Poco rato después, recibí una llamada. Era José. -Hola -digo al contestar. -¿Cómo les ha ido? -me sorprendía que me lo preguntara. -Ha salido bien. Pero conoces a Jorge. -Te aseguro que no se acercara a ti de nuevo -asegura firmemente-. Me ocuparé de ello. -José -digo entrando en la cocina-, no debes hacer nada. Puedo cuidar... -Me da igual -su tono fue brusco-. Lo siento -dice tras dar un suspiro-. Una vez en tu vida deja que alguien cuide de ti, Karla. -Está bien -respondo con una sonrisa. Fue impresionante escucharlo hablar así-. Sólo no te metas en problemas. -No lo haré -y cuelga sin dejar que diga mu. Al salir de nuevo a la sala, vi a David y Alejandro hablando animadamente. Voltearon y ambos me sonrieron. -Está enamorado de ti -dice alguien tras de mí-. Se nota -y al darme cuenta era su madre. -Oh -le sonrío-. Le aseguro que no está enamorado solo. -También se nota, querida -dice colocando una mano en la mía-. Gracias. -¿Por qué? -pregunto confusa. -Amb
-Solo necesito dos aspirinas y un poco de agua y estaré bien. Él negó con la cabeza. -¿Cuándo fue la última vez que comiste algo, Raquel? -¿Volvemos entonces a los nombres de pila otra vez? -Me lanzó una mirada neutral pero notaba que estaba molesto-. Desayuné tarde, ¿vale? Me haré algo cuando llegue a casa -Miré por la ventana. La luz del semáforo debía de haber cambiado porque empezamos a avanzar de nuevo. Los único sonidos los emitía su cuerpo cuando giraba al tomar la curva. Y era un sonido demasiado sexy como para poder mantener los ojos apartados durante mucho tiempo. Me arriesgué a mirarle. De perfil, Elliot tenía una nariz bastante prominente, pero en él daba igual, seguía siendo muy guapo. Ignorándome ahora y actuando como si no estuviera a medio metro de él, condujo de manera eficiente. Elliot parecía conocerse Londres porque no me pidió en ningún momento ninguna indicación. Sin embargo podía olerle y la fragancia afectaba a la cabeza. Realmente necesitaba salir de
-¿Eso quieres, Raquel? Yo creo que estás muy agradecida de que te llevara a casa anoche y parecía que también te gustó tu cena -hizo una pausa durante unos segundos-. Me diste las gracias -más silencio-. En tu estado nunca hubieras llegado a casa a salvo. ¿En serio? Sus palabras me llevaron directamente de vuelta a las abrumadoras emociones que sentí anoche cuando me compró el agua y las aspirinas. Y por mucho odiara admitirlo, él tenía razón. -Vale.. mira, Elliot, te debo una por llevarme a casa anoche. Fue una buena idea y te agradezco tu ayuda, pero... -Entonces cena conmigo. Una cena en condiciones, preferiblemente nada que esté envuelto en plástico o en papel de plata..., y por supuesto que no sea en mi coche. -Oh, no. Perdona, pero no creo que sea buena ide... -Acabas de decir > y eso es lo que quiero: que cenes conmigo. Esta noche Mi corazón latía con más fuerza. No puedo hacer esto. Él me afectaba de una manera realmente ext
No supe cuando, pero ahora era Raquel quien contaba su historia. Elliot estaba a su lado, viéndola con todo el amor del mundo. David también estaba a mi lado. Había dejado de hablar por teléfono y me tomó la mano al sentarse. Observaba detenidamente a su cuñada al igual que yo. Justo en ese momento llegaron Alejandro y mi cuñada. -¿De qué hablan? -pregunta él. -Escuchamos la historia de Elliot y Raquel -digo fascinada. -Si no les molesta -dice al sentarse-. Quisiéramos también escucharla. -Seguro -iré por otro cerveza -dice Elliot levantándose-. No sigas sin mí. -Jamás -le responde Raquel. Justo en el momento en el que Elliot se siente de nuevo al lado de su prometida, llegan Alvaro y Carmen. Riendo. Felices. -¿Qué hacen? -pregunta Carmen. -Escuchando a Raquel. -¿Sobre qué? -La historia de cómo conocí a tu hermano -responde ella. -Oh. Esa historia me encanta -dice sentándose. -Ahora que estamos todos -dice Elliot riendo-. Sigue, amor, por favor. -Esperen -di
Abrí la bolsa y me quité la bata. Teniendo en cuenta que era casi verano y dando por hecho que esta noche iba a ser informal después de una jornada de trabajo, había elegido ropa que aguantara horas en una bolsa de deporte: unos pantalones de lino con un cordón a la cintura, una camiseta negra de seda de tirantes y unas bailarinas de cuero negras. Me puse mi chaqueta verde favorita por encima de los hombros y volqué mi atención en otros aspectos de mí misma. Me cepillé el cabello y me hice una coleta con un mechón de pelo alrededor de la goma. Siguiente paso: maquillaje, y no me llevaría mucho. Rara vez uso algo más que un poco de rímel y un poco de colorete. Algo de brillo en los labios, mi perfume y lista. Preparada para irte, Raquel. Apreté el botón de los ascensores y esperé. Elliot no dijo dónde quedábamos exactamente y me imaginé que el vestíbulo estaría bien. Parecía conocer la ciudad como la palma de su mano. Marco se acercó y me dio un enorme abrazo de despedida. Era un homb
El Vauxmoor's Bar & Grill estaba muy de moda pero no era tan ruidoso como para llegar al punto de tener que gritar para hablar. De todas maneras, disfrutaba simplemente con las vistas que tenía delante. Sentado frente a su plato de solomillo, Elliot era la viva imagen de un caballero inglés. Un caballero inglés muy educado y extremadamente cañón. El deseo y la promesa de sexo apasionado que habíamos compartido en el ascensor se había evaporado. Elliot había puesto fin a esa situación con la misma rapidez con la que me había puesto a mil. -¿Qué tal se siente una americana en una universidad tan lejos de su hogar? Di vueltas a mi ensalada con trozos de carne y al final le di un trago a la sidra. -Des..., des..., después del instituto lo pasé un poco mal. De..., de...-cerré los ojos un momento-. De hecho estaba fatal, por muchas razones -cogí aire para tratar de calmar los nervios que me entraban siempre que tenía que responder a esa pregunta y dije-: Pero con un poco de ayuda conse
Por alguna razón sentí la implacable necesidad de llorar. Elliot era intenso y mi pobre cerebro trataba de procesarlo todo mientras él empezaba a moverse hacia mí, lentamente, como un depredador. Ya había visto ese movimiento antes. Era capaz de ir rápido, lento, brusco, suave, de cualquier modo, y hacer que pareciera espontáneo y natural. Se me fue acelerando el pulso a medida que se acercaba. A unos centímetros de mí se detuvo y esperó. Tuve que levantar la cabeza para mirarle a los ojos. Era tan alto que podía ver cómo su tórax se alzaba con la respiración acelerada. Me gustaba saber que él también se sentía atraído por mí. -No soy tan guapa como dices..., solo es la cámara -dije Llevó la mano a mi chaqueta verde, desabrochó el botón y la deslizó por mi espalda hasta que aterrizó con un suave sonido en el reluciente suelo de roble. -Te equivocas, Raquel. Eres guapísima -llevo la mano al dobladillo de mi camiseta de seda negra y la pasó por encima de mi cabeza. Levanté los bra
Elliot seguía con los ojos fijos en mí. Incluso después de relajarnos tras el desenfreno sexual y después de haber abandonado mi cuerpo. Se quitó el preservativo, le hizo un nudo y se deshizo de las pruebas. Pero ahí estaba de nuevo, frente a mí, sus ojos deteniéndose en los míos, buscando mi reacción después de lo que acabábamos de hacer. -¿Estás bien? -preguntó mientras deslizaba su pulgar por mis labios, acariciándolos con mucha suavidad. Le sonreí y le contesté con lentitud. -Ajá. -No he acabado contigo ni mucho menos -arrastró la mano por mi cuello, por mis senos, a lo largo de mis caderas hasta posarse en mi estómago-. Ha sido tan increíble... No quiero... no quiero que acabe -dejó la mano ahí extendida y se inclinó hacia delante para besarme lenta y concienzudamente, casi con veneración. Me di cuenta de que me iba a pregunta algo-. ¿Te..., te tomas la píldora, Raquel? -Sí -susurré contra sus labios. Así era. Se sorprendería del porqué pero no se lo iba a contar esa noch