Mi tío y Elliot llevaron al doctor de nuevo a su casa o a su consultorio, la verdad no tengo la mínima idea de dónde fueron por él, solo sabía que no podía salir de casa ni hacer NADA.Alejandro, David y Franco salieron de la habitación y me dejaron con las chicas y mi suegra. Todas me sonrieron y le devolví una sonrisa forzada, no por hipocresía ni molestia, en realidad estaba cansada. No entendía porque si no habia hecho casi nada durante el día, o quizá sí, por mi embarazo.-Nueve meses pasan volando -dijo mi suegra-. Lo ves eternos pero no lo son. Además, los mareos, desmayos y las nauseas no serán para siempre. Toma -dice tendiéndome un papel-, le he pedido al doctor que te recomendara algo para los malestares.-¿Segura que no afectarán? -pregunté mirándola, algo asustada.-No te harán daño, cariño -dice con voz dulce-. ¿O crees que arriesgaría la vida de mi yerna y la de mi nieto? -pregunta en un tono serio pero su mirada era serena, cariñosa.-Lo siento -le digo-. No quise dec.
Pasó una hora cuando me senté en la sala con los niños. Seguían viendo televisión. Alzaron la mirada hacía mí y mis primos-cuñados se hicieron a un lado.Me reí de eso. Además de ser los hermanos de mi prometido, eran los hijos de mi tío y eso nos unía como familia así David y yo no tengamos nada. Lo malo de eso, es que si nos llegamos a dejar por alguna estúpida o lógica razón, los pequeños siempre me iban a recordar lo vivido hasta ahora. No los culparía, claro, pero no creo que pudiera superar tal cosa tan rápido.Pero no podía pensar en eso. Todo iba bien estás últimas semanas. En unas cuántas más nos casaríamos.Quería irse a nuestra casa. Estar solos. Hablar y planear nuestra boda y comentarle luego a Elliot y Rachel pero no podíamos. Luego de lo que pasó con la empresa de mis padres, decidió quedarse y ayudarnos en todo lo que fuese necesario y supongo que mis malestares de embarazo también se lo impiden. Sabía que no podría cuidarme e irse a trabajar y estar tranquilo mientras
-No quiero que te metas en esto -me dijo David cuando entré en la cocina-. Es peligroso. Además, estás embarazada.Su voz sonaba firme pero al decir lo último sonó apagada, asustada, tan baja que apenas logré escuchar.-No moveré un dedo -le aseguro tranquila-. Te lo prometo.Y lo decía en serio. No iba a mover un dedo. Jorge y sus cómplices moverían todos sus dedos y, al final, no iban a ganar. De eso estaba segura.-No, Karla, no pie -se calló y me miró, estaba confundido-. ¿Qué has dicho?-Qué no moveré un dedo -le repito, y le di un sorbo a mi zumo-. Lo prometo.-¿Qué mosca te picó? -me pregunta acercándose a mí-. Hace un rato nos dijiste que...-Sé lo que dije, mi amor -le interrumpo con cariño-. Pero no me voy a arriesgar a nada. Menos a perder a mi bebé.-De verdad, Karla -me dijo Alejandro-. ¿Qué mosca te picó?Lo miré, le sonreí y volví a dar un sorbo a mi zumo. No pensaba darle esperanzas a mi familia. No dudaba que entre ellos mismos iban a comerse, pero aun así mi familia
Estuve caminando cada rincón de la casa, arriba abajo, de la cocina a la sala, luego al porche.Sabia que mi actitud los tenía nervioso pero nadie se atrevía a preguntar por qué. En oportunidades mi mirada se posaba en David, estaba preocupado y no aguanté más. Empecé a llorar.-Kar, querida, ¿qué pasa? -me pregunta Carmen.-Oh, Carmen -digo y me lancé a sus brazos-. No creo que sea buena idea que lo sepas.Y me dejó llorar en su hombro. Me consoló por unos minutos. Luego David se acercó y me abrazó, aun estando unida con su hermana.-¿Qué es lo que pasa, cariño? -pregunta cariñosamente-. Dinos, no te preocupes como lo tomaremos, solo... solo -empezó a tartamudear, tenía un nudo en la garganta, lo noté-. Queremos saber qué te tiene tan preocupada.-No es... -pensé en decirles, pero vi a los niños asomarse a la ventana y me separé de Carmen de golpe-. ¡NO! -grité corriendo hacia ellos-. No los quiero cerca de las ventanas.Sentí la mirada de todos a mi espalda. No me atreví a voltear.
En una de las fotos se veía claramente que el desconocido le entregaba a Lucas. Sonreían. Estaba más que obvio que se conocían y que quizá, éste desconocido fuese su jefe. Tenía el porte de serlo. Y no sé de dónde, pero se me hacía conocido. Estoy casi segura que me lo encontré un par de veces en casa.-¡Responde, Gonzalo! -seguí insistiendo, estaba vez casi a gritos.-¿Pasa algo, señora? -sale corriendo Fernando de la cocina-. ¿Señora? -insiste al no obtener respuestas. No podía dejar de mirar a Gonzalo.-Si viniste a solo entregarme estos papeles e irte sin darme alguna explicación o decirme como carajos lo han encontrado, estás muy equivocado -le advierto-. No te vas de aquí sin antes decirme nada así tenga que amarrarte en una maldita silla.Me estaba alterando. Me había levantado con brusquedad al decirle eso. Fernando se colocó a mi lado y me sujetó del brazo para que no me tambaleara. Vi como el resto de los chicos salía de la cocina y cómo los demás bajaban.-¿Gonzalo? -pregun
En ese preciso momento cuestioné todo. No sabía si Gonzalo tenía o no que ver con todo esto, pero no podía fiarme de ninguno de los dos hasta que me demostraran lo contrario.Esperé respuestas de Jorge. Luego de unos segundos viendo a Gonzalo empezó a sonreír con malicia, como si tuviera la victoria en sus manos. Entonces lo supe. Miré a Gonzalo y su rostro expresaba rabia, miedo y dolor.-Llévenlo adentro -dije a los chicos volviendo la vista a Jorge-. Y a éste infeliz también. De aquí no sales, Jorge, al menos no vivo. Espero te hayas despedido de tus padres antes de venir -ahora era yo quién sonreía con malicia.-Guarda el arma -me pidió David cerca de mi oído-. Puedes hacerte daño -pero luego se río-. Sólo guárdala, cariño. Ya pasó.Hice lo que me pidió. Ya el pobre estaba muy alterado, no quería que estuviera peor. Y tampoco es que quería perder el control, era mejor guardarla.Empezamos a caminar a la entrada tomados de la mano. Su mano estaba sudada y sonreí. ¡Pobre David! pens
¿Si no fue Lucas, quién lo envió? me pregunté.Sea quién sea, tiene la información necesaria y una buena razón para hacerlo. La cuestión es averiguar, pero había un problema.-¿Cuál es la razón, el motivo o como quieras llamarle, de ésta persona? -pregunto desde mi lugar.Todos posan su mirada en mí, Jorge no se inmutó. Se quedó mirando a Elliot, aun así respondió:-No lo sé -me cabreé, pero antes de mover un músculo dijo-: Sólo puedo decirte, Karla, que tienes que cuidarte -esto lo dijo con tranquilidad, advirtiéndome pero no con malicia y eso me sorprendió-. Quiero vengarme por mi hermano -dijo por fin mirándome- pero lo que yo pretendo hacer, no es absolutamente nada comparado con lo que está persona hará. No puedo decirte quién es porque de verdad no lo sé. Todo es anónimo.-¿Lucas también sabe de está persona? -pregunté.-Sí -responde rápidamente-. Abigail también. El mismo José también lo sabe.-¿José? -pregunto confundida-. ¿Cómo es posible?-No sabría explicarte -dijo pensativ
David se acercó a mí. Me tomó de la mano y se llevó a los labios pero no los besó. Se detuvo a medio camino y sonrió con tristeza.-¿Ella está detrás de esto? -preguntó en mi oído.-Así parece -le contesté cerca de su boca y me besó los labios.Con pasión, determinación, sin importarle que a nuestro alrededor hubieran personas. Cómo si estuviéramos a solas.-Voy por algo para el dolor de cabeza -y subió.Lo vi perderse luego de subir las escaleras. Fue a nuestro dormitorio. No era el único que necesitaba estar solo.-¿De quién tenemos que cuidarnos? -preguntó Carmen.-Sofia -respondo antes de subir tras de David.Escuché murmuraciones pero no volteé, seguí mi camino. También necesitaba descansar. Toqué antes de entrar.-Adelante -dijo DavidLo encontré sentado en la orilla de la cama. Mirando al frente, o sea, a mí.-¿Te duele mucho? -pregunté en voz baja-. ¿Tomaste algo?Asintió. No quería hablar. Lo entendía. Yo tampoco. Sólo quería saber si había tomado algo para el dolor. Y me sen