Capítulo 6

Me suelta gracias a Dios y regresa a su lugar, junto a los demás hombres que han estado observando en silencio. Giro mi rostro cuando noto que alguien más ha entrado al salón.

Joder...

Mi corazón se agita golpeando mi pecho, de repente me siento más nerviosa de lo que ya estoy y mis ojos ignoran las instrucciones de mi cerebro, para que al menos deje de mirarlo tan ensoñada. Estoy estupefacta ante el hombre alto y fornido que se encuentra frente a mí, es perfecto, todo un adonis, con su cabello negro, con sus ondas cayendo por sus mejillas, ojos negros brillantes y mandíbula cuadrada.

Dios mío, él es Marcus D'monte, el líder de la organización delictiva más poderosa del país y es todo un Dios griego. Samanta me da un golpe con el codo sacándome de mi trance mental. Marcus nos observa a cada una de nosotras, hasta que sus grandes engranes negros se posan en mí, me observa cauteloso y lo miro igual.

¿Será que?

No lo creo, no soy tan bonita como Hani o Samanta, tal vez escoja a una de ellas. Eso me hace bajar la mirada. ¿Pero en qué rayos estoy pensando?, ¿En qué momento esto me está pareciendo bien? Jessica dijo que todas tendremos nuestra paga trabajáramos o no. ¿Si yo era la afortunada? Pienso alegre, pero todas mis esperanzas se desvanecen al encontrarme con los ojos cautelosos de Marc. Ese tipo es insoportable.

—Bueno, escoge hermano, es tu noche —habla Frank a lado de Marcus.

Se acerca con pasos cautelosos hasta nosotras, nos observa de pies a cabeza y al final se para frente a Hani, se tarda un poco más mirándola y pienso que ella será su elección, pero vuelve a retomar su andar hasta mí, escudriña mi rostro, como si buscara algo en mis ojos. Estoy más cerca de él, por lo que puedo contemplarlo mejor, dando por hecho lo perfecto y guapo que es. Baja a mi torso y retengo las ganas de taparme con mis manos. Se gira caminando hasta la puerta, pienso en que nadie ha llenado sus expectativas, pero me quedo atónita cuando me llama.

—Rubia, andando —dice sin mirarme.

¿Qué? ¿Yo?

Jessica me da un empujón por detrás para que reaccione y lo siga. Con torpeza camino hacia él y puedo escuchar como Marc chasquea su lengua, molesto. No puedo retener mi sonrisa y me da miedo lo que estoy sintiendo ahora mismo.

Estoy abrumada, mi cuerpo tiembla cuando me encuentro caminando detrás de él, doy gracias porque ni siquiera se gire para asegurarse de mi presencia, me encuentro completamente aterrada. ¿Que pasara ahora?... claro que sé la respuesta y eso me está matando.

—Dong, sube la chica a mi recámara en un momento estaré con ella. —Su voz suena ronca y por una extraña razón tensa la mandíbula.

Dong es el empleado que nos ha recibido al llegar y me sonríe señalando las escaleras, me quedo pasmada por un momento y miro al señor D'monte, quien se encuentra impaciente por mi tardanza. Asiento y sigo al tan Dong, sin antes, dedicarle una última mirada al Adonis que se queda detrás de mí, mientras este sale por otra puerta dando zancadas, es muy extraño.

—Espere al Señor D'monte aquí —dice Dong.

Asiento sorprendida al mirar la enorme recámara, es de color beige con detalles dorados. Cuadros de hermosos paisajes adornan las paredes y todo esta pulcramete ordenado. Me acerco a la cama Kim size cubierta con una sábana de seda blanca, paso mis dedos por la fina tela, es tan suave. Rodeo la cama hasta llegar a uno de los buros de los lados, algo llama mi atención. En este se encuentra un porta retratos, alzo mi mirada para preguntarle a Dong si la persona que se ve ahí es el señor D'monte, pero él ya no está en la habitación, tomo el retrato y lo observo, es él, se encuentra abrazando a un pequeño niño de unos cinco o seis años de edad. Se ve tan alegre con su sonrisa grande y contemplo como se le forman unos hermosos hoyuelos en sus mejillas. Su cabello es más corto de lo que es ahora, debe ser antigua. Realmente no conozco al señor D'marco, pero algo me dice que ya no suele sonreír como lo hacía en esta foto. Me sobre salto cuando escucho el sonido de la manija de la puerta, rápidamente dejo el retrato como estaba y me quedo estática donde estoy.

El señor D'marco entra con calma, sin mirarme, va hasta su tocador y empieza por quitarse el saco, trago grueso al observar su espalda ancha. Pone su prenda cuidadosamente sobre la silla a su lado y se queda solo con su camisa blanca y sus pantalones, ahora se dedica a quitarse el Rolex de oro de su muñeca y sube su mirada, sus engranes negros y brillantes observan mi reflejo sobre el espejo.

—¿Qué esperas?... Desvístete —me ordena con su voz gruesa haciendo que se erice mi piel. 

Asiento nerviosa. Estoy indecisa en si debo primero quitarme la míni falda o la ombliguera, aunque da igual, me volteo, tengo la idea de que será menos vergonzoso si no lo veo mientras me desvisto. Con mis manos temblorosas me saco primero la ombliguera de organza y la pongo sobre la cama, luego me dispongo a quitarme la falda de cuero, pero mis manos temblorosas me dificultan la tarea. Doy un saltito asustada cuando siento las manos del señor D'marco sobre mi cintura.

—Tranquila... ¿Estás temblando? —me susurra sobre el oído, su aliento tibio choca contra mi cuello y me paralizo, cuando sus manos llegan al seguro de mi sostén quitándolo de un tiro, me muerdo el labio tratando de no echarme a correr en ese momento.

Baja su mano y abre mi cremallera, metiendo los dedos para tomar el elástico de la falda, bajándola por mis piernas lentamente, alzo un pie y luego el otro para que pueda sacarla por completo. Estoy completamente desnuda, solo con las pequeñas bragas cubriendo mi parte delantera. Sus manos quema mi piel cuando acarician mis muslos, llegando hasta mis nalgas y una corriente eléctrica recorre mi cuerpo. ¿Por qué su tacto se siente tan bien? Se supone que esto sería asqueroso, pero no con un adonis como el señor D'monte.

—Eres hermosa. —Ahora juega con el elástico de mis bragas y trago grueso—. ¿Por qué tiemblas? —Me toma del brazo para girarme.

Está con el ceño fruncido, es bastante obvio que mi actitud no es de una prepago con experiencia, se supone que tengo que estar complaciéndolo y no solo quedarme estática, sin poder hacer nada. Hasta ese momento me doy cuenta de que tiene el torso desnudo, mis ojos viajan a sus abdominales marcados, bajando a la V que esconden sus pantalones. ¡Joder!. Me toma del mentón y levanta mi rostro lentamente. Está esperando una respuesta. ¿Qué le digo?

—Yo... es mi primera vez haciendo esto —le explico. Se sorprende pero enseguida me mira incrédulo.

—Lo entiendo, es lógico que te pongas así, soy un desconocido para ti, pero piensa en que es solo sexo, como cualquiera que hayas tenido antes. —Desvío la mirada avergonzada. No es como cualquier otro cuando no he experimentado el primero.

—Soy... virgen —susurro y lo miro de reojo. Esta vez no esconde su asombro. Jamás se lo imaginó—. Por favor, sea gentil conmigo —le suplico.

—Si eso es verdad, te acabas de convertir en el mejor regalo de cumpleaños que he recibido —lo dice en serio y con una chispa de entusiasmo—. Y yo seré lo mejor que probaras en tu vida, me aseguraré que jamás puedas olvidarte de mí. 

Me toma por sorpresa de la nuca pegando nuestros labios, su beso es lento, pero profundo, siento sus dientes morder mis belfos, mientras su lengua se abre paso por mi boca, haciendo que suelte pequeños gemidos que silencian sus labios. Soy muy inexperta, por lo que lo sigo torpemente. Me toma por la cintura y me empuja poco a poco hasta acostarme sobre la cama, él se sube sobre mí, sosteniéndose con una mano sobre mi cabeza. Levanta mi pierna enroscándola sobre su espalda, mientras acaricia mis muslos subiendo hasta mis nalgas, donde las aprieta y las amasa sin dejar de besarme.

—¡Aaaah!... ¡Señor...! —me hace decir cuando restriega su miembro duro sobre mi intimidad.

—¿Te gusta? —me pregunta entre besos y en respuesta vuelvo a gemir.

Para el beso y se levanta un poco posicionándose entre mis piernas, sus ojos me devoran con lujuria y besa mi cuello, bajando por mi pecho hasta llegar a uno de mis senos y tomar entre sus dientes uno de mis pezones, sigo temblando solo que esta vez es por puro deseo. Llevo mis manos a su cabeza, acariciando su melena larga, arqueo la espalda cuando chupa y succiona mis botones y parte de mis senos, mientras sigue rozando su pene contra mi.

—¡Dios mío! —Estoy que me derrito, poco a poco una sensación indescriptible se va formando en mi pelvis. ¡Quiero más! Deseo que me posee ahora mismo.

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