Estuve caminando cada rincón de la casa, arriba abajo, de la cocina a la sala, luego al porche.Sabia que mi actitud los tenía nervioso pero nadie se atrevía a preguntar por qué. En oportunidades mi mirada se posaba en David, estaba preocupado y no aguanté más. Empecé a llorar.-Kar, querida, ¿qué pasa? -me pregunta Carmen.-Oh, Carmen -digo y me lancé a sus brazos-. No creo que sea buena idea que lo sepas.Y me dejó llorar en su hombro. Me consoló por unos minutos. Luego David se acercó y me abrazó, aun estando unida con su hermana.-¿Qué es lo que pasa, cariño? -pregunta cariñosamente-. Dinos, no te preocupes como lo tomaremos, solo... solo -empezó a tartamudear, tenía un nudo en la garganta, lo noté-. Queremos saber qué te tiene tan preocupada.-No es... -pensé en decirles, pero vi a los niños asomarse a la ventana y me separé de Carmen de golpe-. ¡NO! -grité corriendo hacia ellos-. No los quiero cerca de las ventanas.Sentí la mirada de todos a mi espalda. No me atreví a voltear.
En una de las fotos se veía claramente que el desconocido le entregaba a Lucas. Sonreían. Estaba más que obvio que se conocían y que quizá, éste desconocido fuese su jefe. Tenía el porte de serlo. Y no sé de dónde, pero se me hacía conocido. Estoy casi segura que me lo encontré un par de veces en casa.-¡Responde, Gonzalo! -seguí insistiendo, estaba vez casi a gritos.-¿Pasa algo, señora? -sale corriendo Fernando de la cocina-. ¿Señora? -insiste al no obtener respuestas. No podía dejar de mirar a Gonzalo.-Si viniste a solo entregarme estos papeles e irte sin darme alguna explicación o decirme como carajos lo han encontrado, estás muy equivocado -le advierto-. No te vas de aquí sin antes decirme nada así tenga que amarrarte en una maldita silla.Me estaba alterando. Me había levantado con brusquedad al decirle eso. Fernando se colocó a mi lado y me sujetó del brazo para que no me tambaleara. Vi como el resto de los chicos salía de la cocina y cómo los demás bajaban.-¿Gonzalo? -pregun
En ese preciso momento cuestioné todo. No sabía si Gonzalo tenía o no que ver con todo esto, pero no podía fiarme de ninguno de los dos hasta que me demostraran lo contrario.Esperé respuestas de Jorge. Luego de unos segundos viendo a Gonzalo empezó a sonreír con malicia, como si tuviera la victoria en sus manos. Entonces lo supe. Miré a Gonzalo y su rostro expresaba rabia, miedo y dolor.-Llévenlo adentro -dije a los chicos volviendo la vista a Jorge-. Y a éste infeliz también. De aquí no sales, Jorge, al menos no vivo. Espero te hayas despedido de tus padres antes de venir -ahora era yo quién sonreía con malicia.-Guarda el arma -me pidió David cerca de mi oído-. Puedes hacerte daño -pero luego se río-. Sólo guárdala, cariño. Ya pasó.Hice lo que me pidió. Ya el pobre estaba muy alterado, no quería que estuviera peor. Y tampoco es que quería perder el control, era mejor guardarla.Empezamos a caminar a la entrada tomados de la mano. Su mano estaba sudada y sonreí. ¡Pobre David! pens
¿Si no fue Lucas, quién lo envió? me pregunté.Sea quién sea, tiene la información necesaria y una buena razón para hacerlo. La cuestión es averiguar, pero había un problema.-¿Cuál es la razón, el motivo o como quieras llamarle, de ésta persona? -pregunto desde mi lugar.Todos posan su mirada en mí, Jorge no se inmutó. Se quedó mirando a Elliot, aun así respondió:-No lo sé -me cabreé, pero antes de mover un músculo dijo-: Sólo puedo decirte, Karla, que tienes que cuidarte -esto lo dijo con tranquilidad, advirtiéndome pero no con malicia y eso me sorprendió-. Quiero vengarme por mi hermano -dijo por fin mirándome- pero lo que yo pretendo hacer, no es absolutamente nada comparado con lo que está persona hará. No puedo decirte quién es porque de verdad no lo sé. Todo es anónimo.-¿Lucas también sabe de está persona? -pregunté.-Sí -responde rápidamente-. Abigail también. El mismo José también lo sabe.-¿José? -pregunto confundida-. ¿Cómo es posible?-No sabría explicarte -dijo pensativ
David se acercó a mí. Me tomó de la mano y se llevó a los labios pero no los besó. Se detuvo a medio camino y sonrió con tristeza.-¿Ella está detrás de esto? -preguntó en mi oído.-Así parece -le contesté cerca de su boca y me besó los labios.Con pasión, determinación, sin importarle que a nuestro alrededor hubieran personas. Cómo si estuviéramos a solas.-Voy por algo para el dolor de cabeza -y subió.Lo vi perderse luego de subir las escaleras. Fue a nuestro dormitorio. No era el único que necesitaba estar solo.-¿De quién tenemos que cuidarnos? -preguntó Carmen.-Sofia -respondo antes de subir tras de David.Escuché murmuraciones pero no volteé, seguí mi camino. También necesitaba descansar. Toqué antes de entrar.-Adelante -dijo DavidLo encontré sentado en la orilla de la cama. Mirando al frente, o sea, a mí.-¿Te duele mucho? -pregunté en voz baja-. ¿Tomaste algo?Asintió. No quería hablar. Lo entendía. Yo tampoco. Sólo quería saber si había tomado algo para el dolor. Y me sen
No había palabras en ese preciso momento para expresar cómo me sentía.Era asombrosa la forma en que todo había dado un giro de 180 grados. Con exactitud no sabía por qué, pero me preocupaba Jorge. Saqué mi móvil y le marqué. Apagado. Marqué el otro número desconocido donde me había enviado la foto, también estaba apagado. Mi preocupación aumentó en niveles extraordinarios.-Elliot -le llamo y él me mira-, llévame.-¿A dónde? -pregunta.-Solo agarra las llaves del maldito auto y sígueme -le grité.Ni que decir más nada. Hizo lo que le pedí. Con confusión y enojo, arrancó el auto y salimos a la carretera. Unos cinco minutos después nos atascamos por culpa de una larga cola de carros. No podía devolvernos, otros autos ya estaban detrás de nosotros. Debíamos aguantarnos hasta que avanzaran pero no lo hacia.Diez minutos más tarde seguíamos donde mismo. Así que sin más nada que hacer, salimos del auto y fuimos avanzando a pie para saber el motivo de aquella cola.Mientras avanzábamos, esc
En parte era verdad. Seguía vivo, totalmente inconsciente. Pero no había esperanza que despertara. Sin embargo, era muy cuidadosa y algo me decía que el chico que estaba cerca hablando por teléfono, no estaba hablando con alguien. Me miró, saludó con un movimiento de cabeza y sonrío. No podía verlo bien por la gorra que llevaba pero aun así, saludé de la misma manera.-Buenos días -me dijo. Y siguió hablando-. ¿Cómo es eso posible? -preguntaba a la persona detrás del móvil-. ¿Justo ahora? -estaba molesto, se notaba-. Voy para allá. No te muevas de ahí -y colgó. Pasó por mi lado y volvió a sonreír-. Señorita Karla -me dijo. Y quedé de piedra.Conocía esa voz. Ese perfume.-¿Lo conoces? -preguntó Elliot.Asentí y lo seguí. Cuando estaba abriendo la puerta de su coche lo alcancé.-Estás aquí por algo -digo volviendo a cerrarla-. ¿Te mandó? -pregunté.-Ha despertado, Karla -me dijo mirándome, neutro-. Tengo que ir. Luego te llamo.-Me lo dices ahorita -y fui al otro lado del coche-. Anda,
Me fui a la habitación lo más rápido posible cuando José empezó a contar como se había relacionado en sí con Sofía. No quería escuchar nada más de esa mujer. Lo único que tenía en claro era que no pensaba quedarme de brazos cruzados mientras la familia de José estuviera en peligro. Y justo cuando me estaba quitando mis botas, mi móvil sonó. Lo saqué de mi pantalón. Un texto y una foto adjunta. Número desconocido. Lo abrí.¡No puede ser! ¡No puede ser! ¡NO PUEDE SER! ¡Dios mío! Pero ¿qué es esto?En la foto claramente se veía a los niños y a su madre atados, de manos, pies y vendados. Segundos después llegó un vídeo.>, gritó cuando alejaban de la cámara. Luego, apareció ella: >.Eso fue todo. Lo reenvíe rápidamente al móvil que José me había dado y cómo lo pensé, lo borró.Volví a ver el vídeo. El