No sé por cuánto dormí pero al despertar me encontré con la mirada de David. Él me sonrió al verme abrir los ojos y le devolví la sonrisa. Estaba segura que no lo vería aquí al despertar pero me alegra que se haya quedado, cuándo visualicé la habitación, no había más nadie. Ni Franco ni mi padrino. Creo que David notó mi tristeza al no ver a ninguno de ellos de acá y me dijo:
-Tu padrino sigue ocupado, me llamó hace cinco minutos -me sonríe y continua-. Franco está en el apartamento de tu tía buscando ropa para cambiarte. La doctora ha venido hace diez o quince minutos y nos ha dicho que ya podemos llevarte a casa.
-¿En serio? ¿Ya puedo irme a casa? -mi felicidad no podía ocultarla. De verdad quiero irme a casa.
-Sí cariño -me responde casi con la misma felicidad. No podía ocultar que aún seguía enojado con la noticia que recibió-. Ya podemos llevarte a casa. -me coloco un mechón de pelo detrás de la oreja y me pregunta-: Entonces, ¿a qué ca
Primero pasamos por mi apartamento. En el de mi tía solo tenía la ropa que Franco me había llevado al hospital. Todos esperaban por mí en la sala mientras yo acomodaba mi ropa en la maleta. No pretendía llevarme todo, solo un poco. Lo poco que conocía a David era capaz de echarme de su casa, no estoy segura pero tampoco pretendía averiguarlo. Estuve lista diez minutos después, estaba apurada así que metí la ropa a lo loco, luego la arreglaría en casa de David. Antes de salir fui al baño y me vi en el espejo, estaba pálida, el rubor que siempre tenía en mis mejillas no estaba. Cualquiera pensaría que estaba enferma o algo parecido. Tomé mi neceser de maquillaje y retoqué mi típico rubor y un poco de brillo en mis labios, al terminar me gustó el resultado así que llame a Franco. -¡FRAAAAN! -grité-, ¿puedes venir? -Claro -responde-, voy en un momento. Un segundo después llegó a la habitación, al verme quedó de piedra. Además de retocarme un poco la cara también me cambie de ropa.
-¿Por qué piensas tal cosa? -pregunta Fran mirándome con ojos muy abiertos. No había nada que pensar, no había nada que meditar. También lo miré fijamente y le contesté: -Por venganza -me encogí de hombros-, ha dicho que quiere venganzarse y que más fuerte que esto. -Karla, -se coloca al frente de mí y me sujeta ambas manos-, sé porque lo piensas y me lo acabas de confirmar, pero ¿crees que te mandaría a violar? -pregunta muy serio-. He visto con mis propios ojos el enojo que tenía desde el momento que se enteró que te habían hecho tal cosa -se acerca más a mí y me dice casi al oído-. Además, me ha dicho que cuando encuentre al imbécil, lo va a mandar tres metro bajo tierra -me dice alejándose un poco afirmando con la cabeza. Lo miré con ojos muy abiertos. >, dije para mí. ¿En serio ha dicho eso? ¿Debo confiar que en verdad no fue él quién a mandado a golpearme? Bueno, ahora que lo pienso Franco tiene razón, David se puso todo hecho furia cuando escuchó el resul
Cuando quedamos solos en la casa, David me ayuda a recoger las copas y lo que había quedado. Franco quiso ayudarme pero le dije que no se preocupara. Sí, podía dolerme un poco el cuerpo pero tampoco quería sentirme una inútil. -¿Te sientes bien? -me pregunta David entrando en la cocina. -Sí, cariño, ¿por qué? -le pregunto confundida. -¿No te duele nada? -vuelve a preguntar. -No, David -me estaban frustrando sus preguntas-, estoy bien. -¿De verdad, no te duele nada? ¿Estás bien? -vuelve a preguntar una tercera vez. -Sí, de verdad David -me volteo molesta, pero al hacerlo choqué con él. Lo tenía tan cerca de mí que podía oler su perfume aún-, esto... -me puse nerviosa, lo admito-, estoy bien, cariño. -Bien, porque quiero besarte -dice haciendo que trague saliva-, y quiero hacerlo ahora mismo. No tuvo que esperar que le dijera algo más. Se acerco a mis labios y me beso. Lo deje hacer, moría por sentirlo una vez más. Moría por besarlo, tocarlo, sentirlo dentro de mí, no pod
A la mañana siguiente me desperté y estaba sola en la cama. Lo busqué con la mirada por cada rincón de la habitación pero no lo encontré, fui al baño a lavarme la cara y tampoco estaba allí, estaría en cualquier parte de la casa, pensé. Salí de la habitación en su busca, no lo encontré en la sala, tampoco estaba en la cocina pero si había una nota >. Pero, ¿por qué fue solo? Quedamos en ir los dos. Ahora me voy a aburrir acá sola, es una casa muy grande para mí. Revisé el congelador, debía de haber algo para cocinar, tengo hambre y no sé cuánto vaya a tardar David en llegar. No había lo necesario para rellenar mi panza, pensé al mirar el congelador. Ojalá David no tarde mucho. Me senté en el sofá de la sala, encendí la televisión y busque un canal dónde pudiera ver alguna película o documental. No encontré nada interesante para ver. Me levanté de sofá y volví a la cocina por un poco de agua y leí la nota de nuevo, <
Unos minutos más tarde llegamos al hospital. Allí estaba Alvaro con un doctor esperando por nosotros, por mí en realidad. Alvaro me ayudó a bajar del coche mínimo David se estacionó. Su preocupación podía notarla en su cara y al ver a David acercarse a nosotros palideció, parecía un papel y me pareció gracioso pero no estaba para reírme. -Buenos días, Alvaro -le saluda David tendiéndole la mano. -Buenos días, señor García -le responde y se dan un apretón de mano-. Señorita García -dice saludando a Carmen formalmente. -Ya lo saben, Alvaro -le dice de sopetón a Alvaro y palideció más. -Se lo puedo explicar, señ... -Luego, Alvaro -lo interrumpe David-. Ahora lo primero es la salud de mi mujer -le dice amablemente. -Sí, lo entiendo -su alivio no fue por mucho tiempo cuando vio en la condiciones que me encontraba-. Karla, ¿estás bien? -Quisiera, Alvaro -le respondo apenas-, quisiera que sí. El doctor se acerca a mí y me ayuda a recostar, pero al no poder hacerlo, David me co
-Kar -dice Elliot mirándome con una GRAN sonrisa-, ¿quieres ser la madrina? -me pregunta de golpe y no sabía ni que decir. -Sí, Karla -dice su prometida-. Nos encantaría muchísimo que nuestra > sea la madrina de boda -su sonrisa era felicidad-, junto con Carmen. -Encantada -logro decir al fin. -Yo -dice Carmen-, quiero ser la madrina de su boda -dice mirándonos a David y a mí. -Ya lo veremos, hermanita -le responde David. Más tarde cada quién se fue a su casa. Tenían un viaje un poco largo que hacer, Alvaro se encargó de llevar sana y salva a Carmen, seguidos de Elliot y su prometida, iban al mismo destino. Franco y mi padrino se fueron más calmados al saber que ya estaba en casa. -Querida -me llama David-, ¿puedes venir? -Claro -le respondo-, dame un segundo. Cuándo fui a la cocina me encontré con la cena hecha, una cena romántica y David al otro lado con una sonrisa y una caja parecida a la anterior. Casi me desmayo pero me contuve, en realidad no sabía que ha
Terminamos de desayunar tranquilos cuando David recibió una llamada. Por su semblante pude notar que no trataba de algo bueno, dudó en contestar unos segundos, podía notar el nerviosismo de contestar a mi lado pero se armó de valor y por fin lo hizo. -Buenos días, Andrea -saludo a la persona al otra lado del teléfono-. ¿En qué te puedo ayudar está mañana? -Buenos días, señor David -le responde el saludo la mujer. No sé en que momento lo hizo pero tenía su móvil en altavoz-. Cómo ya debe saber, su pedido está hecho, hemos encontrado al hombre. -le explica-. Nos ha dado información muy valiosa, si gusta puedo pasar por su apartamento a darle lo que tenemos. -No -responde de inmediato David-, no estoy en mi apartamento. Estoy en mi casa con mi mujer -le explica. Algo me decía que entre ellos había pasado algo pero no me preocupaba-. Pasaremos más tarde por la empresa, los pasaré buscando, tenlos a la mano por favor. -Sí, señor -dice y cuelga al instante. David me mira seriamente y
-Pero... las placas -dice Elliot sin entender-, ¿eran tuyas? -Sí y no -le respondo-. Sí eran mías, pero no tengo las costillas tan lastimadas. No la han editado, están algunas partidas pero poco a poco mejoraré. -Sí que eres fuerte -me dice aún más sorprendido-. ¡TREMENDO MUJERÓN TIENES, HERMANO! -le dice a David. -Pero... -dice David-, ¿cómo te has defendido? -Dos meses entrenando boxeo y karate -le respondo-. No creas que fueron vacaciones las que me tomé. -A partir de ahora -me dice un poco divertido-, te tendré miedo. -Somos dos -dice Elliot también divertido. -Deberían -les digo-, deberían. -miro a Patricio y digo-: ¿Pueden hacer algo por mí? -Claro -dice mi cuñado serio-, lo que tú quieras. -Llévenlo a casa de su madre -digo seria-, no sólo tú me tendrás miedo -le digo a Patricio. Salimos de esa habitación y subimos a la oficina de Elliot. Estando allí sus empleados escucharon detenidamente la orden de Elliot. Llevarían a Patricio a casa de los padres de Jorge