Sonreí nerviosa al ver los exámenes que tenía en la mano. Aquello debía que ser una broma y una de las más crueles preparada por el destino. Salí del consultorio mientras guardaba los papeles que me habían dado en el hospital. Ser omega en estos dorados tiempos era como tener alguna enfermedad de la cual no tenía cura. Este mundo yace divido por tres clases sociales. Los alfa, quienes son los amo y señores de este planeta. Los alfa son los “más inteligentes”, con mejores condiciones físicas y los que pueden mandar por encima de un omega o un beta. Los beta son los “normales”, ellos nacen como cualquier persona común y corriente, solo con la gran diferencia de que ellos no pueden fecundar, a excepción de algunos. Después está el estrato más bajo de la sociedad: los omega, quienes son los más débiles, ingenuos y los sumisos. Los omega y alfas pasan por algo llamado celo. El celo es cuando tu cuerpo desprende feromonas que solo los alfa y los otros omegas pueden sentir; los síntomas del celo consisten en grandes fiebres y necesidad de tener a tu “alfa” dándote amor. Cuando pasa eso, se da lo que es la marca. ¿Y qué es una marca? Es la unión entre el alfa y el omega para toda la vida, ya que a través de la marca la otra persona puede sentir las emociones de su pareja. Cuando un alfa rechaza la marca, el omega muere o queda infértil.
Y ahora yo entré a ese status más bajo. Me habían diagnosticado como omega y lo mejor de todo es que no era una omega cualquiera, era una omega recesiva. Es decir, no podía quedar embarazada fácilmente y no desprendía feromonas, así que también me podían confundir con una beta. Sin embargo, a pesar de que me considerara lo peor de lo peor, le iba a demostrar mi inteligencia y de lo que soy capaz de hacer.
—¡Nos echaron del apartamento! —habló mi mejor amiga al borde de un colapso nervioso.
Silvia mordió sus labios mientras acomodaba su uniforme de trabajo.
Silvia era mi mejor amiga, ella era beta, aunque sus dos padres eran alfa. Ella nació de una familia acomodada, pero al enterarse que era una beta más en esta tierra, le habían dado la espalda, así que estuvo deambulando en varias escuelas hasta que la conocí y decidimos vivir juntas.
—¿Por qué nos echaron? Aún faltaba mucho para que pagara los meses que teníamos de retraso. ¿Qué vamos hacer ahora? ¿Dónde vamos a dormir?
Antes de que Silvia respondiera, llegó el manager.
—¿Ya están listas? No quiero que lo arruinen, hoy es un día muy importante, pues el hijo de un gran milmillonario acaba de regresar de Francia y quiere que nada se eche a perder. —Gustavo me observó serio—. Especialmente tú, Hana, que eres la mala suerte andante.
Me encogí de hombro. Salí con Silvia y otros compañeros de trabajos.
Empecé a servir algunos tragos y sentí la presencia imponente de algunos asistentes de la fiesta.
«Deben ser alfa».
Continué con mi trabajo cuando sentí un olor a madera y la lavanda.
Cerré mis ojos, entonces percibí ese aroma acariciar mis fosas nasales. Caminé entre el mar de personas hasta que vi a un hombre vestido de un traje muy elegante, un cuerpo esculpido por los dioses y un semblante serio, sin llegar a lo amargado, sino que a lo arrogante. Este me vio y decidí apartar la vista de inmediato. Llegué a la barra para dejar algunos bocadillos cuando escuché la risa de mi amiga.
—Él está guapo, ¿verdad?
—¿De qué me estás hablando?
Silvia puso los ojos en blancos.
—Del homenajeado de esta noche y que está guapísimo. Estuve escuchando que vivió muchos años en Europa y viene a hacerse cargo de la empresa de su padre.
Abrí mi boca, con ella formé una o. Tomé la bandeja cuando sentí una mano en mi hombre. Era el manager.
—Ve a dejar esa copa donde están los de allá —señaló donde estaba aquel dios griego—. No hagas quedarme en vergüenza, o estás despedida.
Moví mi cabeza mientras caminaba con las copas de champagne. En eso sentí de nuevo aquel olor, solo que estaba vez mi cuerpo se empezó a sentir extraño; mis piernas me temblaban y mi zona íntima estaba húmeda. «¿Estaré entrando en celo?». Negué con la cabeza porque era imposible. Los presentes tomaron sus respectivas copas mientras sentía la mirada del hombre observarme de arriba hacia abajo. Moví mis piernas, nerviosa, y sonreí para echar a correr hacia los baños. Me eché agua en la cara para refrescarme, pero aún sentía aquella incomodidad en mi cuerpo. En eso escuché cómo la puerta del baño se abría.
Era un hombre de algunos cincuenta años.
Sonreí apenada. No obstante, tomó mi mano y la presionó con fuerza. Se acercó a mí y olió mi cuello.
—¿Eres una omega? —Sonrió con morbo—. Tu olor a celo está muy delicioso.
—¡Suéltame! —chillé nerviosa.
—Descuida, mi amor, te haré sentir bien. —Besó mi cuello.
Entretanto, intentaba soltarme de su agarre.
Sentí una mano en mi cintura y una presencia fuerte en el ambiente, esto me hizo jadear.
—¡No toques a mi omega! —gruñó con su voz de alfa.
El sujeto salió del baño.
Me restregué en el cuerpo del recién llegado, quien solo sonrió y olió sin descaro alguno mi cuello.
—¿Cómo te llamas, omega?
—Hana —respondí en un susurro.
Sonrió y besó mi boca con una pasión desenfrenada. Tocó mi trasero sin vergüenza algunas y gemí en medio del beso. Me separé de sus labios.
Volvió a esbozar una sonrisa.
—¿Cuál es tu nombre? —inquirí en un hilo de voz a causa de la fiebre.
Mordió mi mejilla.
—Eso no importa hoy, solo déjate llevar por mí.
Y así empezó esta singular relación que nos uniría para toda la vida, pero este desastre tiene un comienzo.
Calor.Sentía demasiado calor en todo su cuerpo a tal grado quesintió cada toque suave de ese alfa que iba aquemar cada parte de ella.Jamás pensó ni en sus más ridículos sueños que estaría con un desconocido parahacer algo por lo que se había guardado por más de 24 años,esperando a lapersona indicada para entregarse en cuerpo y alma, pero todo era diferenteahora. Sí, era completamente virgen y su mayor deseo era hacer el amor conalguien que también compartiera el mismo sentimiento que ella. Sin embargo, ahora eso era todo lo contrario, porque no ibahacer el amor con alguien que la rescató dos horas atrás de un alfa que queríaabusar de ella y aprovecharse de su celo, pero ¿él no
Su amiga la observó con los ojos abiertos y la boca igual,gracias por esa nueva revelación dicha por su novio. Hanadecidió ignorarla,pero sintió de nuevo una oleada de calor en su cuerpo. Empezó a jadear.—¿Qué tienes? —cuestionó Silvia, asustada.—Busca supresores, necesito para calmar mi celo —jadeó masansiosa.El novio de Silvia se cubrió la nariz ante las fuertesoleadas de feromonas que se expandieron por todo el apartamento, dondeobviamente ambas mujeres vivirían durante poco tiempo. Bryan salió para comprarlos supresores que pudieran calmar el celo de la amiga de su novia. Si
AdriánToda mi vida estuve rodeado de lujos, los mejores juguetes,regalos, viajes… todo era absolutamente mío. Con solo chasquear los dedos, teníaa todo el mundo a mis pies y así crecí: haciendo siempre mi voluntad y quetodos me respetaran. Con las mujeres ya había perdido la cuenta de cuántas estuvieronen mi cama, pero solo una me hizo rendirme ante sus encantos. Regresar a lagran manzana fue un gran fastidio para mí, pues acostumbré toda mi vida a viviren Europa. Sin embargo, las cosas cambiaron y tenía que cumplir la voluntad demi padre. Luego de haber insistido de que no hiciera una fiesta, a lo úl
Una vez que ella dijo aquellas palabras, fue la sentenciapara ambos. En toda su vida jamás sintió ese deseo por estar con alguien y porprimera vez quería ser mala para romper las reglas. Hana actuaba fuera de suscinco sentidos, cosa que nunca haría, pues era una persona que pensaba con dosdedos de frentes y que siempre hacía todo metódicamente. Silvia se burlaba deella por ser una persona aburrida, hasta le decía que era una vieja para laedad que tenía. Sin embargo, había algo en el olor de Adrián que la hacíaperder completamente la razón y se dejaba entregar a su omega interno, quien,con sumisión, se dejaba guiar por el alfa.Adrián besó su cuello y lamió consuavidad, esto le provocó un pequeño espasmo en todo su cuerpo. Él la observóde los pies a la cabeza. Ella se sonrojó al instante ante la mirada tan fuertedel alfa sobre su cuerpo.
Hana sonrió con pena mientras jugaba con sus manos connerviosismo. Una mano fuerte la tomó de la cintura, Adrián se acercó hasta su oídopara susurrarle cosas y ella se estremeció con el sonido de su voz, después seapartó de golpe.—¿Quieres que vaya a una cena contigo? —comentó con vozsuave—. Es imposible, ese día tengo un evento al que tengo que ir y voy a ganarmuy bien.
Hana observó con admiración el hotel donde se llevaría acabo la cena. Una cosa era atender a pomposo alfas o betas y otra muy diferenteera participar en la élite. Sonrió con nerviosismo y vio cómo algunas personasla miraban como bicho raro, algunas tuvieron el descaro de reírse en su cara. Levantóla vista y empezó a caminar con paso firme, sin temor alguna. No le gustaballamar la atención, pero cuando se necesitaba era experta en hacerlo. Sonriócon coquetería a algunos alfas y siguió moviendo sus caderas mientras algunasomegas le golpeaban el hombro a sus acompañantes.
AdriánObservó los papeles que tenía en sus manos y los tiró alsuelo, asustando a los presentes. Su asistente se acercó a él con miedo de serdevorado por su mirada, pero este se congeló en su lugar. Adrián se levantó desu asiento y empezó a caminar de un lado a otro como león rugientebuscandodevorar a las cuatro presas que tenía en su oficina. El olor desus feromonas ahogaba a los que yacían a su alrededor a tal punto q
Hana estaba sin palabras, era la primera vez que habíapasado su celo con un hombre después de tanto año de soledad. Lo que estaba ensegundo plano era estar con un alfa en celo, y no era un alfa común y corriente,era nada más y nada menos que Adrián Lemietre, hijo mayor de una gran fortuna,el sueño húmedo de varias mujeres. Sin embargo, en ese momento a él no leimportaba el status social, pues la estaba besando como si no hubiese unmañana. Hana sabía que los alfa por naturaleza eran muy sobreprotectores consus parejas, al igual que posesivo y dominante en el acto.
Último capítulo