Calor.
Sentía demasiado calor en todo su cuerpo a tal grado que
sintió cada toque suave de ese alfa que iba a quemar cada parte de ella.Jamás pensó ni en sus más ridículos sueños que estaría con un desconocido parahacer algo por lo que se había guardado por más de 24 años, esperando a lapersona indicada para entregarse en cuerpo y alma, pero todo era diferenteahora. Sí, era completamente virgen y su mayor deseo era hacer el amor conalguien que también compartiera el mismo sentimiento que ella.Sin embargo, ahora eso era todo lo contrario, porque no iba
hacer el amor con alguien que la rescató dos horas atrás de un alfa que queríaabusar de ella y aprovecharse de su celo, pero ¿él no estaba a punto deaprovecharse de eso? ¿Cuál era la diferencia entre ambos? La diferenciaradicaba en eso; era el olor que emanaba aquel alfa que iba calmar su primer díade celo. Es que aquel aroma la tenía adormecida a tal punto que se sentía comoun títere entre sus manos y, al parecer, a su omega interno no le molestaba, alcontrario, esta daba miles de volteretas de la emoción por ser poseída por esesemental.El alfa besó su cuello mandando una corriente eléctrica que
la hizo jadear al instante por el frio de sus labios. Besó su boca mientrasHana se dejaba guiar por el encantador experto, pues se notaba la grandiferencia hasta en el momento de los besos, haciéndola sentir cohibida y másnerviosa de lo que ya estaba.Hana estaba tan nerviosa que, sin darse cuenta, había
liberado sus feromonas en toda la habitación. El alfa se detuvo y dejó dedesvestirla para observarla fijamente.—¿Es tu primera vez? —indagó sin tapujos.
Ella solo asintió, apenada de que este se fuera de la recámara
y la dejara con aquella incomodidad en su cuerpo. Hana cerró los ojos esperandoel sonido de la puerta al cerrarse por el claro rechazo de su “amante”, pero loque no se esperaba es que él besara su frente.—Nunca me he acostado con una virgen y menos con alguien que
esté en su ciclo de celo, pero… —besó su mejilla— por una extraña razón quieroportarme como un caballero contigo y que ambos disfrutemos este momento mágico.¿Me dejas poseerte?Hana movió sus caderas sin pensarlo, luego sonrió.
—¡Hazme tuya, alfa!
El desconocido se acercó a sus labios y los mordió un poco.
—No soy alfa —comentó con voz ronca—. Dime Adrián. Quiero
escuchar mi nombre saliendo de esa preciosa boquita que tienes.Besó sus labios.
Sintió unos delgados dedos aferrarse a su espalda como si
fuera un ancla. La desnudó con suavidad admirando cada detalle que tenía aquelcuerpo tan lechoso y pulcro; su cabello negro caía como cascada en la almohadamientras sus pezones se ponían firmes y duros como soldados a punto de ir a laguerra. Besó cada lunar en su pierna y en su seno izquierdo, lo que le pareciósumamente encantador, hasta erótico en sienta forma. Su lengua rodeó su pezón ylo lamió con aquella intensidad que la hizo encovarse un poco. Con su manoderecha atendía al otro y lo masajeaba de forma circular. Hana en ese momentoera una orquesta de gemidos ante los estímulos que recibía.Adrián estaba complacido con su acompañante. Se embriagaba
como un borracho de aquel olor a lavanda y otras flores que emanaba esa jovende mirada dulce. Acarició su vientre y Hana abrió sus piernas como las alas deuna mariposa: mostró su deseo ante los ojos de aquel alfa que se saboreaba alver sus fluidos bajar a causa de la excitación y de su celo.—¡Exquisito! —susurró.
Adrián acarició su entrada.
Hana temblaba ante el contacto, dado que jamás sintió ese
tipo de sensaciones en su cuerpo, y vaya que le gustaba. Adrián mordió su muslo,a lo que ella jadeó sin pena alguna. Se fundieron en un nuevo beso que la hacíamover su cuerpo al sentir la erección de su amante entre sus piernas. Él nosoportando la imagen tan erótica que ningún pintor o escultor había retratadoen su vida. Qué bueno que no lo hicieron, porque quería ser el único merecedorde ver tan exquisita imagen. Se quitó la corbata que llevaba puesta y se sacóla camisa. Entretanto, la tiró en quien sabe dónde.Besó sus labios mientras buscaba un condón en su billetera,
se lo puso y se colocó entre sus piernas. Jadeó al sentir la calidez de sucuerpo y lo bien que lo recibía. Acarició con su lengua su cuello y sintióaquel cosquilleo en sus colmillos, pero decidió ignorarlo. Empezó a moverse.Hana lo aruñaba y jadeaba por el placer que sentía. Ella no paraba de mover suscaderas.Los besos de Adrián eran suaves, pero a la vez rudos. Sabía
dónde moverse y cómo hacerlo. Ambos movían sus caderas al compás del otro, hastaque sintió cómo el cuerpo de la menor temblaba.—¡Me vengo! —gimió.
Adrián movió con más ferocidad sus caderas y besó con ansía
su cuello, en eso volvía a sentir al cosquilleo en sus dientes. Se acercó a sucuello, pero reaccionó de inmediato y se mordió la mano; aquel sabor metálicode la sangre lo hizo abrir los ojos como platos. Miró el cuerpo que teníadebajo y contempló cómo dormía plácidamente. Esperó que el nudo se deshiciera yse fue al baño a lavarse la mano.—¡Demonios, casi la marco! —habló sorprendido—. ¿Qué
demonios me pasa?Volvió a la cama donde estaba Hana y se acostó a su lado.
Su alfa interno jadeaba feliz de sentirse acompañado.
Le dolía el cuerpo.
Se enderezó en la cama y sintió su garganta seca, se
restregó los ojos y levantó la sábana, hasta que se dio cuenta que… ¡no era suhabitación! Observó a su alrededor, volteó la vista y vio una hermosa cabelleranegra asomarse entre unas sábanas. Ese bello hombre roncaba con felicidad.—¡Oh, rayos! Me acosté con el de la fiesta —musitó.
Se levantó sin hacer ruido y salió de la habitación casi
corriendo. La recepcionista del hotel la vio sorprendida mientras esta solosonreía y salía como alma que lleva el diablo. Detuvo un taxi y fue a la casadel novio de su amiga. Tocó la puerta tres veces hasta que vio el rostropreocupado de Silvia.—¿Dónde demonios estabas? Ayer desapareciste de la nada, y
ahora vienes así tan pálida como una hoja de papel.Antes de que ella hablara, se adelantó el novio de su amiga.
Bryan, un alfa de clase baja, que trabajaba como Dj en la empresa deentretenimiento, espetó:—Hueles a alfa. ¿Te acostaste con un alfa de raza pura?
Su amiga abrió los ojos como platos.
—¿Te acostaste con un hombre? ¿Quién es? ¿Lo conozco?
—¿Cómo sabes que me acosté con alguien? —Escrutó al novio de
su amiga mientras que Silvia jalaba su brazo para llamar su atención.—Porque su olor es muy fuerte y molesto. A juzgar por eso,
debe ser un hombre muy territorial.—Responde, Hana, ¿dónde lo conociste?
—¿Te acuerdas al invitado de la fiesta?
—Sí. No me digas que... —cubrió su boca.
—Me acosté con Adrián Lemietre.
Se despertó y sintió el vacío en su cama. Buscó aquel cuerpo
en donde había pasado la noche, pero solo quedó el rastro de su olor en sualmohada.Se levantó de la cama y buscó su teléfono.
—Dígame, señor —habló Julián.
—Quiero que busque a una mujer que lleva por nombre Hana.
—Pero, señor, hay muchas mujeres con ese nombre. Dígame algo
más específico.—Trabaja como mesera en una empresa de catering, así que búsquenla.
—¿Por qué, señor? ¿Acaso ella le ha robado?
—No —respondió con frialdad—. La quiero solo para mí y que
no sea de nadie más.Su amiga la observó con los ojos abiertos y la boca igual,gracias por esa nueva revelación dicha por su novio. Hanadecidió ignorarla,pero sintió de nuevo una oleada de calor en su cuerpo. Empezó a jadear.—¿Qué tienes? —cuestionó Silvia, asustada.—Busca supresores, necesito para calmar mi celo —jadeó masansiosa.El novio de Silvia se cubrió la nariz ante las fuertesoleadas de feromonas que se expandieron por todo el apartamento, dondeobviamente ambas mujeres vivirían durante poco tiempo. Bryan salió para comprarlos supresores que pudieran calmar el celo de la amiga de su novia. Si
AdriánToda mi vida estuve rodeado de lujos, los mejores juguetes,regalos, viajes… todo era absolutamente mío. Con solo chasquear los dedos, teníaa todo el mundo a mis pies y así crecí: haciendo siempre mi voluntad y quetodos me respetaran. Con las mujeres ya había perdido la cuenta de cuántas estuvieronen mi cama, pero solo una me hizo rendirme ante sus encantos. Regresar a lagran manzana fue un gran fastidio para mí, pues acostumbré toda mi vida a viviren Europa. Sin embargo, las cosas cambiaron y tenía que cumplir la voluntad demi padre. Luego de haber insistido de que no hiciera una fiesta, a lo úl
Una vez que ella dijo aquellas palabras, fue la sentenciapara ambos. En toda su vida jamás sintió ese deseo por estar con alguien y porprimera vez quería ser mala para romper las reglas. Hana actuaba fuera de suscinco sentidos, cosa que nunca haría, pues era una persona que pensaba con dosdedos de frentes y que siempre hacía todo metódicamente. Silvia se burlaba deella por ser una persona aburrida, hasta le decía que era una vieja para laedad que tenía. Sin embargo, había algo en el olor de Adrián que la hacíaperder completamente la razón y se dejaba entregar a su omega interno, quien,con sumisión, se dejaba guiar por el alfa.Adrián besó su cuello y lamió consuavidad, esto le provocó un pequeño espasmo en todo su cuerpo. Él la observóde los pies a la cabeza. Ella se sonrojó al instante ante la mirada tan fuertedel alfa sobre su cuerpo.
Hana sonrió con pena mientras jugaba con sus manos connerviosismo. Una mano fuerte la tomó de la cintura, Adrián se acercó hasta su oídopara susurrarle cosas y ella se estremeció con el sonido de su voz, después seapartó de golpe.—¿Quieres que vaya a una cena contigo? —comentó con vozsuave—. Es imposible, ese día tengo un evento al que tengo que ir y voy a ganarmuy bien.
Hana observó con admiración el hotel donde se llevaría acabo la cena. Una cosa era atender a pomposo alfas o betas y otra muy diferenteera participar en la élite. Sonrió con nerviosismo y vio cómo algunas personasla miraban como bicho raro, algunas tuvieron el descaro de reírse en su cara. Levantóla vista y empezó a caminar con paso firme, sin temor alguna. No le gustaballamar la atención, pero cuando se necesitaba era experta en hacerlo. Sonriócon coquetería a algunos alfas y siguió moviendo sus caderas mientras algunasomegas le golpeaban el hombro a sus acompañantes.
AdriánObservó los papeles que tenía en sus manos y los tiró alsuelo, asustando a los presentes. Su asistente se acercó a él con miedo de serdevorado por su mirada, pero este se congeló en su lugar. Adrián se levantó desu asiento y empezó a caminar de un lado a otro como león rugientebuscandodevorar a las cuatro presas que tenía en su oficina. El olor desus feromonas ahogaba a los que yacían a su alrededor a tal punto q
Hana estaba sin palabras, era la primera vez que habíapasado su celo con un hombre después de tanto año de soledad. Lo que estaba ensegundo plano era estar con un alfa en celo, y no era un alfa común y corriente,era nada más y nada menos que Adrián Lemietre, hijo mayor de una gran fortuna,el sueño húmedo de varias mujeres. Sin embargo, en ese momento a él no leimportaba el status social, pues la estaba besando como si no hubiese unmañana. Hana sabía que los alfa por naturaleza eran muy sobreprotectores consus parejas, al igual que posesivo y dominante en el acto.
Hana no hallaba las palabras o más bien no encontraba algúnobjeto para darle en la cabeza a Adrián, su “alfa”. Su omega interno ya bailabala conga innumerable veces, pero ahora que ya tenía la marca, estaba más felizque nunca. Sin embargo, su parte razonable quería partirle la cara o lo que sea.Maldijo que su naturaleza fuera demasiado débil para no lanzarle el sofá o el retretedel baño. Adrián, como el alfa que era en toda su regla, infló su pecho conorgullo al saber que ya había encontrado a su pareja ideal y a la madre de susfuturos cachorros, dejando másexpuesto sus feromonas por todo elapartamento. Buscó sus manos, a lo que Hana suspiró rendida, pues ya no teníaotra alternativa. Ya era su omega.