gregorio y más atrás Alejandro con David y Elliot. Mi tío fue el más complicado, quería ir a partirle la cara a Jorge por querer meterse con sus hijos. No sé cómo, pero entre su esposa y yo logramos convencerlo que lo mejor era quedarse junto con los pe
-Buenos días a todos -dijo el juez al entrar-. Disculpen la demora. Tenía asuntos pendientes que atender -lo dijo mirando a David e imaginé muchas cosas-. He obtenido pruebas de última hora -informo tras sentarse-. Espero no les moleste que me haya demorado. En fin -dijo luego ojear unos papeles-, estamos acá presente el día hoy porque la señorita Karla López quiere una orden de alejamiento. Puesto que el acusado, el señor Jorge Fernández, la ha estado acosando desde que lo dejó en el altar. ¿Es eso cierto? -pregunta. -No, su Señoría -responde la abogada de Jorge. Y por sus miradas intuyo que son amantes. , pensé-. El señor Jorge alega que ha estado muy ocupado con su empresa para perseguir a su ex prometida. -Objeción -dice mi abogado-. Tenemos pruebas de que no es así. -También tengo pruebas de que la señorita López, citó a mi cliente hace unos noches y lo amenazó. -Objeción -vuelve a decir mi abogado-. Mi cliente lo citó para darle un ultimátum de que no quería volver a verlo
Pasamos una tarde tranquila, muy tranquila. Por fin podíamos respirar libremente. Sin sentirnos perseguidos, en peligro. Nos sentíamos a salvo. Pero David no se fiaba. No permitió que los guardaespaldas se fueran, seguirían trabajando con nosotros, pero esta vez, cómo chóferes. -Gracias por aceptar -dijo aliviado luego de discutir con todos nosotros-. Me sentiré más tranquilo. -Cariño, solo relájate un poco. -¿Te apetece en la cabaña? -dijo a mi oído, y al escuchar eso un escalofrío volvió a recorrer mi cuerpo. Lo miro y él se ríe al ver mi expresión-. Nos iremos mañana -dice esta vez en voz alta. -¿A dónde? -preguntó Carmen. -Quiero estar a solas con mi prometida. Siendo libres -le responde mirándome-. No nos extrañen. -Oh, vamos. ¿A dónde? -insiste. -A casa -esta vez la miraba a ella con una sonrisa-. Nuestro hogar. Su hermano le devolvió la sonrisa cómplice. Eran una familia que con solo mirarse se entendían a la perfección y estaba feliz de formar parte. Desde que D