El puente de Waterloo me puso los pies en la tierra a la mañana siguiente. En casa me recibió el olor celestial del café que había preparado mi compañera de piso. Me encontré con Gaby media hora después cuando salía por la puerta para ir a clase. -¿Vas a ir a la exposición de Mallerton el día 10? -me preguntó. -Quiero ir. Ahora estoy restaurando uno de sus cuadros, llamado Lady Percival. Esperaba descubrir algo más sobre su procedencia. Ha sufrido daños debido al calor y se ha derretido el barniz sobre el título del libro que tiene en la mano. Mataría por saber qué libro es. Es como un secreto que necesito descubrir. -¡Bien! -dio palmas y un saltito-. Es la exposición por el aniversario de su nacimiento. Hice como que contaba con los dedos. -Vamos a ver, ¿sir Tristan cumpliría doscientos veintiocho años? -Doscientos veintisiete para ser exactos -Gabrielle estaba sumida en su tesis sobre el pintor romántico Tristan Mallerton, así que cuando había que tenía que ver con él era la p
-¡Toda esa gente mirándome, Elliot! ¿Qué has hecho? ¿Le has mandado un correo electrónico a toda la puta oficina? -Ven aquí y siéntate en mi regazo -se echó hacia atrás en el sillón pegado a su gran escritorio y me dejó sitio. Sin reaccionar en absoluto a mi acusación. Esa hermosa boca solo me pidió tajante que fuese a él de inmediato. Pues lo hice. Mis botas rojas fueron con paso firme hasta él y me dejé caer tal como me ordenó. Me rodeó con sus brazos y me empujó contra su cuerpo para darme un beso. Me puso considerablemente de buen humor. -Puede que se me haya escapado unas cuantas veces que ibas a venir a verme -me subió la mano por el muslo debajo de la falda y noté el calor que emanaba su piel-. No te enfades conmigo. Has tardado una eternidad en llegar y he tenido que estar saliendo a preguntarle a Elaina si habías llegado. -Elliot, ¿qué estás haciendo? -murmuré contra sus labios mientras su mano seguía arrastrando sus largos dedos hacia su destino. Me abrió las piernas con
Mi teléfono sonó mientras estaba preparando la bolsa para pasar la noche fuera. Vi quién era y miré el reloj. Elliot me había dicho que estaría aquí a las siete para recogerme. Eran menos cuarto. -¿Te estás arrepintiendo de invitarme a pasar la noche y vas a echarte atrás, Elliot? Él se río. -Para nada, y espero que tengas la bolsa preparada, nena. -Entonces ¿por qué no estás aquí para llevarme contigo? -Sí, bueno, he tenido que mandar un coche a recogerte. Una emergencia relacionada con la empresa, un coñazo. El chófer se llama Neil y trabaja para mí. Te llevará a mi apartamento y quiero que te sientas como en casa hasta que yo llegue. ¿Harás eso por mí, cariño? -Supongo -la mente me daba vueltas por las implicaciones de estar yo sola en su casa. No estaba realmente asustada, pero la idea tampoco me entusiasmaba-. ¿Estás seguro, Elliot? Quiero decir, podemos quedar otra noche si estás ocupado. -Voy a acostarme contigo esta noche, Raquel. En mi cama. Fin de la discusión. -Oh,
Me levanté del sofá de Elliot y me dirigí a la cocina a lavar los platos. Limpié la cafetera y la preparé para la mañana siguiente. Todo lo que tendría que hacer era encenderla. Utilicé mi nuevo cepillo de dientes morado y me tomé la pastilla para dormir. Las sábanas supersuaves de la cama de Elliot olían a él; me tranquilizaban y me reconfortaban en mi soledad. Me impregné en su aroma y me quedé dormida. Unos brazos firmes me abrazaron. El olor que adoraba pendía a mi alrededor. Unos labios me besaron. Abrí los ojos en la noche y vi sombras. Aunque sabía quién estaba conmigo. Mi despertar fue tranquilo y suave, algo bueno, y para mí una experiencia completamente nueva. -Estás aquí -murmuré contra sus labios. -Y tú también -susurró él-. Joder, cómo me gusta encontrarte en mi cama. Las manos de Elliot habían estado ocupadas mientras yo dormía. Me di cuenta de que estaba desnuda de cintura para abajo; me había quitado sus bóxers de seda. Elliot también estaba desnudo. Podía sentir s
Le miré desde su pecho cincelado y sus duros pezones hasta su impresionante y precioso pene, completamente fascinada. Iba cuidadosamente depilado, nada raro, solo bonito y totalmente masculino.Se detuvo y ladeó la cabeza. -¿Qué? Le empujé hacia atrás para que se sentara en sus rodillas y yo me levanté. -Quiero mirarte -arrastré las manos por todo su cuerpo, por encima de sus pezones y su abdomen, que estaba tan indecentemente esculpido que era una verdadera injusticia para el resto de la población masculinas,hasta sus tonificados muslos salpicados con vello oscuro. Él me dejó tocarlo y controlar el momento-. Eres tan hermoso, Elliot. Hizo un ruido con la garganta y su cuerpo se estremeció. Nuestros ojos se encontraron y hubo un intercambio; una comunicación de sentimientos y comprensión de hacia dónde nos dirigíamos en esta fuerza que nos conectaba. Bajé la mirada hasta su miembro, duro y palpitante. Una gota en la punta confirmaba lo preparado que estaba para mí. Le deseaba
Elliot gruñó. -Yo puedo hacer todo eso por ti y muchas más cosas -robó otro trozo de pollo-. En especial lo de muchas más cosas. Le di un golpe en la mano. -¡Ladrón!-Eres buena cocinera -murmuró contra mi oído-. Creo que debo conservarte. -Así que te gusta mi cena mexicana. Veo que has querido estar a tono y has traído Dos Equis. Buena jugada, García. Tienes potencial -empecé a llevar los cuencos a la mesa. -¿Dos Equis es de México? -hizo un ruido y se encogió de hombros-. Solo la he elegido porque me gustan los anuncios... El hombre más interesante del mundo -sonrió de oreja a oreja malévolamente y me ayudó a llevar el resto de la comida. -Un mentiroso y un ladrón -negué con la cabeza con tristeza-. Te acabas de cargar todo tu potencial, García. -Luego te haré cambiar de idea, estoy seguro, Bennett -me sonrió desde el fregadero, donde se lavó las manos a toda prisa y luego abrió dos cervezas-. Tengo potencial en abundancia -dijo arqueando las cejas. Elliot me entregó mi Dos E
-No, no me interrumpes -me pasó los labios por el cuello-. Me demuestras que te importo -dijo en voz baja. -Me importas, Elliot -respondí con un susurro. -Entonces ¿te quedas un rato? ¿Cómo podía decirle que no cuando era tan dulce conmigo? -Bueno, solo una hora más. Pero luego de verdad me tengo que ir. Tengo que pasar por mi apartamento a coger unas cosas. Tengo que estudiar para los exámenes y quiero hacer un poco de ejercicio. No eres el único que está ocupado -le pellizqué la barbilla y le hice sonreír. -Quiero ocuparme de ti ahora mismo,aquí en mi escritorio -gruñó mientras me levantaba del suelo y me sentaba sobre su gran mesa de ejecutivo. Di un chillido cuando se abalanzó sobre mí y me abrió las piernas con la cadera para poder colocarse entre ellas. -¡Elliot! ¡Estás trabajando! ¡No podemos! Metió la mano debajo de la mesa y escuché el clic de la puerta al cerrarse con llave. -Te deseo tanto ahora mismo... Te necesito, Raquel, por favor... Tras ponerse encima de mí,
-Eres un idiota -dije sin más, mientras lo miraba-. ¿De verdad le hiciste eso? Elliot me miró y se encogió de hombros. Mi hermano estaba con la boca abierta, tampoco podía creer lo que acababa de escuchar. ¿Como una historia tan bonita pudo terminar así? Al menos una parte de ella. Ya que claramente Raquel le perdonó a Elliot aquella mentira. -Sí, soy un idiota -dice Elliot por fin-. Tuve que haberle dicho desde el principio pero..., no lo sé, Kar, no la quería perder. -Y eso hiciste -le contesté con ironía-. La perdiste. Menos mal que Raquel tiene corazón para perdonar. -Pero esperen -dice mi hermano agitando las manos-. ¿Qué pasó luego? No pudo haber terminado así, ya que ambos están aquí, juntos, apunto de casarse.-Dije que la historia era larga -dice Elliot divertido, pero luego se colocó serio al ver mi expresión-. Ya, ya, lo sé, soy un gilipollas pero tenía mis razones. -Las peores que pueden haber -le reprocho-. Pero sigan, quiero escuchar como te las apañaste para volver