Junio de 2021 LondresDejé a Elliot en los ascensores suplicándome que no me fuera. Fue lo más difícil que había tenido que hacer en mucho tiempo. Pero me fui. Había abierto mi corazón a Elliot y me lo había destrozado. Le había oído cuando me dijo que me quería y también cuando me aseguró que solo estaba tratando de protegerme de mi pasado. Le había oído alto y claro. Pero eso no cambiaba el hecho de que necesitaba alejarme de él. Solo puedo pensar en la misma idea aterradora una y otra vez. Elliot lo sabePero las cosas no siempre son lo que parecen. Las impresiones se obtienen de manera intuitiva. Las ideas se forjan basándose en emociones y no en hecho reales. Ese fue el caso de Elliot y yo. Por supuesto que esto lo descubrí más tarde, y con el tiempo, cuando pude alejarme de los acontecimientos que me habían convertido en la persona que soy, fui capaz de ver las cosas de forma algo diferente. Con Elliot todo era rápido, intenso..., explosivo. Desde el
Mi mano latía al ritmo de mi corazón. Todo lo que pude hacer fue respirar contra las puertas ya cerradas del ascensor que se la llevaba lejos de mí. Piensa. Perseguirla no era una opción, así que abandoné el vestíbulo y me fui a la sala de descanso. Allí se encontraba Elaina preparándose un café. Mantuvo la cabeza agachada e hizo como si yo no estuviera. Una mujer inteligente. Espero que esos idiotas de la planta hagan lo mismo o van a tener que buscarse otro trabajo. Eché algo de hielo en una bolsa de plástico y metí la mano dentro. Joder, cómo escocia. Tenía sangre en los nudillos y estaba seguro de que también habría en la pared junto al ascensor. Volví a mi despacho con mano en la bolsa de hielo. Le dije a Frances que llamara a la gente de mantenimiento para que viniesen a arreglar la maldita abolladura de la pared. Frances asintió con la cabeza y miró la bolsa de hielo al final de mi brazo. -¿Necesitas hacerte una radiografía? -preguntó con la expresión típica de una madre. -
Accedí por la puerta trasera a la habitación contigua, que contaba con una cama, un baño, una tele y una pequeña cocina, todo de primerísima calidad. El apartamento de soltero perfecto para el ejecutivo que trabaja hasta tan tarde que no le merece la pena conducir hasta casa. O más un picadero. Aquí es donde traía a las mujeres cuando me las quería tirar. Siempre fuera del horario de oficina, por supuesto,y nunca se quedaban toda la noche. Hacía que mis > se largaran mucho antes del amanecer. Todo esto era antes de encontrar a Raquel. Nunca quise traerla aquí. Ella era diferente desde el principio. Especial. Mi preciosa chica americana. Raquel ni siquiera sabía de la existencia de esta habitación. Lo habría pillado en dos segundos y me habría odiado por traerla aquí. Me froté el pecho y traté de calmar el dolor que me abrasaba. Abrí la ducha y me desvestí. Mientras el agua caliente caía sobre mí me apoyé en los azulejos y me enfrenté a la realidad. ¡No estás con ella! La h
-El congresista que murió en el accidente de avión ya tiene sustituto. Es el senador Oakley, de California. Bueno, pues el senador tiene un hijo, Lance Oakley, que solía salir con Raquel. Pasó algo... y apareció un vídeo porno... -hice una pausa y me di cuenta de lo horrible que le debía parecer a mi padre-. Pero ella era muy joven, solo tenía diecisiete años, y esa traición le hizo muchísimo daño. Oakley fue un completo cabrón con ella. Raquel está yendo al psiquiatra... -mi voz se fue apagando y me pregunté cómo se estaría tomando mi padre todo esto. Bebí un poco más de cerveza antes de contarle la última parte-. Al hijo lo mandaron a Irak y ella se vino a estudiar a la Universidad de Londres. Estudia arte y restaura cuadros, y es absolutamente brillante. Me sorprendió que mi padre no reaccionara a todas las cosas tan desagradables que le acababa de contar. -Imagino que el senador no quiero que el terrible comportamiento de su hijo aparezca en la prensa -parecía enfadado. Mi padre
Raquel: > Julio, 1819. Sé que reconocerás las palabras de Keats. He empezado a leer el libro que tanto te gusta. Ahora puedo decir que entiendo lo que ese hombre trataba de expresarle a la señorita Brawne acerca de lo mucho que había capturado su corazón. Igual que tú has capturado el mío, Raquel. Te echo en falta. No puedo dejar de pensar en ti y si pudiera decírtelo otra vez y conseguir que me creyeras, hallaría algo de consuelo. Lo único que puedo
Ella me llamó esa tarde al móvil. No vi su llamada por culpa de una estúpida reunión. Quería matar a los imbéciles que me habían entretenido pero en su lugar llamé al buzón de voz. -Elliot, he recibido tu carta -su voz sonaba temblorosa y la necesidad de ir junto a ella era tal que no sabía cómo conseguiría mantenerme alejado-. Gracias por enviármela. Las flores también son muy bonitas. Solo..., solo quería decirte que he hablado con mi padre y que me ha contado algunas cosas... -entonces perdió la entereza. Podía oír sus llantos amortiguados. Sabia que estaba llorando y eso me rompió el corazón en mil pedazos-. Tengo que irme... Quizá podamos hablar más tarde -la última parte la dijo entre susurros-. Adiós, Elliot -y entonces colgó. Pensé que iba a romper la pantalla del teléfono por la fuerza con la que apretaba los botones tratando de pulsar rellamada, al tiempo que rezaba para que lo cogiera y hablara conmigo. El tiempo se detuvo mientras entraba la llamada y me pareció una eter
Dejé de besarla y acaricié su labio inferior con mi pulgar: -Vas a venirte conmigo. Ahora. Afirmó con la cabeza todavía entre mis manos y me volvió a besar. Un beso con el que me daba las gracias. No hablamos mientras caminábamos hacia el Range Rover. Pero íbamos de la mano. No la iba a soltar hasta que no me quedara más remedio, cuando entráramos en el coche. En cuanto estuvo en el asiento del copiloto y se cerraron las puertas me giré y la miré bien. Parecía muerta de hambre y eso me enfadó. Recordé la primera noche que nos conocimos y cómo le compré la barrita de proteínas y el agua. -¿Dónde vamos? -me preguntó. -¿En primer lugar? A por algo de comida para ti -mis palabras fueron un poco más bruscas de lo que pretendía. Afirmó con la cabeza y luego apartó la mirada y posó la vista fuera de la ventanilla-. Después de que comas vamos a comprarte un teléfono nuevo con otro número. Necesito que me des el viejo para poder rastrear a quien trate de ponerse en contacto contigo. ¿De a
-A la mierda con las buenas ideas -exploté-. ¿Podrías mirarme a la cara al menos? -levantó la mirada, fijó los ojos en los míos y ardieron con destellos de un color rojo fuego, lo que les hacía parecer muy marrones. Quería tirar de ella hacia mí y sacudirla, hacerla reaccionar y obligarla a entender que esta mierda de no estar juntos era parte del pasado. Ella iba a venir a casa conmigo, punto y final.Giré la llave y arranqué.-¿Qué quieres de mí, Elliot?-Eso es muy fácil -hice un ruido inapropiado-. Quiero retroceder diez días. Quiero tenerte en mi oficina, ¡follarte en la mesa de mi despacho con tus piernas envueltas en mí! Quiero tu cuerpo debajo del mío y que me mires con unos ojos distintos a los que me pusiste cuando me dejaste frente a los ascensores -posé la frente en el volante y cogí aire.-Vale..., Elliot -su voz sonaba temblorosa y más que ligeramente entristecida.-¿Vale, Elliot? -la imité-. ¿Eso qué significa? ¿Que vale que me voy a casa contigo? ¿Que vale que estamos j